-Cap 7-
Una vez que Yoriichi fuera expulsado del cuerpo de cazadores de demonios, hacia la casa de Sumiyoshi, al llegar lo encontró cortando madera, Sumire al ver a Yoriichi le aviso a su padre.
Sumiyoshi al verlo lo invito a tomar un té y Yoriichi empezó a hablar.
Yoriichi: Quería que alguien me escuchará
Yoriichi: Después de estar pensando un rato, se me vino a la mente tu cara y la de Suyako
Sumiyoshi: Han pasado dos años, me alegra que estés bien, en aquel entonces Sumire era solo una bebé, ahora esta mucho más grande.
Yoriichi: Me hace sentir feliz el verlos felices, cuando veo a humanos ser feliz, también me hace feliz, este mundo es hermoso en todo sentido, pienso que nacer en este mundo ya es una bendición de por sí, mi madre era una mujer religiosa siempre le rezaba al dios del sol, mi maestro era prácticamente como un padre para mí, él me enseño el arte de la espada y su técnica, mi hermano era un buen chico siempre estaba preocupado por mí, incluso el día después de que mi padre lo golpeará y le dijo que se olvidara de mí, él hizo una flauta para mi
(Flashback)
Michikatsu le estaba dando una flauta y le dijo.
Michikatsu: Sopla esto si necesitas ayuda, nii-san vendrá y te salvará de inmediato
(Fin flashback)
Yoriichi: Yo era un hijo no deseado, así que después de que mi madre falleció por una enfermedad, yo me fui inmediatamente, me habían dicho que me convertiría en sacerdote, pero al final, nunca llegué al templo, quería correr tanto como me fuera posible y ver hasta donde llegaba el cielo.
y ahí le cuenta como conoció a Uta hasta como terminó su entrenamiento con su maestro, como se convirtió en cazador de demonios, como se enfrentó a Muzan,como le contaron que su hermano se convirtió en demonio y como fue expulsado de los cazadores de demonios.
Yoriichi: Fallé en derrota a Muzan Kibutsuji, permití que Tamayo escapara y mi hermano se convirtió en demonio, algunos querían que debería hacer seppuku, el patrón quien apenas se había convertido en Oyakata-sama a la edad de seis, no lo permitió, me lamenté por agobiar a un niño que recién había perdido a su padre