Estrellas en los ojos y Fuego en el corazón

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Keigo entró en el despacho sin molestarse en llamar. Enji decidió que tampoco se molestaría en reñirle y solo suspiró mientras seguía tecleando. Pero pronto tuvo que parar cuando le quitaron el teclado de las manos, de forma literal.

—Hawks, necesito eso para trabajar.

—Te recogeré esta noche a las 8 en la puerta de la agencia.

—¿Para?

—Cenar juntos. Quedamos que a la próxima corría de mi cuenta. Y te voy a llevar a un restaurante.

Enji dejó de intentar recuperar su teclado para quedarse mirando a Keigo como si de repente le hubiera salido otra cabeza. El chico le sonreía con confianza, como siempre, pero al mismo tiempo era incapaz de sostenerle la mirada. Se estiró para, esta vez sí, quitarle el teclado y carraspeó.

—¿Hay algún código de vestimenta?

—¿Eso es que aceptas?

—Responde.

—Nop. Con que estés ahí suficiente. Podrías ir desnudo e irías perfecto.

—No creo que a la gente del restaurante le gustara que fuera sin ropa.

—A mí no me importaría.

Las llamas de su antifaz crecieron por una milésima de segundo. Lo suficiente como para que Keigo lo notara y se riera. Se bajó de un salto de la mesa, en la que se había sentado, y se marchó diciendo:

—No llegues tarde.

—Fue a hablar —, respondió gruñendo.

Una última carcajada resonó en el pasillo tras Keigo, como la estela de un barco. Enji se permitió en ese momento respirar profundamente al tiempo que se frotaba la cara con las manos. Eran las 10 de la mañana, le quedaban todavía varios informes que revisar, una reunión a la que asistir y la patrulla vespertina. Además de una camisa que planchar. Crujiéndose los nudillos, se dispuso a volver al trabajo. Le quedaba todavía una larga jornada de trabajo.

Solo esperaba poder controlar sus nervios hasta entonces.

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Dio gracias por haber planchado la camisa antes de la reunión, porque la patrulla se había retrasado y había tenido que ir caminando lo más rápido que pudo, que no corriendo, hasta los vestuarios. Ahora, frente al espejo, duchado, vestido, perfumado y con el pelo relativamente seco, hizo una foto de su reflejo y, tras asegurarse de que no estaba borrosa, se la mandó a Shouto.

» Foto [07:51:26]

» Dile a Fuyumi que no iré a cenar.

[07:51:49]

Desabróchate un par de botones de la camisa «

[07:52:03]

A Hawks seguro que le gusta más «

[07:52:12]

» ¿Cómo sabes que voy a cenar con él?

[07:52:41]

Leído [07:52:58] «

No hubo más respuesta por parte de su hijo.

Dubitativo, Enji se llevó las manos al cuello de la camisa y se lo desabotonó, tal y como le había dicho. Contempló en su reflejo cómo le asomaba la clavícula, dándole un aire más informal. No era su estilo, pero le gustaba. Y si de paso le gustaba a Keigo...

Miró el reloj que llevaba en la muñeca. Solo tenía 5 minutos para no llegar tarde. Salió del vestuario a grandes zancadas, después de meter el resto de sus pertenencias en la taquilla. Algunos de sus trabajadores incluso se atrevieron a afirmar que iba corriendo por la agencia.

Estrellas en los ojos y Fuego en el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora