Capítulo 2

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El hombre bien trajeado llevaba consigo un maletín que se ganó por completo la atención de la rubia. Tenía dinero. Todo su ser gritaba "dinero". Ser atractivo era un extra que se podía permitir. Su semblante estaba serio, fuera lo que fuera que estaba leyendo, no era de su agrado.

Masajeó su sien, dejando la carpeta en la barra, y tomó con su mano derecha el vaso de vodka que esperaba para ser bebido.

Cyara no podía dejar de mirarlo. Era hipnotizante. Algo en él le atraía hasta el punto de no querer apartar su mirada de allí.

—Cyara, ¿nos estás escuchando?

—No —admitió—. Mi atención está en alguien más.

Las dos buscaron con la mirada al sujeto y al encontrarlo dejaron escapar una risotada, mirándose entre ellas de manera cómplice.

—¿Él?

—Es guapo, ¿eh?

—Supongo —se encogió de hombros para después sonreír de lado y mirar a sus amigas—. ¿Lo conocéis?

—La pregunta sería "¿quien no lo conoce?" —Sara se llevó una mano a la frente—. Oh, vamos, no puedes estar hablando en serio... ¿De verdad que no sabes de quien se trata? ¡Sale mucho en la tele!

—No veo la televisión, ya lo sabéis, tengo otras formas de entretenerme.

—Es uno de los abogados más prestigiosos del país, lleva el caso de muchos presuntos criminales, la mayoría quedan libres o con pocos años de cárcel. Es realmente bueno en su trabajo, o debe de serlo, que yo de eso no entiendo nada.

—Uhm, me gustan los abogados —murmuró la rubia, dándole un último trago a su cerveza.

—No creo que a él le gustes, es un hombre de bien, lo más probable es que tenga su vida arreglada. Ya sabes, una mujer de revista, dos hijos, una casita bien posicionada...

—Lo he pillado, Laura, no tienes que seguir mencionándome su perfecta vida.

—Son solo suposiciones —es rápida en aclarar Sara—. Se habla de sus éxitos, no de su vida privada.

—Pero seguramente sean suposiciones ciertas —se encoge de hombros con despreocupación.

El tema fluye y Cyara se relame los labios para volver a sentir el dulce sabor de la cerveza en su lengua. Deja de prestarle atención a la conversación una vez más, sus amigas ya estaban terminándose la botella de vodka, no tardaría mucho tiempo el alcohol en subírsele a la cabeza así que tenía que aprovechar que podían valerse por sí mismas.

Se levantó de su asiento y caminó hasta la barra con pasos firmes, se situó al lado del hombre que había captado su atención pero este ni se volteó a mirarla, no se había inmutado de su presencia allí.

—Susana, ponme otra cerveza, por favor —pidió, apoyando uno de sus brazos en la barra.

—Pensé que tu plan no era emborracharte, Cyara.

—Los planes cambian —respondió, mirando el esmalte de sus uñas mientras estas golpeteaban con impaciencia en el mostrador.

La camarera sabía sus intenciones, no necesitaba conocer íntimamente a la chica para saber que es lo que tenía en mente, le puso la cerveza y se retiró discretamente.

La rubia pasó su dedo pulgar por la cabeza de la botella y clavó su mirada color verde aceituna en él, claramente interesada.

Él, que no era tonto, miró a su costado al notar su mirada. No, no la conocía pero estaba a punto de hacerlo.

—¿Necesita algo?

—Uhum —Mordió su labio inferior tras hacer el gutural sonido. Su voz era incluso mejor de lo que se imaginaba y el tono educado que había empleado le gustaba, no, le encantaba.

Lo analizó con atrevimiento, su mirada codiciosa era algo que lo consumía. Nunca fue una chica vergonzosa y menos cuando se trataba de hombres, o de mujeres, su bisexualidad no tenía preferencia por un género u otro.

—¿Cyara, necesita algo? —volvió a preguntar, esta vez agregando su nombre para captar mejor su atención.

Ella dejó que sus ojos volvieran a los de él, oscuros y penetrantes, como tanto le gustaban.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—La camarera lo dijo hace apenas unos minutos —señaló.

—Pensé que estabas sumido en tus cosas, pero al parecer estabas atento a todo.

—Siempre tengo mis sentidos alerta —afirmó—. Ahora te lo volveré a preguntar...

—No estoy sorda, no tienes que volver a preguntarlo. ¿Es que acaso tengo que necesitar algo para acercarme a ti? —ladeó su cabeza—. Solo vi a un hombre atractivo en un bar y me acerqué a ligar con él, nada más.

Él alzó sus cejas. No era la primera vez que una mujer ligaba con él, por supuesto, pero quizá si la primera que lo hacía de una forma tan directa.

—Pero te veo muy estresado con todo ese papeleo, tal vez ni un polvo te quite el estrés —chasqueó su lengua—. Formal y aburrido, me lo temía, aunque algo dentro de mí gritase que serías el hombre más interesante que he conocido en mi vida —bebió de su cerveza mientras él la observaba en silencio y ella sabía porqué, si sus amigas estaban en lo cierto y era abogado, entonces la estaba analizando, pero analizando de verdad. No le tenía miedo Cyara a un abogado, no le imponía, se sentía atraída por esa formalidad y esa forma de querer hacerlo todo perfecto.

—Estoy trabajando, Cyara, sé que no es el lugar adecuado para hacerlo, pero a lo que yo me dedico no hay un momento exacto para hacerlo. Mi mente piensa todo el tiempo, como la del resto de seres humanos, pero no piensa en sexo, piensa en lo mejor para cada caso. Sé que ya sabes de mi profesión, sería raro si no lo supieses.

—Eres un engreído —resopla ella—. Para tu información, hace minutos no sabía de tu trabajo, a decir verdad ni siquiera sé tu nombre. Créete importante si quieres, pero te voy advirtiendo desde ya que tu profesión no puede importarme menos.

Él alzó sus cejas de nuevo, impresionado una vez más por la actitud de la hablante. Que no supiera quién era ya decía mucho de ella, ¿es que acaso no miraba las noticias? Si su nombre era tema de interés todas las semanas.

—Soy Christopher Vélez —extendió su mano—, de ahora en adelante ya sabes mi nombre, Cyara.

Infames intenciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora