Hotel, dulce hotel.

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Pasemos a lo interesante, a donde comenzó todo lo inimaginable e improbable que podría haber sucedido en aquel viaje.
Apenas entre en aquel hotel sentí una tranquilidad inigualable, el entorno era tan peculiar y amigable que por un momento pensé que me encontraba en casa tan lejos de todo aquello que un día me fracturó la felicidad dejándola fuera de uso hasta el día de hoy. El fue a pagar la habitación, insistía en hacerlo ya que su naturaleza no le permitía ser "tacaño" con el "único" ser sobre la tierra que le brindaba un alivio incondicional. Yo por mientras decidí tomar mis "diminutas" 4 maletas y dar un pequeño paseo por el ahora solitario jardín, se que el me encontraría en cuanto le entregarán las llaves o después de ir a dejar su equipaje. Me era tan indiferente la molestia que producía el desatorar las ruedas de las maletas del césped, puesto que el paisaje era hermoso, rosales tan frescos, margaritas tan radiantes, lavanda con aroma tan embriagante y girasoles tan altos. Era un pequeño paraíso por el cual me encontraba fascinada, tanto que olvidaba por completo como se sentía el estrés de la situación que me esperaba en casa con los brazos cruzados y la boca llena de palabras hirientes.

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