Kelsey
"La muerte es el comienzo de la inmortalidad." (Maximilian Robespierre)
La leyenda del Fénix cuenta que, tras cada muerte, algo nuevo renace de esas cenizas. Podría considerarse asi mismo con la vida, tras cada muerte, un nuevo nacimiento surge, asi mismo es tras la caída de imperios, tras la caída de compañías, tras el olvido de tecnologías antiguas. En este caso, tras cada muerte, algo nuevo se descubre.
Para aquellos amantes del romance y las historias felices, les recomiendo detenerse aquí mismo, o continuar leyendo bajo su propio riesgo, no me hago responsable de las cosas que puedan suceder tras leer estas líneas. Ni siquiera yo misma sé que podría llegar a pasar si alguien descubre que decidí escribir todo lo que vivimos. En fin, si continuaste hasta aquí, felicidades mi amigo, número uno eres un masoquista, numero dos vives por el chisme o número tres crees que este relato es algún tipo de autoayuda para entender mejor tu vida. Créeme que si lo fuera no estaría escribiéndolo en una vieja computadora, con una botella de vodka en la mano y un cenicero lleno de viejas colillas al otro lado.
Bien creo que lo principal es iniciar por el inicio, lo sé un clásico, mi nombre a mutado con los años, pero diremos que el que más eh conservado ha sido Kelsey Abigail Olivera, actualmente podría decirse que estoy en mis vienti tantos, a ciencia cierta no lo sé puesto que tampoco podría decir la fecha exacta en que mi progenitora decidió traerme a este bello, sínico y podrido mundo. Crecí en el sistema, entre casas de acogida, familias sustitutas y por supuesto muchas muchas caras nuevas. Excepto una, un pequeño niño moreno que aquí llamaremos J, el llego a mi cuando solo tenía 3 años, los adultos decían que el motivo era que sus padres habían tenido un accidente y puesto que eran turistas nadie sabía muy bien a donde pertenecía, no traía documentos y tampoco estaba registrado en ningún lugar, asi que, por supuesto se unió al grupo de los rechazados por la sociedad, pero a los cuales les da pena dejar en la calle.
En fin este pequeño y yo hicimos clic al instante, en ese momento yo no creía mucho en nada como el cariño, el amor o nada por el estilo, quizás fue el hecho de crecer en lugares donde constantemente te recordaban la mierda que eras, pero en fin, mi lema era "sálvese el que pueda" y asi lo hacía siempre, podía decir que a pesar de tener apenas unos 4 años sabia manejarme muy bien con mi cara bonita y ojos verdes, los adultos siempre caían en el clásico revoleo de pestañas, no tanto asi los niños, los cuales podían ser muy crueles. Y asi le paso a J cuando llego, su primera impresión de niño querido con ropa bonita y un peluche bajo el brazo no agrado mucho a los niños que ya llevaban unos 5 o 6 años en ese lugar. En cuanto los cuidadores lo dejaron solo, tomaron su peluche y comenzaron a golpearlo, no me pregunten porque, pero al ver a aquel niño acostado en su cama juntando sus rodillas con su pecho llorando algo se detono en mí. ¿Recuerdan que les hable de mi linda carita de ángel verdad? Pues digamos que todos me veían de esa manera, por eso aquel mocoso no se esperó lo que hice, me prepare todo el día afilando una roca contra el suelo de la acera hasta que estuvo lo suficiente puntiaguda y me acerca a ellos invitándolos a jugar a las escondidas, y cuando menos se lo esperaban tome mi hermosa roca y golpee al mayor de ellos con aquella roca repetidas veces en el rostro. Al fin recuperé el peluche de aquel niño y bueno digamos que recibí una dolorosa reprimenda poco después, desde ese día él se convirtió en mi protegido.
J o Jamal, era literalmente la calma de mi tormenta de locura, y por lo tanto en cuanto el caía, era la primera en correr a levantarlo. Me asegure que nunca le faltara nada, haciendo lo que fuera necesario para ello, mentiría si dijera que no estoy orgullosa de lo que hice solo por ver su sonrisa. Para mi parecer Jamal era el muchacho más listo del mundo y estaba convencida que si alimentaba su mente lo sacaría de aquel agujero donde vivíamos. La primera vez que robé, fue a un niño de nuestra clase, y fue ahí cuando descubrí mi droga natural, la adrenalina. Si, era adicta, empecé con pequeños robos de almuerzo, luego escalé un poco más amenazando y golpeando para conseguir lo que quería, ropa nueva, zapatos, libros, esos hermosos lápices de colores que jamás tendríamos el lujo de costearnos, incluso uno que otro cigarrillo. Para mis 11 años ya era una busca pleitos de primera, la escuela era mi terreno y todo aquel que se atrevía a desafiarme, pues claramente no volvía al otro día al colegio a no ser que fuera para pedir una transferencia. Me sentía respetada, como no me había sentido en mucho tiempo, temida, pero eso no me bastaba quería más, lo necesitaba. Al cumplir los 16, abandoné aquel patio de juegos y decidí aumentar la apuesta en las calles, carteras, billeteras, etc. Conseguí mi primera navaja, y pues a todo esto yo confiaba que J se encontraba en un buen lugar concentrado en sus libros y estudios, mientras yo buscaba la vida para ambos arriesgando el cuello.
