Edmund

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Tenía entre mis manos la carta del duque, y en ella, estaba escrito el nombre de Edmund Eros.

Mis ojos veían por una de las ventanas del carruaje, que el duque me había prestado, el cielo estaba nublado, y de el, pequeños copos caían lentamente, en la extensa tierra cubierta por abundante nieve; los pocos árboles que veía estaban delgados y un poco más altos que un humano, solo un árbol era gigante, se podía mirar a lo lejos, sin embargo, solo quedaban algunos pedazos de su viejo tronco, y eran escasas las cabañas por las que pasaba, cuatro, quizás cinco, hasta que por fin llegué.

La cabaña del hermano del duque fue la más pequeña y sucia que vi, tan vieja y descuidada, que era lo peor que le podía desear a un ser humano, toqué con sumo cuidado la puerta de madera, no quería que se cayera.

—¿Qué es lo que quiere? — una voz áspera se escuchaba del otro lado.

—Vengo del ducado Eros, señor Edmund. — a los pocos segundos la puerta se abrió con brusquedad, dejando a un hombre descuidado, calvo, gordo y  con todo el hedor del alcohol.

—Por fin. El duque Eros se acuerda de su hermano mayor. — rió abriendo su boca, tenía solo cuatro dientes, luego se puso serio y alzó su mano. —Dame mi dinero y lárgate de una vez.

—No señor. Su hermano le envió esta carta.

Me la quitó leyó y en tan poco tiempo.

—Ese bastardo ya no me dará mi dinero, y yo que le dejé el ducado ¡Es un bastardo malagradecido! — su cara tosca estaba tan roja, que se le marcaban las venas de la sien, pero luego me vio y sonrió. —¿No quieres ganar un par de monedas de oro?

—¿Disculpe?

—Si matas a mi estúpido hermano, te recompensaré con una, no, dos bolsas llenas de monedas de oro ¿No es una buena oferta? — verlo con esa horrenda sonrisa me enfermaba.

—Me rehúso, señor. 

Era mucho lo que pedía por una pequeña recompensa, y viendo el tipo de persona, podría estafarme después  de hacerlo, dándome piedras, o incluso llevarme al calabozo por homicidio, no solo perdería dinero, sino mi vida por algo muy tonto.

 —Como osas negarte. 

Con un tipo de navaja, la cual la usó para abrir la carta, me atacó, apenas reaccioné y con mi mano izquierda me cubrí el rostro, sentí como la punta penetró la palma de mi mano, y no pude evitar gritar, el dolor era muy agudo, quitó su pequeña arma dispuesto a atacarme nuevamente, pero un puño le llegó a la cara y lo dejo tirado en el piso desecho de la cabaña, el chófer del carruaje había intervenido.

—Tocarme con tus sucias manos es un maldito crimen.

—Cállate, puerco asqueroso, o te destrozaré uno por uno tus putos dedos — la amenaza del chófer era tan fuerte que me paralizó solo de oírlo —. Regresemos al ducado. — dijo más tranquilo.

Cuando el carruaje avanzó oí a gritos la voz de Edmund.

—¡Algún día me vengaré de todos ustedes!


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⏰ Última actualización: Mar 18, 2022 ⏰

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Dulce amor tormentosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora