𝟑 ☆ Ligera sonrisa

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Después de esa conversación el ambiente se tornó tenso. Me ofreció ramen, solo para tener una excusa para ir a la cocina, supongo. Dije que sí quería aunque no tenía hambre, quizá la distancia nos ayudaría. —Así que... eres de China, ¿no? —pregunté buscando tema de conversación.

—Sí, llevo poco tiempo aquí —vaciando las bolsas de ramen instantáneo en el agua hirviendo.

—Oh, ¿te costó adaptarte? —pregunté con curiosidad posando mi mentón en la recargadera del sofá.

—No mucho —comiendo los fideos rotos que quedaron en la bolsa—, no sentí muchas diferencias culturales porque era igual de inadecuado en casa. Tampoco es que tuviera mucho que extrañar de allá, estaba lleno de imbéciles... bueno, aquí también, pero al menos tengo a Mark.

—¿Quién es Mark? —estirando mis brazos.

—Mi mejor amigo, vive aquí a un lado —agitando el sobre de sazonador—, su nombre coreano es Minhyung, pero prefiero llamarlo Mark. Tampoco es de aquí.

—Oh... —«¿Cómo puede hablar tan rápido?», pensé, no me dejaba espacio para decir mucho, pero eso era bueno porque no tenía mucho que decir—. ¿En verdad no extrañas nada de allá?, digo, creciste ahí...

—Hmmm... —pensando cuidadosamente mientras vertía el sobre—, la comida, algunos lugares... sí hay varias cosas, pero no son nada comparadas con el infierno de vivir con mis padres.

—Espera, ¿vives solo? —pregunté con incredulidad dejando mis brazos en el aire.

Chenle me miró con confusión. —¿Obviamente...? —frunciendo el ceño—, ¿pues qué pensabas?

—Yo... creí que estudiabas en Zafiro porque tus padres se mudaron aquí.

—¡Dios, no! —expresando disgusto—, ¡prefería que me pasara un camión encima a vivir cerca de ellos!

—¿Qué? —quedando boquiabierto.

—¡Como oíste! —mezclando con un par de palillos—, ¡y el sentimiento es mutuo, puedo asegurarte que solo me mandaron aquí para deshacerse de mí!

Me sorprendió ver la forma en que se expresaba de su familia, quizá por lo importante que para mí era la mía. No tenía quejas sobre ellos, me educaron correctamente y teníamos una buena relación. Pero esa era solo mi propia experiencia, y por alguna loca razón creía que esa era la de todo el mundo. Así que a través de mi ignorancia decidí preguntar: —¿Y por qué querrían deshacerse de ti?

Chenle se quedó quieto nuevamente, apagando el fuego. Al instante me di cuenta de que no fue buena idea. —¿Qué intentas decir?

Empecé a ponerme nervioso. —Nada, solo era una pregunta.

—Bueno, es una extraña pregunta —cruzando los brazos.

Aquí íbamos de nuevo. —Disculpa, no quería que se entendiera así.

Chenle se notó molesto, pero miró a otro lado y eventualmente se calmó. —En realidad no los culpo, hice un desastre por allá —buscando trastes en su alacena—, digamos que no soy alguien fácil de lidiar.

—¿Por qué?

—Pues, ellos odian el ruido —sirviendo—, y yo soy lo equivalente a un concierto sin tapones de oído. Excepto que ellos nunca se acostumbraron al volumen.

Se me hizo curioso que lo dijera como una metáfora, me pregunto si la habrá pensado antes o se le ocurrió en el momento. Entonces él siguió hablando. —Pero es que, ¿por qué les importa tanto las opiniones de otros?, digo, en su mayoría escuchan gente mediocre que ni siquiera sabe lo que está pasando en su propia casa pero se creen con el derecho de juzgar a los demás. Es tan... —haciendo una pausa repentina al notar mi mirada de confusión—. ¿Sabes qué?, olvida eso. ¿Quieres ramen?

Me tomó por sorpresa el repentino cambio de tema, aunque tenía sentido, parecía haberse perdido en una tangente. Pero era interesante, todo lo que salía de su boca era interesante, incluso si no lo entendía por completo o me perdía en el camino, lo supe desde el primer día.

Pensé en decirle que no se detuviera, pero no lo hice porque temí que él no supiera cómo continuar. Algo tonto mirando atrás, eso no era ni un porcentaje de lo que Chenle tenía para contar. Quizá si lo hubiera hecho habría aprendido más sobre él desde el inicio, nos habríamos ahorrado varios problemas. Quizá debí haberlo escuchado más atentamente, haber mostrado una cantidad abrumadora de interés y gentileza, haberlo hecho sentir seguro desde el minuto uno. Aunque no estoy seguro de si eso habría sido suficiente para que fuera sincero conmigo, para evitar todo el caos que se originó naturalmente de nuestro encuentro; pero de ser así, mataría por haber tomado ese camino.... Oh, ahora el que se perdió en una tangente soy yo. Creo que debería seguir contando.

Asentí y caminé hasta su desayunador, me sirvió en un bello plato de cerámica pero él estaba comiendo en uno desechable. No pude evitar reír al darme cuenta. —¿De qué te ríes?

—¿Por qué usas eso? —mirando su plato.

—Un traste menos que lavar —mencionó alzando sus cejas. Reí más fuerte cubriendo mi boca.

—Pero... —intentando calmarme—, ¿entonces por qué a mí sí me diste uno?

—¡Bueno, eres mi invitado! —respondió histérico—, ¡obviamente te serviré en platos decentes, podré ser socialmente inadecuado y repudiar la pretensión, pero jamás descortés!

La seriedad con la que lo tomó me puso peor hasta el punto en que se me cortaba la respiración, pero aún en ese estado pude darme cuenta de que esbozó una ligera sonrisa mientras me miraba. Mi risa fue disminuyendo en cuanto la noté, era un gesto pequeño, un gesto mundano, pero se sintió especial para mí. Simplemente fue tan diferente a todo lo que había sentido de él antes; aunque bueno, tampoco es que fuera mucho, acababa de conocerlo y además no duró nada, en cuanto dejé de reír volvimos a la comida, a sus expresiones confiadas, intimidantes e intensas usuales. Pero ese momento quedó enmarcado en mi memoria como un cuadro colgando de la pared de un museo. Todo lo que pude hacer fue preguntarme «¿De dónde vino esa sonrisa?».

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⏰ Última actualización: Oct 04 ⏰

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