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6 horas, 50 minutos

Cinthia, Santiago y Máximo no se movían desde hacía ya unos minutos. Era como si no se atrevieran. Solo de vez en cuando los ojos de algunos de ellos se dirigían hacia la puerta, por la que había desaparecido el último de los médicos, o buscaban el apoyo de los demás, apoyo que era hurtado al instante, como si por alguna extraña razón no quisieran verse ni reconocerse.

- ¿Por qué a mí no me ha pasado nada?
Había formulado la pregunta media docena de veces, y como las anteriores, Cinthia no tuvo respuesta.

- Yo también estoy bien - dijo Maximo

- Dejadlo, ¿vale? - pidió Santiago

- ¿Qué vamos a...?

La pregunta de Cinthia murió antes de formularla. Desde que había empezado todo, los nervios se mantenían a flor de piel, pero aún adormecido, o mejor dicho atontados, a causa del estallido de la situación. Ahora empezaban a florar plenamente.

Fue Santiago el primero en reaccionar, y lo hizo para sentarse hacía sí. Después la besó en la frente. Cinthia se dejó arrastrar y apoyó la cabeza en él. Luego cerró los ojos.

Comenzó a llorar suavemente.

- Ha sido un accidente - suspiro Santiago con un hilo de voz.

Máximo hundió su cabeza entre sus manos.

Cinthia se desahogó solo unos segundos. Acabó mordiendose el labio inferior. Sin desprenderse del amparo protector de Santiago, pronunció el nombre que todos tenían en ese mismo instante en la mente.

- Deberíamos llamar a Eloy.

Se produjo un silencio expectante. Nadie se movió.

- Y también a Lorena - Termino diciendo Cinthia.

Santiago suspiró.

Pero fue Maximo el que resumió la situación con un rotundo y expresivo:

-¡JODER!

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