Diciembre es frío, delicado e irregular. Es en definitiva mi mes favorito del año, sobre todo por las decisiones apresuradas que me llevan a tomar el primer avión con destino a cualquier lugar.
Visité a mis abuelos, Cuba era el destino de ese año, en una de esas provincias a las que tienes que viajar 14 horas en un auto. Por suerte, había un vuelo para el aeropuerto más cercano al pueblo de mis abuelos. Pasé 2 semanas con ellos.
Emocionada por el regreso a casa, viajé 4 horas a Holguín, donde estaba el aeropuerto para vuelos internacionales.
Embarqué y ahí estaba yo temblando, no por miedo ni desespero mas bien era ansiedad, esa que sienten tus manos y hasta la hebra mas delgada de tu cabello cuando estás a punto de vivir algo nuevo, así justamente. El avión aún estaba en tierra, los pasajeros del vuelo 408 caminaban con emociones cruzadas a sus diferentes asientos, yo por mi parte me perdía a ratos en la ventana del asiento 21A.
Tenía la mirada perdida hacia el pasillo, ni siquiera recuerdo qué era lo que pensaba pero, en menos de cinco segundos ya tenía algo en mi mente: No había visto tales ojos color miel nunca antes en esta vida.
Blanco y de cabello rubio, puedo describir la forma de sus labios desde donde estaba: delgados y curvos, mientras su piel brillaba como la seda (era el rasurado del día) tenía un moño de esos que se usan bien arriba, de esos que justamente yo odio pero a él le quedaba genial. Y si, cruzamos miradas dos veces y mi piel se erizaba un poco más mientras pensaba en la posibilidad de que coincidiéramos en la mismas fila.
Quité la cara como siempre, olvidé por un instante lo que estaba pasando cuando de pronto escuché: «Buenos días» , respondí con una sonrisa a medias mientras evitaba sostener la mirada por mucho para no demostrar que posiblemente me sentía avergonzada. Si, bendita ley de atracción.
¿Qué hice los próximos minutos? por supuesto mirar a todos lados menos a mi lado derecho.
¡El despegue siempre es un proceso para mí!
Mientras yo intentaba mantener la calma sosteniendo la medalla que colgaba de mi cuello, él intentaba entender mis movimientos.
El avión se estabilizó en el aire y yo tomé el libro de Osho que aun no termino, mientras mi acompañante silencioso acomodaba su chaqueta e intentaba dormir. La inquietud de ambos era evidente sin embargo de estas dos personas que querían hablarse en el vuelo 408 yo era la que interponía la línea de la distancia.
Podía sentir su mirada sobre la página siguiente a la que yo estaba leyendo, esto destaca que el 50% de mis pensamientos estaban en la meditación según Osho y el otro 50% en el movimiento de sus manos.
De pronto un estornudo a medias provocó que mi rostro se arrugara y luego de un intento fallido nuestras miradas se encontraron por tercera vez, ahí estaba él intentando entender que me ocurría mientras yo por fin esbocé una sonrisa.
Al parecer aquel hombre de ojos miel solo esperaba una señal...
«Me gusta el movimiento que hace el ala del avión, es impresionante» dijo mientras miraba hacia la ventana y yo intentando seguir con aquella nueva conversación pronuncié: Si, justo acabo de ver otro avión pasar a toda velocidad ¿Increíble verdad?.
Los próximos 45 minutos de este viaje se llenaron de preguntas que terminaban con risas y dulces miradas. Desde un hombre con mas cabello en su pasaporte hasta una mujer con una agenda en su bolso, esos éramos los dos.
Por supuesto, ya no quería llegar a tierra, había encontrado ese destino maravilloso en sus ojos, en sus tatuajes y su intento perfecto de entender mis historias, aquella risa nerviosa que me delata y sobre todo mis ideas.
Desconocidos hablando de la vida como si la noche anterior hubieran visto las estrellas juntos.
Es interesante, que siempre he vivido con la idea de que los momentos mágicos son escasos, que a todos no les sucede lo que vemos en las películas. Pero si, a mi me pasó y puedo creer que fue aún más perfecto por muy idealizado que parezca, porque la felicidad no son personas y mucho menos un estado de ánimo: son momentos y este fue el nuestro.
No quiero compartir con el mundo la conversación mas larga que he tenido, pero si quiero decir esto:
«Cuando preguntaste si quería que sostuvieras mi mano al aterrizar, la respuesta era si».
Con amor,
Almudena.
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El vuelo 408
Short StoryUna historia corta, de dos personas que se conocen en un vuelo de 2horas. Se miran como si la noche anterior hubieran visto las estrellas juntos.