Capítulo 4

103 17 19
                                    

A la mañana siguiente Isabel Y Rubén se encontraron en el comedor donde desayunan continuamente, cuando el tiempo laboral se los permite.

— ¿y tu hijo no desayuna con nosotros?

— No lo creo, pasé por su habitación y no estaba. Debió haber salido más temprano.

— Disculpe que me meta señor -menciona la señora de servicio, Carmen- pero el joven está en la casa pero al parecer durmió en el despacho.

Isabel enseguida miró a Rubén con una mirada triunfante, omitiendo una vez más el trato hostil de la mujer hacia ella.

— Despiertalo Carmen, por favor.

— ¡No! -enseguida intervino Isabel- por favor no lo despiertes hasta que el señor y yo nos hallamos ido, eso siempre y cuando no despierte antes -siente la mirada de Rubén sobre ella y lo mira- por favor, un gusto más y ya.

Exhala y mira a la mujer -Lo que dice la señora, Carmen.

— Cómo usted diga Señor, compromiso, voy por sus platos.

— Adelante... -una vez que quedan solos mira al hombre- no te enojes conmigo pa

— No estoy enojado hija pero simplemente no veo porque hacer la maldad.

— Solo porque si... Y de una vez te digo que pienso ser una jefa exigente.

— Ni me digas que aun no sabe que tendrá un cargo más alto que el tuyo.

— Estoy ansiosa por ver aquello.

Rubén niega y no puede evitar sonreír por la alegre risa de la joven.

Un rato más tarde ya que habían desayunado se reunieron en el recibidor y e ahí partieron al auto, mismo que los llevó a la empresa.

Cuando Carmen estaba por ir a despertarlo llegó el joven, como le decía desde que entró a trabajar a esa casa, entró a la cocina.

— Carmencita, pero que bien huele ¿con que me vas a deleitar hoy? -se acerca a ella dándole un afectuoso abrazo.

— Ay joven estaba por ir a despertarlo, su padre y la señora se acaban de ir a la empresa... ¿Quieres sus huevitos como tanto le gustan?

— ¿se fueron ya? -ve la hora en un reloj de esa habitación- ¡mierda! Carmen, dejamos los huevos para otro día, ahora solo un café, bajo en 5 minutos.

— Ay señor... -lo mira salir corriendo literalmente de la cocina, niega- estos dos van a armar la tercera guerra.

José Manuel en la habitación pronto se metió a la ducha, se dio el baño más rápido de su vida y salió aún mojado, mientras se seca a también buscaba ropa. Sus trajes arrugados, maldijo una vez más e hizo lo que pudo, no sé veía muy elegante pero se salvaba.

Se peinó de prisa, tomó su celular y se bajó corriendo. Al pie de la escalera estaba Carmen, que enseguida le dio la taza con café y el se la bebió como si caliente no estuviera. Checo la hora nuevamente. Ya iba una hora tarde.

— Con cuidado, joven. -le gritó Carmen al verlo arrancar de prisa.- ay señor cuidalo por favor -se persigna.

Media hora había pasado de lo acordado para esa reunión, Isabel caminaba de un lado a otro haciendo sonar sus tacones contra el piso de madera.

— Hija, te vas a acabar la suela de esos zapatos y están muy bonitos.

— No me importa pa, me compro otros.

— Ven Isa ¿que pasa?

— No sé qué pasa pa... Bueno si sé... -suspira- ¿y si todo esto solo empeora las cosas?

La mujer de los Álvarez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora