PRÓLOGO

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Cuando era niña, los mayores en el pueblo decían que cuando una persona era sepultada bajo la lluvia significaba que su alma tenía pendientes en el mundo terrenal y por lo tanto no podía trascender hasta resolverlos.
Sé que  mi padre no descansará hasta que todos sus hijos estemos juntos, y es que para el mundo sólo existimos mi hermano Ale y yo, reunir a todos mis hermanos es algo casi imposible ya que mi madre se llevó el paradero de nuestras hermanas junto con otros secretos a la tumba.
La única persona que lo sabía era él, Dimitri "El Destino", aquel eterno rival de mi padre que después de mucho se convirtió en su mejor amigo.
¡Ay mi padre!, mi viejo, mi mejor amigo y la persona que más me quiso incondicionalmente; se me fue, debo confesar que cuando recibí la llamada de mi hermano me quería morir igualmente, pero, recordé la manera en la que aquel día mi padre nos habló a los dos de ese tema:
-Escuchen bien mis queridos muchachos "La muerte es una experiencia inevitable, de cualquier forma que trates de esconderte, cualquiera, siempre te encuentra", después sacaba su libro favorito: Macario, se le hizo costumbre leerlo en ésas fechas tan melancólicas pues el día de muertos lo hacía reflexionar acerca de la vida y la ironía de que él perdió a su vida: mí madre, en un día de muertos.
Durante ésas fechas llegábamos a el pueblo, comprábamos los elementos del altar e íbamos a el terreno de el papá mayor: mi bisabuelo,  que todo el año se llenaba de un color amarillo parecido a el de la llamarada de una vela, cortábamos unas cuantas flores, y las separábamos, unas eran para el arco de caña que el abuelo realizaba y que representa la puerta entre la vida y la muerte, el más allá de nuestro mundo, las otras, las desvanecíamos hasta que los veinte pétalos se desprendían y con éstos yo, personalmente me encargaba de formar un camino desde la entrada de la casa hasta la ofrenda, el cuál, las ánimas que nos visitaban esos días tenían que seguir para poder degustar los alimentos que en vida más comían.
Era una tradición que seguíamos desde que papá nos llevó por primera vez a ese bello pueblecito que él llamaba hogar y que siempre nos recibió con los brazos abiertos sin importar nuestro origen.




Era una tradición que seguíamos desde que papá nos llevó por primera vez a ese bello pueblecito que él llamaba hogar y que siempre nos recibió con los brazos abiertos sin importar nuestro origen

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Ángel del dolor.

Una Perfecta CoincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora