Llegada 2/2

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-Entonces no insistiré en vano, Teniente Coronel. Hostigarte produciría efectos contraproducentes -dice Jano-.
 
-¡Ja! Eres muy cuidadoso. Lames mis botas por decirlo de alguna manera -lo dice con tono burlesco Vicente-.
 
-Es por estas cosas que no quería estar a tu lado en repugnantes viajes de investigación y experimentos -encolerizado-.
 
-Aguanta un rato. El hallazgo de hoy arruinó el panorama -me mira de reojo-. ¿En qué estábamos?
 
 
Respondo por la ansiedad que he mantenido desde hace un buen tiempo:
 
 
-En revaluar mi sentencia -lo digo tenso-.
 
-¡Cierto! Da media vuelta, baja tus brazos y colócalos en tu espalda. Amarraré tus manos para llevarte a nuestra tribu. Antes dije que no te haría daño si no hacías ningún movimiento brusco, aunque te advierto, si intentas algo extraño te desnucaré sin remordimientos.
 
 
Vicente me ató las manos en mi espalda con una cuerda gruesa (retirada de su mochila que se me pasó desapercibida hasta ahora. Jano y el otro chico de tez morena también cargan la suya). Me agarró por la parte trasera de la playera y me llevaba a rastras hacia la misma dirección en la cual me dirigía cuando estaba solo. Sus dos compañeros iban adelante de mí con sus lanzas en una postura de defensa, como si estuvieran al tanto de algún ataque o predicción de mal agüero. Esos indicios revuelven mi estómago.
 
Ellos son expertos. Saben deliberar pasivamente, formar jerarquías y ceden ante el responsable de la agrupación. Eso destaca sus avances diplomáticos.
 
Seguir vivo recompuso mi ánimo, sin embargo soy un prisionero yendo a ciegas a territorio enemigo. Técnicamente desamparado. ¿Acaso seré un marginado social? ¿Habré sido abandonado?
 
En la atmósfera impera el silencio. Preferiría conversar de los caníbales e inhumanos que nombraron, fomentando a surgir temas interesantes. ¿Esos conceptos se asociarán? La curiosidad me carcome. Abordaré la charla lo más inteligente posible, porque un error como por ejemplo exigir una contestación absoluta me pondría en un severo aprieto.
 
Haciendo un recuento de lo sucedido, catapulté un sinfín de estragos ¿cuál fue la razón de escapar de ellos?, eso me hizo ver sospechoso. Era el momento oportuno de pedirles ayuda y presentarme debidamente. Y otra cosa a mencionar es que me oyeron porque hablaba en voz alta. De aquí en adelante no lo volveré a hacer bajo ninguna circunstancia. Son cruciales estas notas mentales.
 
Vicente interrumpe mis pensamientos.
 
 
-Dime Axel, ¿tienes idea de lo que son los inhumanos?
 
-No lo sé -Actúo tranquilo para no alertarlo-, también escuché sobre unos caníbales, ¿me ilustran sobre ello?
 
-¡Ja! Tienes una lengua sofisticada. Jano se expresa igual. Son como dos gotas de agua. -se apoya súbitamente en mi hombro y susurra. Su temple oscureció-. Atrás viene un inhumano, contén el temor.
 
 
¿Acaba de decir inhumano?
 
Giro rápidamente sobresaltado, haciendo un pequeño ruido reflejo generado por la cita de Vicente.
 
Logro divisar una figura humanoide corriendo hacia nosotros. Abate los brazos con turbulencia en múltiples direcciones, y sus toscas pisoteadas causan tal fuerza gravitatoria que se hunden en la ajada tierra.
 
 
-¿¡Qu-qué hacemos!? -doy un alarido raspado y entrecortado-.
 
 
Vicente me mira con una sonrisa incomprensible. Mezcla burla y orgullo, en el sentido de alarde. Los tres chicos se sacan sus mochilas rápido pero con serenidad. Al parecer han estado en situaciones así en el pasado, y mientras los observo, una vez más mi cuerpo está tieso. Odio no poder actuar en circunstancias caóticas.
 
Los tres chicos terminan de sacar comida de sus mochilas, y la juntan en el suelo.
 
 
-Mejor comienza a correr lo más veloz posible Axel -Vicente me desata el nudo, apega su palma en mi espalda y me impulsa con gran fuerza para apresurar la carrera-.
 

Huimos aproximadamente diez minutos si no me fallan los cálculos, y paramos (a solicitud mía) beneficiando a mi salud, ya que el dolor del pecho cerraba mi seca garganta. Con esto mi energía bajó a cero.
 
 
-¡Ilesos! ¿Te divertiste chico nuevo? -sonríe entre dientes Vicente-.
 
-Menuda experiencia. ¡Semejante proeza he hecho! ¿Qué rayos era eso? -Respiro agitado. Inclino mi torso hacia adelante y miro hacia abajo en una posición de fatiga absoluta. Empuñando las manos en mis muslos-.
 
-Eres un despistado. Era una muestra directa de un inhumano -Vicente se ríe en tono burlesco-.
 
-Esa parte la comprendo -aún exhalo de forma agitada-, lo que pido son detalles sobre esa cosa…
 
-Cosa es una pésima definición. Te aseguro que son humanos, bueno, eran. Lo fundamental es su consciencia primitiva; sólo piensan en conseguir comida, sobrevivir, y acabar a cualquier amenaza que se les cruce. No obstante, hemos estado tanto a su exposición, que han dado frutos; podemos resistirnos -cruza los brazos desprendiendo orgullo-.
 
-Mentiroso -interviene Jano-. Los esquivamos.
 
-¿Pero cómo surgieron? ¿Seres de ese aspecto son reales? ¡Esto es escalofriante! -subo el volumen de la voz exigiendo respuestas y frunciendo el ceño-.
 
