Eventos Desafortunados

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Sujeto con fuerza el pasamanos del autobús mientras acelera con gran velocidad por las calles de la ciudad. Si en este momento pasará por algunos de los baches de la avenida posiblemente terminaría golpeado por la multitud de personas que viajan en el transporte y el café que compre antes de abordar, quedaría completamente regado por el pegajoso y sucio piso gris. Con demasiado trabajo me logró escabullir hasta la parte trasera, que por alguna razón siempre me gustó, podía ver si algún ladrón subía y tomar decisiones rápidas como bajar o esconder mis pertenencias más valiosas, al menos eso me decía mi madre. Este día no sería la excepción, apretado por la gente espero que el pequeño vaso del café no caiga de mi mano derecha y pueda terminarlo antes de llegar a la facultad, estoy en mi quinto semestre y comienza a ser más duro.

Durante el recorrido de las 56 manzanas desde la estación del autobús al colegio, la gente fue bajando en sus respectivas paradas, algunas más subían, madres o padres que llevan a sus hijos a estudiar sin faltar nunca el pequeño que olvido algo sobre la mesa y lo recuerda a medio camino y con ello llega el regaño, me parecía todas las veces curioso, más con los niños chicos, ellos solo quieren divertirse. Las personas adultas que van a su trabajo, algunos de mal humor y más a la fuerza que con ganas, algunas otras con demasiado entusiasmo, y yo que siempre espero lo mejor del día. El trayecto dura unas dos horas, pues se evitan autos que se descomponen, los semáforos quedan en rojo y provocan un embotellamiento mientras el Sol comienza a quemar por las ventanas. Con mucha suerte pude terminar de beber el café antes de que él autobús se frenará, el motor rugía y provocaba que diera una especie de saltos sentado cuando algo por el cristal pasó, era como una mancha negra que llamó mi atención, me puse de pie dejando libre el asiento que tanto me costó obtener, me detuve en el pasamanos que esta junto a la puerta con escaleras para descender y vi a un perro corriendo en vueltas perseguido por un sujeto que sostenía un palo en la mano, el animal ladraba como queriendo que lo dejarán en paz, el hombre gritaba unas palabrotas y el rostro lo tenía a punto de estallar por el coraje que supuse, le provocó el mismo perro. El corazón me latía fuertemente, no quería que lo maltrataran, podía tratar de hablar con el sujeto, pero si bajaba en este momento podría llegar tarde a mi primera y única clase del día o ya no encontrar ningún transporte - ¿Qué hago? - me preguntaba, la voz de mi cabeza me decía que fuera, que ayudará al can. La decisión tenía que ser rápida, el semáforo cambiaba a verde y los autos de adelante comenzaron a acelerar, pronto lo haría el autobús. Con algo de temor a no poder llegar a la facultad, presione el botón que sirve para indicar al chófer que uno baja, emitió en sonido y la puerta se abrió en cuestión de segundos, al tocar la acera, guarde el vaso vacío en la mochila y trate de acercarme al sujeto con el palo.

- ¿Hizo algo grave el perro? -Pregunte sin alzar mucho la voz, no quería que pensara que quería atacarlo.

- ¿Qué? ¿Es tuyo ese maldito animal?

-No, no lo es, pero me sorprendió que quisiera…-Golpearlo era la palabra, me decidí a guardarla para mi- que quisiera perseguirlo tan enojado.

- ¿Tu no lo estarías? El condenado me tiro de la bicicleta y se ha comido la carne que llevaba -Era verdad, detrás de mí, estaba una bicicleta en el suelo con un envoltorio lleno de saliva, el hombre tenía una herida en el codo derecho que sangraba muy poco. -…y ahora por tu culpa ¡Se ha ido! ¿Qué le diré a mi jefe eh? No va a creer que un perro me robo ¡¿Qué barbarie es esa?!

-No lo se, pero si puedo ayudarle en algo y así conseguir que deje al animal en paz soy todo oídos.

-No hay nada que hacer, se la trago toda. Hazme un favor y vete muchacho.

-Esta bien señor. Bonito día. – Caminando en dirección de la bicicleta, escuché los pasos del hombre detrás de mí, decía de nuevo palabrotas y levantaba su vehículo, lo que me hizo recordar al mío, eran cuarto para las nueve -mi clase comenzaba a las nueve- faltaban algunas manzanas, tres por mucho, después tendría que entrar a la facultad y subir corriendo hasta el quinto piso - ¿Qué estoy haciendo? Debería correr- Lo que pensé lo dije en voz alta y una pareja de chicos me observo riendo. Sin mucho más que reflexionar decidí caminar a paso decidido, el café de la mañana me sentó bien para resistir lo que faltaba de viaje, pero el estómago se encontraba vacío y me pedía alimento a no más poder.

El Resto de Nuestras VidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora