18

477 41 7
                                    

Pasaron unos días, en donde seguían sin saber nada de Loreto y Débora. El sentimiento de preocupación por la situación cada vez era mayor.

Todos estaban asustados por lo que pudiera pasar. Sabían que Débora y Loreto querían venganza, y que harían cualquier cosa para verlos sufrir.

En la Hacienda ya no se respiraba ese aire a campo que tanto gustaba respirar, ni había la tranquilidad ni la paz que siempre había habido.

Ahora en el aire se podía notar toda la tensión que había, y la tranquilidad y la paz se había esfumado como espuma en el mar. Hasta los caballos notaban toda la tensión y el estrés.

Hablando de los integrantes de la familia Santos, no había mucho cambio al de la Hacienda. Y aunque intentaban disfrutar de los momentos juntos, ninguno podía olvidar por todo lo que estaban pasando.

Victoriano había hablado ya con sus dos hombres de confianza dentro de la Hacienda, sin contar a Emiliano, que eran Artemio y Benigno. Les había dicho lo que la policía le había dicho a él, que pensaban que había algún topo en la Hacienda.

Quería que estuvieran muy pendiente de todos los trabajadores y que cualquier cosa rara que vieran, que se lo comunicaran a él enseguida.

Él no había vuelto a la procesadora, trabajaba desde la Hacienda. No quería irse, dejar allí a su mujer sola, embarazada y que pasara algo de lo que después su pudiera arrepentir.

Y aunque allí estaba lleno de policías y trabajadores, sentía que si no estaba él allí, cuidándola, no la protegía. Y no iba a permitir que Loreto los separara otra vez.

Inés, cada vez más preocupada por la situación, se había puesto mal un par de veces, y eso preocupó mucho a Victoriano, no quería que le pasara nada ni a sus revoltosos ni a su morenita.

Los bebés estaban bien, pero el médico le había dicho que tenía que hacer reposo absoluto, el día del parto se acercaba y con todo lo que estaba pasando, tenía que estar tranquila. Aunque ella decía que se sentía bien y que podía bajar.

En esos días, la pequeña Andrea y ella se habían convertido en buenas amigas. Andrea la ayudaba en todo, jugaban juntas siempre, Inés le leía cuentos por la noche,...

Las nietas de Inés y Victoriano se comunicaban con sus abuelos por videollamada, Lisette no permitía llevarlas allí por lo que estaba pasando, en cualquier momento Loreto y Débora podrían aparecer y era mejor no arriesgarse.

Y aunque la situación les sobrepasaba, se tenían como familia para apoyarse y ayudarse.

>>Una semana después..

La cosa no mejoraba, al contrario, empeoró.

A la familia Santos les llegó un regalito una mañana después de desayunar.

>>>>>>>>FLASHBACK<<<<<<<

Terminaban de desayunar cuando les avisaron que había llegado un paquete para ellos. Todos extrañados, fueron hacia la sala, que es donde habían dejado el paquete.

Vieron una caja, ni grande ni pequeña, toda negra. El miedo empezó a invadir a los presentes, no sabían que era esa caja, pero todos tenían un mal presentimiento.

Victoriano fue el que caminó hacia el paquete y a su lado, una nerviosa Inés.

Lo abrió como si se tratase de algo que con apenas tocarlo, se rompiese. Cuando finalmente lo abrió, vio otra caja dentro, un poco más pequeña, pero ahora había una carta.

La cogió temblando y empezó a leer.

"TIC TAC, TIC TAC"

No podrán con nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora