Capítulo único

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Esta historia es más corta que el pene de Mineta. Si deseas continuación, temo decirte que no.

Advertidos.
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Realmente no sabía por qué estaba allí.

Su novia le había pedido asistir junto a ella a una gala ambientada en la época Victoriana, pero, sinceramente, no tenía muchos ánimos de hacer algo ese día, no tenía ánimos de nada. Ella siguió insistiendo, hasta que, por fin, aceptó a regaña dientes.

Ahora estaba allí, vestido con un elegante traje verde musgo, escuchando atentamente la historia de su pareja.

A pesar del encantador ambiente, lleno de risas, danzas, y bebidas alcohólicas, Izuku Midoriya no podía sentirse a gusto en aquel lugar, no luego de todo lo que había sucedido esa mañana en la que Kacchan, es decir, Katsuki Bakugō, se fue de su departamento con el galardonado príncipe azúl del que tanto le había oído hablar todos esos meses en los que residió con él en el edificio junto a su hija, Mahoro.

Ese hombre de cabellos bicolores parecía sacado de un cuento de hadas; elegante, apuesto, serio y una espléndida vestimenta –casi igual a como encontró a Kacchan con su atuendo barbárico que consistía solamente de una capa, pantalones y botas–, ese hombre lo tenía todo. Tenía la vida llena de acción y guerras que Kacchan deseaba, tenía a Kacchan mismo para disfrutarla.

Izuku se había acostumbrado a la presencia del rubio en su hogar, fue extraño regresar del trabajo por la tarde y sólo encontrar a Mahoro jugando aburridamente con unas espadas de plástico, teniendo en su faz una mirada decaída, triste. Sabía a qué se debía, pero no había nada que pudiese hacer para ver feliz a su hija nuevamente.

No debía mentirse más. Tanto él como la niña extrañaban al bárbaro hombre rubio que cortaba las cortinas de la sala para hacerse capas con ellas. Maldición, lo extrañaban demasiado ¡Y sólo había pasado medio día de su partida!

—Izuku, ¡Izuku! ¿Me estás escuchando? —la rubia dama dirigió su mirar al peliverde, que se hallaba sumido en su enmarañado hilo de pensamientos referentes al rubio ceniza.

—¡Ah! ¡Lo siento, Melissa! me distraje en algo sin importancia. Prosigue, por favor, prestaré más atención esta vez. —sonrió apenado, llevando su mano a su melena verduzca. Sin embargo, la rubia no se encontraba muy convencida.

—Has estado así desde que Katsuki se fue —le dijo con un tono bajo—. Tu sonrisa es más tenue el día de hoy, al igual que tu actuar más vago...

—No es nada, tranquila. Era hora de que Kacchan regresase a su mundo. Lo extrañaré, sí, al igual que Mahoro también lo hará, pero... No hay nada que podamos hacer. Él será más feliz allá, en el Reino de U.A. Me hubiese gustado tener una despedida más emotiva.

—Con el príncipe Todoroki viéndote con ganas de asesinarte no pudiste cumplir tu deseo de declarártele, ¿no es así?

—Sí... ¡E-espera, n-no me refiero...!

—Tranquilo, ya lo presentía. Me di cuenta por la forma en que lo mirabas, era tan diferente a como lo haces conmigo que la conclusión fue clara luego de unos días.

Un silencio incómodo se alojó entre ellos, como una solterona lo haría en su nuevo y lujoso departamento.

Vio a Melissa sonreír, sobándole el hombro con gracia y ternura propia de ella, él correspondió la sonrisa, mirando a la aglomeración de personas empezar a acomodarse en el salón principal.

Su relación había llegado hasta allí, estaba seguro que ella no querría seguir si sabía que estaba enamorado de otra persona.

Un momento, ¿Enamorado? Él no estaba enamorado, él estaba melancólico por la partida de Kacchan, pero enamorado no estaba.

Creyó que la velada había concluido allí, pero la rubia mujer de ojos azules pidió quedarse un momento más, hasta la hora del vals. Y así siguieron, entre conversaciones, copas de vino y la afable compañía del otro fue imposible para ellos sentirse aburridos juntos. Tal vez, el sentimiento que la mujer poseía por el pecoso ya no era recíproco, pero eso no evitaba que la química entre ellos fuese menos. Sólo eran dos personas que se llevaban de maravilla, ¿por qué debería ser diferente?

La música armónica daba un ambiente perfecto. El encantador salón era iluminado por la magnificencia del brillo lunar, que se escurría por la ventana asemejándose a un próspero manantial de néctar cristalino, adhiriéndose a la piel de todos allí como una suave brisa nocturna.

Un sonido diferente al de la música llegó a sus oídos, haciéndolo girar curiosamente para ver qué lo causaba. Eran las puertas del elevador, que poco a poco se iban abriendo para mostrar la figura de un hombre, un hombre de rubia cabellera, traje elegante y ojos fieros, mortales, intimidantes, pero que al cruzarse con los suyos, se volvieron suaves, tiernos, y al mismo tiempo, tristes y frustrados.

¿Cómo podía leer ese manjar de emociones con sólo verlo a los ojos, agregando que están a casi seis metros de distancia? Ni el mismo Izuku lo sabía.

—¿Kacchan aún sigue aquí? —murmuró para sí, con un asombro y fascinación contenida.

Kacchan, el hombre bárbaro proveniente de las temibles tierras de U.A, conquistador de reinos, asesino y domador de dragones, estaba aceptando tomar la mano de Shōto Todoroki, su prometido, el galardonado príncipe azul.

En un instante supo que se dirigían hacia él; los ojos de Katsuki aún no se despegaban de los suyos. Sentía que la sangre se le había ido del cuerpo, apenas y podía verlos bajar lentamente las escaleras del fino mármol sin que su corazón bombeara alocadamente dentro de su pecho, sus mejillas tornadas de un tierno carmesí al admirar más de cerca la vestimenta del rubio ceniza. Tan elegante y rústica a la vez, pero había algo que no cuadraba en ese bello escenario que protagonizaba el bárbaro, y esa era la mano que entrelazaba con el príncipe encantador. Le generaba un amargo sabor en la boca.

—Ahora sientes lo que yo cada vez que los veía juntos a ti y a Bakugō. —le susurró Melissa, bebiendo un poco del vino que llevaba en su copa.

—¿A qué te refieres?

—Por favor, Izuku, estás celoso de Todoroki, es más que obvio. Estás enamorado de Katsuki.

—No es así, son sentimientos encontrados. —aseguró, dirigiéndole a la vez la mirada.

—Deja de engañarte a ti mismo. Pareces un niño y eres más maduro que esto. Aprovecha esta noche, este próximo baile, para declarar lo que sientes.

—No sé si él corresponderá. No puedo alejarlo de su hogar. No puedo hacer algo tan espontáneo como lo que mencionas. Necesito un plan, Melissa.

—No, no lo necesitas. Por una vez, arriésgate a luchar por lo que quieres. Sal de esa monotonía en la que siempre te encuentras, toma este riesgo, que sin importar si te acepta o no, sabrás que lo intentaste y no te quedarás como un idiota deprimido preguntándote qué habría respondido si hubieses tenido los huevos para preguntarle. —ella no sabía de dónde había salido ese lado tan agresivo, pero qué más daba, lo hacía por Izuku, su amigo y fallido interés romántico.

El peliverde suspiró, intentando calmar el pulso errático de su corazón al oír los pasos tras de sí. Se dio la vuelta y lo encaró, frente a frente, rubí y esmeralda se conectaban en una sola sintonía, llamas voraces crepitaban en sus ojos con la hambruna de un nuevo reto que no había sido pautado por sus voces, pero que estaba implícito entre ellos dos.

—Qué bueno verte de nuevo, maldito nerd. —le dijo el rubio, con una sonrisa retadora surcando sus labios.










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Y Fin XD.

No, ya, de verdad, este es el final. Es un escrito muy corto acompañado de unos dibujos hechos por mí (pueden verlos en el inicio)

¡Feliz día de San Valentín por retrasado!❤❤❤

Hidetoshi-chan🍂

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