Un día decidí ir por el a la salida de las clases, espere y espere, pero él nunca salió. Ese fue mi primer ataque, recuerdo mi cuerpo sudoroso, y sentir un frio helado recorriendo mi espalda, aún conservo una pequeña marca en la palma de mi mano de lo fuerte que mis uñas se clavaron contra ella, comencé a buscar por todos lados. Corrí como loca por todo aquel maldito pueblo, hasta que al fin decidí volver al lugar que llamábamos casa en ese entonces y lo encontré dormido, iba a despertarlo de un buen golpe, pero en cuanto me acerque sentí un olor muy familiar, mis ojos se llenaron de lágrimas y sin pensarlo tome su móvil saliendo del cuarto. No me fue muy difícil adivinar su contraseña, revise todo lo que pude, hasta que la encontré, la maldita perra que estaba arruinando su vida, se hacía llamar Hallie, era mayor que él y planeaban huir juntos, recuerdo que mi vista se nublo de rabia en cuanto teclee una dirección fingiendo ser el para encontrarnos y poco después borre los mensajes y deje el móvil en su lugar. ¿Recuerdas que dije que no me arrepiento de nada? Bueno de esto, quizás sí.
Tome prestado un auto de la calle, algunas cosas había aprendido en mi arte de delinquir, y me encamine directo a donde la perra se encontraba, era tal como la imaginaba. Cabello lapislázuli, vestido ajustado, tatuajes y por supuesto que fumando (claramente no cigarro) como si no fuera nada.
-Disculpa el lugar está reservado espero a alguien- respondió con una sonrisa sínica en sus labios, lo que hubiera dado por clavarle la navaja justo en ese momento, pero claro en ese momento no era la persona que soy ahora-
-Me esperabas a mi perra, Soy Kelsey la hermana de Jamal y tú eres historia- Alce mi mano para callarla puesto que si escuchaba una sola palabra que no quería arrebataría una a una esas hermosas hebras de teñido cabello- Hare esto simple para ti y para mí- saque un manojo de billetes y se lo arroje- tómalo y lárgate de su vida, para siempre, no quiero que siquiera respires cerca de el-
Ella rio y tomo el dinero, me observo de arriba abajo y me lanzo el fajo de billetes de vuelta, chasqueo la lengua y juro que hubo un ángel cuidándola para que no acabara con ella en ese preciso momento.
-Mira guapa, esto no cubre ni la mitad del dinero que tu drogadicto hermano debe, ¿Qué pasa hermana perfecta no lo sabias? Tu preciado bebe es adicto al aderal, dice que es para estar más concentrado- Saco de su bolsillo una pequeña libreta y leyó en voz alta- nada más y nada menos que unos diez mil dólares, y para tu información- guardo la libreta nuevamente- yo estoy pagando esa deuda por él.
Tuve que haber pensado mucho mejor las acciones que cometí en ese momento, pero el impulso me gano y el hecho de imaginarme a mi pequeño con esa mujer mucho más.
-Yo me ocupare de la deuda desde ahora, asi que ya estas saldada toma el dinero y haz una vida nueva- la mujer me observo de arriba abajo sin detenimiento y pronuncio - ¿Cuántos años tienes niña? -
-Voy a cumplir 18- mentí- y de todas maneras necesito un trabajo, asi que lo tomo
Luego de aquella conversación mi vida cambio por completo, lo poco que recuerdo de esos meses es ver aquel cabello azul desaparecer al igual que mi vida. Me volví bailarina tiempo completo, porque estaba claro que mi hermano no podía tener una deuda con un tipo cualquiera si no que tenía que ser con un pez grande y casualmente haberse metido con una de sus "chicas favoritas". Asi pasaron los años y no me quejaba, podía maltratar a quien quisiera, robarles su dinero, bailar y de vez en cuando había uno que otro cliente agradable y la deuda cada vez disminuía mas.
Jamal ya está pronto a cumplir los 18 y pues ya iban a echarlo de la casa de acogida, yo estaba bien viviendo y trabajando en el club, bueno también entendamos que no conocía otra vida en ese momento, el dinero ya no escaseaba y me había convertido en una favorita más. Me esperaba todo en ese momento, todo excepto el hecho que el jefe me llamara a la oficina y aun peor que no estuviera solo, pero no termina ahí, frente a mi había una de las tantas chicas que allí trabajaba de rodillas con la cara ensangrentada y llorando. El hombre sentado en la silla del jefe dijo algo que hasta hoy no lograre entender y uno de los muchachos de traje negro que allí se encontraba tendió un arma en mis manos. Sabía lo que significaba, dejaría de ser una simple ladrona en cuanto apretara el gatillo, pero no había otra manera, tenían mi vida en sus manos y lo único que me importaba, asi que sin más tome el arma y apunte justo a su cabeza, ella me miraba como rogando piedad, no podía dudar asi que, sin más, jale el gatillo. Aun puedo recordar esos ojos verdes clavados en mí, como dicen la primera muerte nunca se olvida.
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La suerte esta echada
Teen FictionNacer con una marca en la espalda, un destino escrito y un final maldito. Esta es la historia de la desgracia, la coincidencia, el amor y la venganza, unidos todos en buqueda de respuestas. Huérfanos, almas perdidas... En fin el lado oscuro de la re...