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Pocos días más tarde y ambos ya tenían una rutina estipulada. Durante las mañanas, por decisión del Jiang este se encargaba de las tareas del hogar ya que Lan Xichen aún no estaba recuperado por completo, ambos llegaron a la conclusión de que se debía al periodo prolongado de inedia que el Lan había llevado lo que dejó su núcleo debilitado, el golpe había agravado su estado dejándolo bastante débil.

Lan Xichen, bastante avergonzado, le había confesado al Jiang que su estado mental durante la reclusión no había sido el mejor y que esa debía ser la causa de su debilidad. Jiang Cheng solo asintió y no dijo palabra alguna al respecto. Cuando el Lan lo miró a los ojos, ya que había estado cabizbajo durante todo su relato, no pudo encontrar en esos ojos grises una sola pizca de lástima o pena, ni siquiera juzgamiento, más bien parecía una especie de empatía y comprensión, algo que Xichen no había esperado.

Se había sentido bien hablar de ello con alguien que no fuera de su familia, alguien externo a su secta, le ayudó a sentirse más ligero, más tranquilo, más en paz.

Jiang Cheng también le había hablado un poco acerca de su experiencia después de la perdida de su familia, algo que Lan Xichen parecía siempre olvidar, fue mayormente con detalles grandes y vagos, sin ahondar mucho en el sentimiento, instándolo a no encerrarse en sí mismo, sino que encontrar la manera de moverse a pesar del dolor, que eso era algo que nunca se iría pero que dolería menos dentro de un tiempo.

Lan Xichen no pudo evitar sentirse especial, y a pesar de que siempre le decían lo mismo, de que superara lo que pasó, que no fue su culpa y que debía de volver y poner a su secta en primer lugar ya que lo necesitaban, esas palabras no le habían llegado al corazón como lo hicieron las de Jiang Cheng, quien había pasado por una experiencia similar y bastante peor que la suya.

Desde ese momento de entendimiento, al escuchar las historias y experiencias de otro, formaron una camaradería sin necesidad de expresarlo en palabras, ambos se sintieron cercanos al otro de una manera que no habían sentido antes, a pesar de conocerse hace más de dos décadas, como herederos de sus respectivas sectas y luego líderes de las mismas.

Mientras Jiang Cheng se encargaba de los deberes, Lan Xichen se dedicó a investigar los textos; luego ambos compartían una comida preparada por el Jiang y luego de un ligero descanso el Jiang ayudaba a su compañero a moverse y acostumbrarse nuevamente a las actividades. Dos días después de aquella caída, Lan Xichen ya estaba lo suficientemente confiado para soltarse de la pared. El hecho de que Jiang Cheng se hubiera mantenido a una palma de distancia en caso de que sus pies o piernas le fallaran ayudó a aumentar un poco su confianza y su esfuerzo pronto dio frutos.

Solamente cuando Jiang Cheng estuvo completamente seguro de que Xichen podría caminar sin su ayuda lo dejó salir para explorar el exterior de la cabaña, eso sí, había cortado un largo trozo de caña para que pudiera apoyarse en ello, Lan Xichen rio ante la preocupación de su amigo pero aceptó gustoso el regalo.

Fue un gran cambio de aire el poder sentir el sol nuevamente en su rostro después de tanto tiempo encerrado, los rayos del sol tocaban su blanca piel y elevaban su temperatura de una forma deliciosa, Lan Xichen había extrañado este sentimiento, y junto con esa suave brisa, el aroma del mar, el sonido de ella chocando contra las piedras y la arena, todo le hacía sentir en su corazón una libertad que había anhelado desde hace mucho tiempo, como si finalmente había logrado alcanzar esa paz que había buscado tanto tiempo, o al menos algo parecido a ella.

Observó sus alrededores, recorriendo lentamente. Al costado de la casa Jiang Cheng se hallaba cortando la madera que usaría para preparar la fogata para cocinar la cena. No pudo evitar mirar su trabajo, estaba tan concentrado que ni siquiera había notado su presencia. Lo vio levantar el hacha y dejarla caer repetidamente, haciendo pedazos el grueso trozo de árbol. La túnica que usaba era de un color azul claro, ahora estaba arremangada en los antebrazos y aflojada en la cintura, lo suficiente para darle libertad de movimiento, era una de las túnicas que habían encontrado dentro de la cabaña y que curiosamente le había quedado como anillo al dedo. Lo mismo le había sucedido a él, unas túnicas de color lila claro con mangas anchas habían sido las que encajaron perfectamente con él. Ambos habían reído ante la ironía para luego tomar cada uno su respectiva túnica.

Talismán - XichengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora