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Mis dedos tecleaban con toda la ansiedad que mi cara trataba de ocultar. 
-¿Qué quiere? ¿Por qué te vuelve a hablar? ¿Qué te dijo?
-No sé, Loli, alcancé a ver el hola y empecé a borrar todas las notificaciones de sus mensajes, no quiero abrir el chat.
-No pensé que le fuera a dar la cara para volver a hablarte después de todo lo que pasó.
-Yo tampoco.
-Debe estar muy necesitado, con el cariño que te tengo, pero no way. ¿A parte no sabe de Fidel?
-Lo bloqueé de Instagram y de whatsapp después de esa noche. 
-Cierto... y hablando de tu novio, ¿qué pasó?¿al final pudieron concretar o qué?
-No. Intenté, pero le cambiaron la dosis de una medicación y no quiso ni siquiera intentarlo.
-No sé cómo haces, en serio, dos años sin tener sexo con tu novio, perdón, sin tener sexo con nadie, Sor Eloísa, no sé cómo haces, repito.
-Basta
-Ya sabes lo que pienso, no tenemos quince años, no podes seguir en una relación que te hace infeliz.
-No soy infeliz. Fidel es el mejor compañero, jamás  me sentí tan admirada por alguien, y esa mierda es más potente que el amor.
-¿Más potente que un buen polvo? Jajajaja, ni me contestes, me tengo que ir, abrí el chat del boludo y escribime que después te leo, te quiero. 
Loli tenía razón. Se suponía que con el fin de mantener al mejor compañero de ruta, yo cedía mi deseo, al menos lo transformaba en otras experiencias igual de gratificantes, o eso me gustaba pensar. 
Caleb Urquía: ¿estas?
Mis manos soltaron el celular y cayó al suelo. Fidel salió del baño con una toalla abrazando su cintura y lo recogió en un reflejo envidiable. 
-No estas en posición de romper otro celular, después de semejante movida -me dijo dándomelo.
-No, ya sé, se me resbaló.
-¿Pudiste arreglar con la inmobiliaria?
-Sí, acordamos un pago en tres cuotas.
-Bien... sabes que si necesitas ayuda, podes contar conmigo.
-Quiero hacer esto sola, no quiero que me des plata.
-No es darte plata, es un inversión -dijo sonriendo- nuestra casa, ¿te acordas?
Yo le sonreí de nuevo mientras seguía pensando en lo que mi amiga me había dicho. 
A Fidel lo conocí en uno de mis tantos viajes a Capital Federal. Había ido a la muestra de poesía latinoamericana que se organizaba en el Centro Cultural Recoleta, y mientras esperaba las lecturas de una amiga lo ví discutiendo con otro tipo sobre una escultura. Me cautivó de inmediato, el pelo lo llevaba recogido en un rodete aunque sus mechones oscuros salían por todos lados, los ojos marrones le saltaban por sus anteojos, y sus manos enormes viajaban en el aire para dar énfasis a sus argumentos. En un momento se acercó a mí y me preguntó qué pensaba de la obra que estaba viendo, y le dije que me parecía pretenciosa, que para mí el autor había intentado imitar estilos no propios y que en conclusión era un collage extranjero a su creatividad. Me dijo que era la mejor crítica que había recibido en mucho tiempo. Me sentí fatal cuando me dí cuenta que la obra era suya, de repente un calor me subió desde la panza hasta la cara en tiempo récord, y miré para todos lados buscando a mi amiga. 
Fidel hacía de la incomodidad algo hermoso, esa es era su característica. 
Después de la lectura todo sucedió muy rápido, me invitó a conocer su estudio y el resto anduvo en patines. 
Me enamoro rápido cuando alguien me cautiva, el tema es sostenerlo. Todo me dura poco, de todo me aburro rápido, así pasé por tres carreras universitarias, diferentes trabajos. Fidel era tenaz, sabía cómo lidiar con mis cambios. 
Cuando siento que algo está bien por mucho tiempo necesito romperlo, crear caos, perderme un poco. Me siento mucho más viva y mejor preparada para el dolor y la confusión, la adrenalina de no saber a dónde salir corriendo. Me manejo mejor en la hostilidad, se entiende por qué salía con un adicto en recuperación. 
La idea de convivir con Fidel me generaba muchísima ansiedad. Sentía que cada vez que traía el tema una nube negra se paraba encima mío para llenarme de una angustia incontenible. No quería vivir con él, no estaba segura de convivir con alguien a quien no le generaba nada tenerme desnuda enfrente suyo. Pero cada vez que yo intentaba rompernos, Fidel nos rearmaba. Con proyectos juntos, escapadas a Buenos Aires, cenas improvisadas, siempre lograba soldar la grieta que se abría paso adentro mío.
-¿Pedimos comida? ¿sushi?
-Estoy ahorrando, ¿no te acordas?
-Invito yo -sacó su billetera riendo y agarró su celular. 
El brillo de mi móvil se apagó y luego se volvió a prender. 
-House of sushi no tiene más delivery -dije nerviosa, era nuestro local favorito- sólo hacen take away, lo vas a tener que ir a buscar, son sólo tres cuadras -dije con mi sonrisa compradora. 
-Te salvaste porque estás recién mudada, la próxima vas vos -dijo poniéndose la remera. 
A penas salió por la puerta desbloqueé mi teléfono y abrí sus chats.
"Hola.
No puedo creer que estoy haciendo esto.
Quiero verte.
¿Estas?"
El online en verde al lado de su foto me generaba esa clase de ansiedad que me gustaba, sabía que cuando le respondiera todo caería, como cuando se toca una pieza de dominó y la física hace lo suyo.
-Estoy -teclé apurada. El visto se marcó de inmediato y cuando vi su escribiendo salí de su chat.
-¿Cómo estas?
-Bien. ¿Por qué me escribis?
-Me quedé mal por cómo pasaron las cosas. Me porté como un idiota y te juro que no soy así el 100% del tiempo.
-Incomprobable -sentencié
-Me gustaría verte, que charlemos, tomar algo, tranquilos. Prometo no ser un boludo. 
-Me escribís sólo porque no tenés con quien cojer.
-Tengo con quien, pero quiero cojer con vos. 
Un calor me subió desde los muslos hasta la panza, los labios se me secaron y los humedecí nerviosa. Con vos. Quiero cojer con vos. Las palabras que no oía hace dos años. Con vos, puedo hacerlo con muchas otras, pero quiero que sea con vos. La fantasía de la elección siempre me llamaba como el lobo a caperucita. Logró lo que quería, dejarme pensando por qué, si puede con tantas, por qué conmigo. Clausurar la libertad es intrigante. 
-Te agradezco el gesto de escribirme, pero tengo novio.
-Está bien, no quería molestarte. De nuevo, perdón y espero que esté todo bien.
-Todo más que bien -respondí y escuché el ruido de la llave en la puerta. Solté el celular de inmediato y se volvió a estallar contra el piso. 
-Listo, lo mataste -dijo Fidel desde el living. Salté de la cama y agarré mi teléfono que ahora tenía la pantalla rota.
-Sólo un poco herido -grité. 
Esa noche, entre un par de California rolls y una botella de rosè, se abrió en mí una nueva grieta: la posibilidad. 





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⏰ Last updated: Feb 14, 2022 ⏰

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Los lugares sin vosWhere stories live. Discover now