Esto estaba mal. Muy, muy mal.
Más allá del hecho de que ella era la emperatriz del Oriente.
Mientras la rubia veía a la menor retorcerse, no fue capaz de evitar la aparición de aquella cuestión en específico que había estado rondando por su cabeza desde hace meses, justamente cuando eso empezó; ¿Qué diría su gente? Ciertamente nunca nadie imaginaría a su amada soberana en ésta posición, elles siquiera y lo iban a pensar en broma. Era demasiado... Bizarro, ¿Tal vez? El que la emperatriz Navier estuviera acostándose con la amante del emperador.
El hecho de que justamente ella fuera infiel ya daba mucho de qué hablar, pero para poner peor todo, quien jadeaba bajo ella, sudorosa y desesperada por más de sus toques, era una mujer. Y dios, no era cualquier mujer, pues era nadie más que quien era la concubina de Sovieshu, con quien por cierto Navier estaba casada.
¿En qué carajo estaba pensando? Se preguntó en sus adentros. Probablemente cuando ambas estaban en la misma habitación, sólo ellas junto a la oscuridad y el silencio de los pasillos desiertos, siquiera pensaba, y sólo actuaba por mero impulso y deseo. Suspiró. Quizá no debió de seguirle el juego a la peliblanca en primer lugar, cuando intentó acercarse por quién sabe qué ocasión a ella, jalando su vestido como si no hubiese aprendido nada de los manotazos de Laura en el pasado.
La rechazó por supuesto, no tenía tiempo para ella. Siempre fue una persona ocupada y empeñada en sus deberes, había cosas más productivas para hacer que pasar tiempo con Rashta. Mas, no pudo negarse cuando fue un pedido (una orden) del mismísimo emperador. Navier se preguntó a qué estaba jugando el hombre, queriendo que su esposa-amiga de la infancia y su amante se hicieran cercanas. Así que guardando toda su molestia hacia él y su desesperación de escuchar la molesta voz de la mujer más joven, se presentó ese día. En aquel salón en el que había una mesa redonda en medio de dos cómodos sillones con bocadillos y una tetera y dos tazas de la más fina porcelana.
Primero pensó que el vestido que usaba era lindo.
Luego se maldijo por creer que quien lo usaba lo era también.
Y empezó de esa manera. Lentamente. Con una incómoda charla. Afortunadamente había té y Navier podía fingir estar concentrada en beberlo, desviando la vista para soplarlo, evitando a toda costa mirar en el pequeño escote de la de ojos plateados. Se sentía mal. No por sentir envidia, no había nada que envidiar ahí. Sino por... Tener un par de pensamientos no heterosexuales respecto a ese escote en cuestión.
Tristemente, estar pensando cosas cuestinables no fue lo peor. Eso vino cuando Rashta se dio cuenta de lo que evitaban hacer los ojos verdes. La astuta joven había disimulado su sonrisa y fingido ajustarse una manga de su vestido sólo para dejar que la rubia tuviese una mejor vista.
Pero entonces... Si no hubiese reaccionado ante ello...
No estarían en donde están ahora.
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𝗱𝗶𝗴𝗿𝗲𝘀𝘀. 탈선. 𝘯𝘢𝘷𝘪𝘦𝘳 𝘹 𝘳𝘢𝘴𝘩𝘵𝘢
Fanfiction↳ ❝ [ 𝙩𝙝𝙞𝙨 𝙬𝙖𝙨 𝙬𝙧𝙤𝙣𝙜, 𝙫𝙚𝙧𝙮 𝙬𝙧𝙤𝙣𝙜 ] ❞ 산책┊𝘱𝘰𝘳 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯, 𝘱𝘰𝘥𝘳𝘪𝘢 𝘩𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘦𝘤𝘶𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢𝘴 𝘰 𝘯𝘰.