-¿Qué? ¿por qué no existirían? -dice el chico de piel morena, arrugando la frente-.
 
-¿Acaso son tan extraños los inhumanos para ti? -dice Jano-.
 
 
¡Oh, claro! -abro los ojos de sorpresa- Para estos chicos en este mundo es normal encontrarse tales presencias aterradoras, a diferencia de mí, que no tengo recuerdos acerca de ellos.
 
 
-Recuerden que mi memoria no anda bien, por eso al verlos por primera vez me espantó -repuse un poco frustrado-.
 
-Mejor sigamos caminando hacia nuestro hogar -dice Vicente-, mientras nos movemos te daré mas detalles sobre los inhumanos y los descubrimientos para neutralizarlos.
 
- Bien -asentí-.
 
-Un grupo de jóvenes les gusta decirles humanos en una superficialidad fisiológica, a mi criterio le quita la genialidad, pero estoy de acuerdo en denominarles así. Hace más o menos ocho años vi a los chicos de mi edad transformándose en lo que ahora llamo inhumanos -se moderaba en su pronunciación, quizá para encubrir sentimientos encontrados-. Y desde entonces ocupamos tres técnicas que contraponen a sus ataques.
 
-¡Esto es increíble! -abro bien los ojos-.
 
-Lo sé, lo sé -sonríe orgulloso-. Aplicamos la variable más razonable; proporcionarle comida. Es un medio para satisfacer su necesidad temporalmente. Hay una chica, Agatha. Ella es una cazadora, una profesional en camuflarse, ese es otro método factible, sin embargo, ocultar tu olor y no cometer ni un pequeño ruido no es tarea fácil, créeme.
 
-Brillante (y lógico), ¿y se puede saber qué es ser una cazadora?
 
-En nuestro hogar tenemos separadas las labores en sectores: El sector militar, de evolución y el político. El militar se divide en dos subsectores, el de vigi…
 
-Vicente -expresó Jano en seco-. ¿Y tu cautela?
 
 
Cualquiera que fuese el individuo viendo nuestra marcha en el trecho, daría por sentado de que los cuatro somos amigos de toda la vida. Las flores circundantes son alumbradas en degradé por la luz natural que atraviesa las ramas carentes de pomposidad verde. Supongo que ya estamos casi al final del viaje.
 
 
-¡Maldición! -me caigo de espaldas-.
 
 
Los dos chicos de adelante se voltean y ven mi cara de dolor ante el calambre en ambas pantorrillas.
 
 
-Adelántense ustedes dos, yo lo ayudaré -dice Vicente muy calmado y sonriente, inclinando un poco su cabeza a un lado-.
 
-¡Esto duele mucho! ayúdame de una vez -lo digo forzándome a no gritar mucho-.
 
 
Vicente me toma ambas piernas y las eleva a 90 grados, seguidamente empuja las puntas de mis pies relajando mis músculos. Una vez recuperado, vuelven los dos chicos y se dirigen al tercero con miradas muy serias y agitadas. Emitían una desorientación misteriosa.
 
 
-Teniente Coronel, acompáñanos a ver... esto... -lo dice Jano estremecido-.
 
-¿Se trata de algo grave? -lo dice Vicente con un tono de temor-.
 
 
El chico moreno le hace una seña para que los acompañe. Vicente me levanta y me da soporte, pasando mi brazo izquierdo por su espalda con el fin de aligerar mi carga por el dolor del calambre. Acto seguido, Jano se detiene cerca del tronco de un árbol y alza su brazo derecho en horizontal, indicando que nos cubramos.
 
 
-No lo puedo creer -dice el Teniente Coronel con gran asombro-. Esto... es de lo más inverosímil.
 
 
Me levanto e inclino un poco mi cabeza hacia la derecha para ver que ocurre al otro lado del árbol en el que nos escondimos. Al ver la bizarra escena, vuelvo a mi posición anterior.
 
 
-Lo que acabo de ver -lo digo muy lento-, ¿es una actuación?
 
-Chico. No es un simulacro. Es una ejecución -murmura Jano-.
 
 
Nunca creí ver tal barbaridad. Hay diez hombres de rodillas en un fila, y tres personas vestidas por completo de negro; llevan trajes enteros confeccionados de un material elástico, delgado y resistente (y por lo tanto, tecnológico), usando de accesorio cascos de un tamaño no tan diferente al cráneo de sus dueños. Los agresores traen armas gigantes, son parecidos a los fusiles de asalto carabina M4, pero los que traen se ven futuristas.
 
 
-Esas tres personas... ¿no son inhumanos, o si? -lo digo pasmado-.
 
-En definitiva no, esto es algo nuevo incluso para nosotros los veteranos. Esos hombres que ves arrodillados son nuestros líderes en la tribu, ellos forman el consejo; los diez políticos.
 
-¿O sea que todos los conformantes del consejo están reunidos ahí? -me altero y sin querer subo el volumen de mi voz-.
 
-Baja el volumen tarado, la idea es mantenernos ocultos -me sofoca con su abrasadora mirada-.
 
-L-lo siento -le respondo ruborizado bajando la mirada-.
 
-Ya no discutan más, recuerden que estamos supuestamente ocultando nuestras presencias, debemos ser imperceptibles ante los invasores. Aunque debo ser sincero -se ve a Vicente más relajado que antes. Sube el extremo derecho de sus labios, sonriendo con regocijo y transmitiendo un frenesí desbordante de sus ojos totalmente dilatados-, esta es la ocasión que he estado esperando durante muchos y lentos años de mi tediosa vida. Los residuos obsoletos desaparecerán.
 
 

CONTINUARÁ…

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