32|Por favor, Hanssen, por favor.

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32|Por favor, Hanssen, por favor.

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A medida que los músculos comienzan a exigirme un respiro, aumento la velocidad en la pista presionando la mandíbula con fuerza regulando mi respiración. Llevo dando vueltas como una maniática y no tengo una condición física excelente. El sudor frío viaja por mi cuerpo provocando que la tela de mi blusa se adhiera como una segunda capa de piel.

Escucho el silbato y volteo a ver en dirección a Ringo que hace una señal de pausa con las manos para que descanse. Voy hacia él sintiendo las piernas como gelatina.

Ni siquiera lo pienso y caigo rendida sobre el césped sintético con la respiración agitada.

—Bastaba con cinco vueltas —resalta Ringo acercándome la botella con agua —. Es la tercera semana, relájate.

—Debo esforzarme más si quiero estar preparada —me apoyo sobre mis codos volteándolo a ver —. Tengo que demostrarme que puedo resistir.

—¿A ti o a tu padre, Mako? —enarca una ceja con la expresión dubitativa —. Escucha, me parece genial que quieras intentar enlistarte, las pruebas de selección no son pan comido.

—Tampoco esperaba que lo fuera.

—Cada obstáculo pondrá a prueba tus sentidos, que tan buena eres con los reflejos y tus habilidades de supervivencia —me quedo mirando hacia la nada dando un sorbo de agua —. Voy a seguir ayudándote por eso sigo aquí.

—Podrías irte y lo sabes, ¿verdad?

—Decidí quedarme con ustedes, ambos sabemos que Hanssen no la está pasando genial luego de su recuperación.

Es totalmente cierto. Desde la cirugía Hanssen se desmayó al no soportar más el dolor cuando la anestesia no funcionó. Estuvo así por dos semanas, ahora él se encuentra en una habitación sin ganas de salir y por las tardes no le queda remedio que asistir a la enfermería para ser monitoreado.

Mi padre está cumpliendo su palabra, sin embargo, no se ha podido encontrar la forma de que el implante sea retirado sin que los resultados sean catastróficos.

Todo mal.

—Sí, apenas y come —tuerzo la boca en una mueca y niego con la cabeza —. Es como si una parte de él cambiara en su interior tras saber lo que le hicieron.

—Seguro siempre lo supo y no quiso contarlo, ni a mí. ¿Cómo no pude darme cuenta que algo andaba mal ese día?

—No ha sido tu culpa.

—Debí impedir que vaya a esa misión —niega con la cabeza —. A ellos no les importaba si alguien moría en el transcurso.

—Comprendo —estiro una mano en su dirección dándole un apretón en el hombro —. Es mejor no seguirse atormentando, buscaremos una solución mientras estemos aquí juntos.

Asiente con la cabeza y desviamos la mirada hacia un grupo de hombres y mujeres que han aparecido para entrenar, todos son soldados y cada uno de seguro trabaja para mi padre.

—Me estoy acostumbrando a estas vistas que solo me hacen pecar —murmura Ringo.

—Estás babeando.

—¿Tú no? Solo míralos —mueve la cabeza en esa dirección donde hay hombres sin camisa realizando flexiones —. Esto es el puto paraíso.

—Por fortuna tengo a esa persona a quien mirar sin camisa.

—O sin ropa —agrega.

—En absoluto.

La base militar donde hemos venido a parar se encuentra a una hora de Orquídea, estamos en los límites de la frontera rodeados de vegetación por lo que es probable perderse.

Un deseo prohibido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora