Un paraíso rojizo

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Un rayo de luz se posó en mi frente y una ola de viento me hizo andar, parecen las primeras horas del día, es un bosque hermoso lleno de flores y niebla. Es como un paraíso, aquí la primavera debe ser eterna, estoy rodeada de esta paz absoluta. Caminando observo el suelo, hay un rastro casi imperceptible marcado con pelos relativamente pequeños, tomo conciencia y siento miedo, tanto miedo... ¿Cómo he llegado aquí? Me pregunto, por más que pienso no se la respuesta. Me detengo y respiro, el aire estaba perfumado por los girasoles, me apetecía tocarlos, deslicé mis dedos hacía uno de ellos, extendí la mano todo lo que pude ¿Se esta alejando de mi el girasol o solo lo imagino? Caminé hacia delante y volví a intentar tocarlo, fallando una vez más ¿Cómo es esto posible? Me esforcé en recordar otra vez cómo había llegado y sobre todo que era aquel lugar pero no obtuve éxito alguno, volví al camino y tomé un pelo para examinarlo. 

Era del tamaño de una uña, rojizo, liso pero grueso, con forma de arco y parecía que todos tenían el mismo tamaño, tome otro para comparar y era cierto. Las preguntas comenzaron ametrallar mi cerebro ¿Es el pelo de un animal? ¿Es el pelo de un humano? ¿Y si es vello púbico? Tuve náuseas y dejé los pelos en el suelo. Me concentre otra vez en el paisaje, la ultima vez que mire había girasoles, pero ahora veo margaritas y alrededor de ellas hay elevados arboles de pino ¿Acaso me estoy volviendo loca? Yo no he movido mis pies, puedo jurar que no me he movido de aquí, la frustración me hizo vociferar en voz estruendosa -¿Qué es lo que está pasando? ¿Quién me ha traído aquí? ¿Dónde estoy?

El suelo comenzó a temblar, flaquearon mis pies y caí de rodillas, un viento fuerte comenzó a soplar tan deprisa que zumbaron mis oídos, los cubrí con las manos, pero un silbido estremecedor hizo que me retorciera de dolor, presione mis oídos con los ojos cerrados, deguste el sabor amargo de la muerte, sentía el temor hasta en mis huesos, el piso seguía temblando y me era imposible mantener la estabilidad así que rodaba en distintas direcciones. Había pasado un largo rato, o al menos así lo sentí, creo que perdí el conocimiento por unos instantes, pero ya el suelo se había dejado de mover.

Esta vez sentía tanto miedo que no quería abrir los ojos, estaba allí tirada en el suelo en posición fetal cubriendo mi cara con las manos mientras titiritaba del frio o el espanto, era imposible saberlo. A pesar de lo horrorizada que me había dejado el incidente del temblor ahora sentía el ambiente tan armonioso, como la paz que acompaña el final de una guerra trataba de confiar en que al abrir los ojos despertaría en mi casa, pero no podía convencerme del todo. Mi mente volvió a traicionarme y comencé a imaginar los escenarios fatídicos en los que podría morir si no lograba ver que sucedía, inhale y exhale un par de veces, inicie un conteo mental muy lento del diez hacia el uno, sin embargo, apenas iba en el cinco cuando sentí que algo caminaba por mi pie izquierdo y el miedo que me había obligado a permanecer ciega se volvió contra mí para hacerme ver.

Era solo una estúpida rama, pero el escenario con el que me tope si que me dio escalofríos, todas las flores me observaban, cada una de ellas estaban giradas hacia mí, quede inmóvil, creo que hasta mis pulmones se paralizaron. Cada flor tenia un gran ojo que parecía humano, con pestañas deslumbrantes de color rojizo, al menos he descubierto uno de los misterios, aunque ese me encamine a otro. Mi cara temblaba por la inercia del momento más espeluznante de mi vida, flores que tienen ojos, flores que poseen pestañas, flores que me observan a mí, recordé la inicial alegría que había sentido y se convirtió mi sentir en una tristeza profunda.

—¿Por qué lloras?

Mi corazón dio un fuerte latido, no sé cómo podía permanecer aún en mi pecho y otra vez lo escuche hablar.

—No llores, no tienes que llorar chica

Era una voz suave y dulce, pero para ese entonces ya todo me parecía lúgubre, mi mente no dejaba de pensar en el peor de los destinos. Trate de buscar con la mirada de donde venia aquella voz ¿Eran las flores? ¿O había otra persona? Estuve tan enfocada en las flores y el miedo que no vi que cada árbol tenía bocas, diminutas y numerosas que iban por todo su tronco, no dudo que era el día más extraño de mi vida.

—Por qué lloras? Aquí no se puede llorar, ve a otro lugar a inundar con tus lágrimas —esta vez la voz era hostil y ronca.

—Es solo una chica asustada—volvió la voz a tornarse armoniosa como al inicio.

Si los hechos no hubieran ocurrido en la manera que ocurrieron quizá aquella discusión entre el árbol de roble y la caoba me hubiera soltado una risa. La caoba parecía querer ayudarme aun con la indisposición del roble, hice un último esfuerzo y logre hablar -¿Usted sabe donde me encuentro? ¿Cómo se llama este lugar?

—Este lugar es el paraíso no lo vez —dijo el roble, antes de ser interrumpido por otro árbol que parecía castaño —Creo que debes comenzar a contarle desde el principio, no es una chica es muy lista.

Me sentí ofendida, pero vacile los sentimientos, y mire al árbol de roble esperando su respuesta. Como permaneció callado le pregunte una vez más con tono desgarrador—Me puede decir como llegue aquí? ¿Dónde estoy? Es lo único que le pido, tenga piedad.

Y de repente luego de un silencio que pareció eterno, empezaron una tortuosa sinfonía de carcajadas al tiempo que con cada pestañeo las flores soltaban pelos que viajaban por el viento hacia el camino, y una tormenta de recuerdos nublo mi mente, era la protagonista de varias escenas, en una fiesta, luego en una calle, luego tirada en el suelo, luego observando cómo la gente lloraba en lo que parecía ser un funeral ¿De dónde había traído todas esas situaciones? ¿Y porque podía verme a mi misma?

Uno de los árboles que no había hablado hasta entonces interrumpió mis pensamientos - Bienvenida al primer día tu muerte.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2022 ⏰

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