Capítulo cuatro: Conmoción.

327 29 10
                                    

Osana Najimi falleció. Osana Najimi está muerta. Mató a Osana Najimi. Lo hizo.

— Estás muerta.

Remarcó lo obvio. Osana ya iba camino a estar más tiesa que Emilie Agreste. La pelinegra miró el cuerpo de aquella muchacha, mismo que estaba bañado en sangre. Mismo, al que le ocasionó fracturas, hematomas y mucho sufrimiento mientras extinguía su vida.

Realmente fue capaz de asesinar a alguien.

— Algún día ibas a morir, de todas formas...

Y no le remordía la consciencia por ello.

Ayano miró su macabra obra, y por unos instantes se quedó quieta, recuperando el aliento y meditando lo próximo que haría. Tenía que limpiar todo, y deshacerse del cadáver. Su única preocupación era que se descubriera que había sido ella quien asesinó a esa molesta adolescente, porque si algo es claro, viene siendo que notarán la desaparición de Najimi.

Ayano se relajó, mientras se encargaba de llevar el cadáver de Osana hacia el incinerador que yacía en la parte posterior del colegio. Si hubiese perpetuado el crimen unas horas antes, seguramente los delincuentes liderados por Osoro Shidesu le habrían impedido el paso. Como fuera, Ayano cremó el cuerpo y limpió la sangre.

Esperaba que Najimi fuese lo suficientemente tonta como para no mencionarle a nadie que iría al colegio tan tarde.

.

.

Un nuevo día. Una nueva mañana... Y el ambiente escolar se sentía denso. Ayano Aishi se dirigió aquel viernes al colegio, como si nada hubiese sucedido la noche anterior. Aquella misma mañana, sus padres se habían despedido de ella, ya que saldrían de viaje al extranjero ¿La razón? Trabajo.

Mientras se dirigía a dejar sus zapatos en los lockers de la entrada, pudo escuchar algunos murmullos. No se molestó mucho en averiguar directamente, porque intuía a que se debía. Se le remarcaba con ver que algunos veían hacia el locker que pertenecía a Osana Najimi. Pero nadie tenía la certeza de qué ocurría con la adolescente.

Algunos rumoraban que se escapó de casa, que se habría ido de fiesta o que se fugó con algún pretendiente. Otros, que realmente era maltratada en casa y finalmente tuvo el valor de independizarse. Había quienes comentaban que ha sido secuestrada, o que terminó perdida e incomunicada de alguna forma. Eran chismes de pasillo.

Sólo se sabía que Osana está desaparecida. Lo cierto, es que Osana está muerta.

— No lo entiendo, Osana no es así.

— Si tu lo dices...

— Es en serio, Budo. Osana podrá ser muchas cosas, pero no preocuparía de esa forma a su madre...

Durante el receso de aquel día, Ayano se encontraba escuchando la conversación que tenía el pelinegro con el presidente del club de Judo. Ambos yacían junto a la fuente a mitad del patio del colegio, y aquella mañana les parecía tan vacía, especialmente a Taro. Estaba tan acostumbrado a la actitud de su amiga de infancia, que ya no escucharla era sumamente raro.

— Aquí hay algo raro, entonces — mencionó el otro muchacho — Si dices que ella no se escaparía y se supone que se lleva bien con sus padres ¿Qué ha pasado con Osana? No tiene sentido que desapareciera si iba de compras para la cena.

— Creo que ahí está el problema.

Aishi puso atención a cada palabra que aquellos dos muchachos intercambiaban. Por una parte, era emocionante saber que Senpai no era simplemente un rostro bonito, sino que también poseía una buena intuición. Por otra, eso mismo se volvía poco alentador para ella. ¡Quien menos debía sospechar de algo es Taro!

— Explícate.

Taro se removió en su lugar, jugueteando con la página en la que tenía abierto el libro que empezó aquella semana. Evidentemente, era incapaz de concentrarse en su lectura con todo lo que ocurría, especialmente desde el momento en el que la señora Najimi llamó para preguntarle si sabía dónde se encontraba Osana.

