II

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Y fuimos hasta aquel palacio de cristal. La llevé allí, a ella, reina de mi reino, porque se había olvidado que la luz es incansable. Intenté que en uno de sus despistes los rayos de sol se colaran por una de las grietas de su razón quebrada. Permanecí junto a ella con mi silencio y mi risa, y mi presencia, para hacerla saber que no importa lo oscura que se sienta ahora, pues yo siempre estaré,
para ella.

Arreglar cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora