0.3|| Carta

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Sus bellos y hermosos ojos me miran con ese resplandor tan único, mi corazón bombea a mil por segundo y siento cosquillas en el estómago.

— Vámonos... —murmuro para ella.

Su sonrisa, que me quita el aliento, se extiende un poco más y frunce el entrecejo.

— ¿Qué? —pregunta en una risa baja.

— Vayámonos, tu y yo —repito alzando mi mano a su mejilla para acariciar su suave piel.

Sus ojos observan los míos y ríe por lo bajo.

— ¿A dónde iremos? —pregunta tranquila.

— No importa... —niego con la cabeza sin fuerzas— solo ven conmigo

Ella asiente sonriente y yo beso su frente sintiendo esa corriente eléctrica.

hace unas largas horas...

Cuando el sol empieza a asomarse por la ventana, caigo en cuenta de que no dormí en toda la noche. Mis ojos que aún están clavados en el techo, se cierran unos segundos buscando por fin encontrar el sueño, pero lo único que logro es, pensar en estrellas y un cometa.

Los abro de nuevo sintiendo un dolor en la cara, estuve sonriendo todo el tiempo y sin darme cuenta.

Al ver que ese pensamiento no se iría, solo lo dejé corromperme, no duró bastante ya que oí el timbre de la puerta.

Oh oh

Salí de la cama de un brinco corriendo a la puerta y antes de que volvieran a tocar la abrí.

— Buenos días, señor cartero —saludé.

— Hola chico -saludó estirando dos cartas a mi.

— Muchas gracias... —las tomé y sin esperar una respuesta que sabía que no iba a recibir, cerré la puerta.

Vi el sobre de la primera carta, "visite el nuevo parque arqueológico...", bla bla bla.

Cambié el sobre para ver la otra carta, pero mi mamá apareció en mi campo de visión.

— ¿Quién tocó? —preguntó en un tono candado.

— El cartero —expliqué en corto.

Ella se arrastró a la mesa y se sentó en una de las sillas tomando su cabeza entre sus manos.

Sabiendo lo que necesitaba, corrí a la cocina y encendí la cafetera, saqué pan, mantequilla y mermelada.

En lo que yo hacía todo eso, no sé si fue la rapidez con la que estaba haciendo las cosas o el humo caliente del café, porque comenzó a darme sueño.

Terminé de de hacer las tostadas y tomé una taza, serví el café y se los fui a dejar.

Ella me miró con una sonrisa del lado y acarició mi espalda con ternura.

— Gracias pequeño —murmuró.

Asentí y me senté frente a ella en lo que desayunaba. Tomé el sobre que me faltaba por leer y leí la portada.

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