— Osana no salió de su casa por hacer las compras. Es decir, no por eso precisamente.

Budo le miró unos segundos, antes de hacer un ademán de mano con tal de que Taro continuase hablando.

— ¿Entonces?

— Ella estaba saliendo hacia algún sitio.

— ¿Hacia dónde?

— No lo sé. Nadie lo sabe. Solamente dijo que saldría.

Ayano les escuchaba, claro que lo hacía. ¿Así que Osana Najimi realmente fue lo suficientemente tonta como para no mencionar nada al respecto? Supuso que una muchacha tan testaruda y enojona como ella tendría demasiado orgullo como para pedir ayuda con un asunto tan vergonzoso. Y vaya que tuvo razón. Eso le quitaba un peso de encima, tendría tiempo para actuar en lo que encontraban algo incriminatorio. Por supuesto, en caso de que llegasen a encontrar alguna pista, en primer lugar.

— Si tan sólo hubiera dicho a dónde iba, quizá ahora podrían haber dado con su paradero ¿Para dónde iría tan tarde, de todos modos?

El muchacho frunció el ceño y se alzó de hombros, él tampoco no tenía idea. Y eso le ofuscaba enormemente. Osana era su amiga de infancia, y el pensamiento que ella sí supiera responder una pregunta así en caso de que el desaparecido fuese él, sin duda le carcomía por la culpa. ¡La frecuentaba desde hacía años! Era patético no poder responder eso.

— Vamos, intentemos pensar positivo. Quizá simplemente se quedó en casa de un pariente y se le acabó la batería a su móvil. Seguro que se pone en contacto pronto.

Taro le miró con desánimo.

— Budo, lo primero que hicieron fue llamarle a todos sus parientes. Osana no está con ninguno.

El pelinegro masajeó la parte posterior de su cuello, antes de soltar un suspiro cansado. Observó el semblante preocupado de Taro, antes de meditar unos momentos si decir lo que pensaba o mejor optar por callarse. Al final, decidió hablar.

— En ese caso, lo mejor será colgar una alerta. Quizá hayan secuestrado a Osana.

— Budo.

Chistó y se cruzó de brazos.

— Sabes que ese es un escenario suave a lo que realmente podría haberle pasado. Ves las noticias a menudo y por ahí hay mucha gente loca suelta — fue cuando se acercó a él y añadió bajando la voz por discreción — Sabes que podrían haberla asesinado y nosotros no nos enteraríamos hasta años después.

Taro apartó al muchacho con el ceño fruncido, pero poco después desvió la mirada al libro que estaba leyendo. Osana le había regalado aquella novela hacía meses, pero solamente hasta esa semana fue que decidió a leerse el libro. Ella le cuestionó si le había gustado hace una semana y él tuvo que fingir que sí. Lo peor es que estaba seguro de que ella intuía que no había leído ni un renglón hasta ese día.

— ¿Por qué tuvo que ser Osana? — cuestionó débilmente.

Budo no tenía una respuesta, así que no habló. Él no sabía porque Osana desapareció, o por qué alguien querría hacerle daño. Pero Ayano sí que lo sabía. Y no se arrepentía de haberse desecho de ella. No después de ver lo cercana que era a Taro. De no haberle matado, seguramente habrían aceptado su confesión. Fuese por empatía o por lastima, Senpai hubiese aceptado corresponder sus sentimientos.

No permitiría que nadie se lo quitara.

Nadie.

**********************

Norman se fue de sabático, cariño. Y yo resucité de la muerte, bolitas de odio uwu

Han pasado ¿Qué? ¿Un par de años? ¿3 años? Ha pasado ya bastante. Pero, como siempre, aquí vuelvo después de morirme una temporada. Recemos porque no me de la morición nuevamente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 03, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Enfermizo amor [Taro x Ayano] [Yandere Simulator]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora