Capítulo 7 Móvil

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Por un momento se sintió feliz, teniendo ese sentimiento de entumecimiento en las piernas que le recordaba a las veces que entrenaba con Chun, en aquel gimnasio y de noche. Sólo que ahora miles de ojos le miraban y las cámaras captaban todo. Zhan no podía correr por más tiempo, había llegado a su límite hacía media hora atrás. Le habían obligado a seguir trotando pero ya no podía, iba a desmayarse. Había estado siendo alimentado a base del suero, sus venas estaban todas lastimadas y los moretones de sus brazos dejaban ver esto. Aún así, tenía que correr. Los científicos que le veían pensaban que su animal podía activarse como un mecanismo de reserva, cuando su cuerpo humano no sirviera más pero Zhan se había cansado de decirles que así no funcionaba, pero nunca le escuchaban ni querían hacerlo.
Quería salirse de allí, transformarse y desgarrarle el cuello a todos, especialmente al sujeto que estaba presente en todas y cada una de sus pruebas. Zhan entendía que seguramente era quien estaba detrás de todo esto, algún tipo de jefe de aquellos laboratorios, un Alfa. Su Omega no paraba de gruñirle cada que tenía oprtunidad.

Pero no podía hacer nada, porque las personas que amaba estaban allí. Su madre estaba en ese mismo lugar, y Zhan sabía que era para tensar más la cuerda. Un movimiento en falso y ella salía lastimada. Y en frente suyo, en la mesa, estaban desperdigadas por todos lados fotos de su manada. Hai Kuan, saliendo de la empresa junto con Cheng, hablando. Jingyu, fumando en el estacionamiento mientras claramente lloraba. Su lazo dolía horrores cada que recordaba a su familia y Zhan no podía hacer nada más que lamentarse, haberse metido en todo ese lío. Su amigos estaban sufriendo, las ojeras de Cheng le ocupaban gran parte de la cara, Hai Kuan con el ceño fruncido raramente era visible y las lágrimas de Jingyu hacían que tuviera ganas de patearse el culo por ser tan débil.

O quizás tan egoísta.

Xiao Zhan no paraba de replantearse como si hubiese dejado de escuchar a su lobo, a su instinto, a su lazo, todo esto no hubiera sucedido. Había querido tener algo para él, algo que lo hiciera bien y feliz. Pero lo que había logrado había sido todo lo contrario, Chun había muerto por él, y Zhan temía que ese fuera el final para todas las personas que amaba.

Pero aquella amenaza no sirvio más, los constantes gritos cesaron cuando las piernas finalmente cedieron luego de dos horas de correr en aquella cinta, sin comida. El Omega cayó en el aparato, golpeándose el costado con las barras y rodando al piso, llorando por el calambre y dolor que le daban en las pienras. Lloraba, gritaba, pataleaba. Pero cuando los guardias se acercaron, no hizo más que acurrucarse y dejarse levantar, tragando las lágrimas que llegaban a su boca. No iba a luchar contra el final inevitable, y de sentía aún más débil por ello.

- Suficiente por hoy. - Hablo la voz del sujeto, el "Jefe". Zhan - si es que su cabello aún tenía color - no entendía por que le hacían hacer todo eso, llevándolo al borde, siempre. Llegó a creer que en realidad lo que querían era jugar con su mente, con sus límites. Explotarlo y llevarlo hasta el borde del abismo para que finalmente saltara. Rindiendo, confesando algo que ni siquiera tenía idea. Como si existiriera alguna fórmula, alguna manera de poder convertirse en lobo. Un botón secreto que tocar.

Fue llevado a su habitación a rastras, dejando sudoración en la cama donde fue arrojado. No tuvo furezas para cambiar de posición, ni siquiera para abrir los ojos. Se sentía cansado, abatido. Extrañaba a Yibo pero no tenía las fuerzas para llamarle, para pedir su visita. No tenia fuerzas para hablar con él, ni para comentarle que mañana sería su cumpleaños. Pero no iba a serlo, porque no iban a poder comer hamburguesas con su familia como única vez en el año, A-Xing no iba a venir con las muestras de tintura de la farmacia y a teñir su cabello nuevamente, el cual ya estaba sin vida. No iban a jugar al único juego de mesa que tenían en la casa y su madre no iba a llorar por no poder ver lo grande que estaban sus cachorros.

A mordidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora