Sin tiempo que perder

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Asta había fracasado en muchísimas ocasiones de su vida. Desde que nació, incluso, pues era una persona sin poder mágico en un mundo en el que se valoraba más a las personas cuanto más tuvieran.

Tras unirse a la orden de los Toros Negros como Caballero Mágico del Reino del Trébol, también experimentó qué era fallar. Había vivido muchas batallas, peleas, guerras interminables y situaciones complicadas y no en todas había salido victorioso. Era inevitable. El éxito también viene acompañado del fracaso. En todas las situaciones de la vida.

Lo que no se esperaba era que su confesión de amor saliera tan absolutamente mal. Sí, también estaba acostumbrado a fracasar en sus declaraciones amorosas, pero eso siempre le había sucedido con la Hermana Lily.

Nunca imaginó que descubriría que eso era solo un capricho propio de un adolescente necio y que el verdadero amor lo estaba esperando mucho más cerca de lo que se podría haber llegado a imaginar nunca.

Se sintió completamente idiota cuando se dio cuenta de que le gustaba Noelle. Siempre la había admirado, pero nunca la vio con otros ojos, con unos más maduros y realistas. Nunca, hasta hacía unos seis meses, en los que Noelle pasó unos días en la casa de los Silva para estrechar lazos con su recién recompuesta familia. La echó tanto de menos que un miedo indescriptible se apoderó de su ser al pensar que no volvería jamás.

A partir de ese momento, comenzó también a analizar cómo ella se comportaba con él. Tenía atenciones que con otros compañeros no, pasaban mucho tiempo juntos y sonreía más cuando estaba a su lado. Darse cuenta de los sentimientos de ambos fue raro, confuso y un tanto angustioso, pero también fue un proceso hermoso y liberador.

Esperó un tiempo. Quería confirmar no solo sus propios sentimientos, sino también los de Noelle. Por lo tanto, en su decimoctavo cumpleaños le hizo un regalo. Algo muy sencillo, un simple detalle, pero que produjo en la chica una reacción inesperadamente preciosa. Noelle, con lágrimas de felicidad brotándole de los ojos, lo abrazó y le agradeció por todo lo que había hecho por ella.

Ese fue el punto de inflexión en su relación. Desde ese momento y hasta finales del mes de enero, estuvo pensando la forma adecuada de contarle lo que sentía y pensaba sobre ella. Asta no era alguien que se detuviera demasiado a pensar sus palabras, mucho menos a analizarlas, pero todo cambiaba un poco cuando se trataba de Noelle. Estaba tan desesperado por que todo saliera bien que, ese día, falló estrepitosamente.

Al final, acabó diciéndole a Noelle que era importante para él, dándole un discurso sobre la amistad que habían forjado durante todos esos años y sobre el orgullo que le producía verla brillar como guerrera. Pero nada más. La chica, algo decepcionada porque realmente pensaba que esa conversación a solas entre ambos propiciaría algo más, le preguntó de forma directa si eso era todo lo que tenía que decirle. Él, sabiendo que ya sus nervios no le dejarían arreglar la situación, le contestó que no. Y ambos acabaron completamente desilusionados y con un agujero de insatisfacción enorme en la conciencia por no ser capaces de decir lo que pretendían.

Así que pensó que no sería mala idea proponerle que tuvieran una cita. ¿Cuál había sido el inconveniente? Que justo unos días atrás había nacido la primera hija de Yami y Charlotte, Hikari, y todo en la base de los Toros Negros se había paralizado.

Querían darle la bienvenida a la pequeña, saber cómo se encontraba Charlotte y todo lo demás sobraba. Asta lo sabía. Pero como ya habían pasado un par de semanas, decidió volver a poner en marcha su plan. También lo pospuso en su día porque necesitaba pedirle ayuda a alguien, pero eso pensaba arreglarlo pronto.

Asta nunca tuvo un padre. Y si se trataba de asuntos amorosos, sabía que Yami probablemente no fuera la persona más sensible ni la mas romántica, pero tenía pareja estable e incluso una hija recién nacida. Era su única opción. Porque pensó en Finral, pero le saldría con algo demasiado extravagante. También sopesó la posibilidad de consultarle a Gauche, que también estaba en una relación, pero... era Gauche, así que lo descartó inmediatamente.

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