Sinopsis:
Gabriela una chica de 17, latina, de clase media, que junto a su mejor amiga sueñan en convertirse en unas grandes artistas, juntas logran conseguir una beca en una universidad de artes en Los Ángeles California y un lugar en una reconocid...
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Capitulo tres
*Narra Jasson*
—¿Qué harás hoy en la tarde?
—Saldré. —Guardé unas cosas en mi casillero.
—¿Y qué hay de Cáterin? ¿No me digas que rechazó salir contigo? —preguntó en tono burlón.
—No, solo dijo que iría de compras con sus amigas. —Saqué dos rosas de mi casillero, luego lo cerré.
—¿Y eso? —Alzó una ceja.
—Son para Gabriela y Alison.
—Oh, para tu otra novia. —Le di una mala mirada.
—¿Sabes? Antes pensaba que en algún momento ustedes dos terminarían saliendo. —Solté una risa negando con la cabeza.
—A veces le das mucha cuerda a tu imaginación, Diego. —Me di la vuelta y caminé hacia uno de los salones.
Entré al salón y vi a ambas chicas platicar con una sonrisa en sus rostros, me dirigí a un asiento vacío a su lado, dejé mi mochila y me acerqué a ellas.
—Las extrañaré cuando se vayan, ya no tendré a nadie a quien molestar. —Hice un pequeño puchero.
—Y tú no tienes idea de lo feliz que seré de que al fin nos dejes en paz —respondió Alison dándome una palmada en mi antebrazo.
—Como sea... tomen, felicidades. —les entregué las rosas a cada una de ellas.
—Gracias —respondió Gabriela aceptando la rosa.
—Te faltaron los chocolates para que fuera un buen regalo, parece que no me conoces —dijo Alison mientras veía la flor.
Agaché la cabeza, bufé y metí mi mano en el bolsillo de mi sudadera sacando unos chocolates— Toma. —Extendí mi mano y ella los tomó.
—¡Ahora sí! —dijo con una sonrisa—. Gracias.
Gab solo negó con la cabeza.
—Y díganme, ¿ya saben qué será lo primero que harán cuando lleguen a los Ángeles?
—Ver el paseo de la fama.
—Ir al muelle de Santa Mónica.
Ambas hablaron al mismo tiempo—. Veo que están muy de acuerdo. —Gabriela sacó la lengua como respuesta a mi comentario.
La maestra de matemáticas entró al salón y todos los que se encontraban parados volvieron a sus asientos.
Regresé a mi escritorio, volteé a ver a Gabriela— ¡Hey! Pss —dije intentando llamar su atención—. ¿Sigue en marcha lo de hoy?
—Sí, ya te lo había dicho. —Volvió su mirada a la pizarra.
—¿Te espero entonces a la salida? —hablé en voz baja para que nadie se percatara, pero la maestra era experta en detectar quién hablaba durante su clase.
