Dos

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Cuándo mi pequeña y humilde cabaña apareció ante su vista, Sarkan no pudo contener su mueca de desagrado. La pequeña cabaña no era más que una habitación de madera y musgo con una especie de montículo de ramas como camastro.

"Podrías dormir en el suelo y no habría casi diferencia." comentó, estirándose las mangas.

Yo me encogí de hombros. "Es sorprendentemente cómodo."

Dentro, le permití acostumbrarse a su aspecto mientras yo encendía un pequeño fuego mágico en la chimenea. Le rogué a mi pequeña cabaña que se portara bien, que fuera cómoda y acogedora, y noté el crepitar de mi magia preparándose para algo.

Sarkan miró alrededor, desabrochándose el cuello de la camisa por el calor, de manera tranquila y desenfadada. Y toda mi fuerza de voluntad desapareció como el humo llevado por la brisa.

No pude aguantar más.

Me lancé hacía sus labios con la desesperación de alguien que no había bebido ni comido desde hace semanas, años. Su piel, su voz, el suelo de la biblioteca, nuestro encuentro antes de esa horrenda batalla. Todo me había dejado un nuevo tipo de hambre. Una sed insaciable. No me podía creer que hubiera pasado diecisiete años de mi vida no conociéndolo, siendo sólo una sombra en la oscuridad de mi mente. Después de unos meses con él, su esencia se me había pegado de un modo que me asustaba y me excitaba a la vez. Un año sin él me había parecido más largo que los otros diecisiete.

Su recuerdo me dejaba sola por el día, demasiado ocupada con el Bosque y otras tareas en las diferentes aldeas, pero las noches eran otra cosa. Aquellas noches en las que no me había cansado suficiente para dormir sin sueños, su recuerdo venía a mí. Y me quemaba. Ardía sin llegar a consumirme. Soñaba con fuego pero no llegaba a nada. Él allí, conmigo. Y me despertaba sin nada, sola y helada. Era una tortura.

Sarkan soltó un suspiro contra mis labios que fue directo a la parte baja de mi estómago. Y le besé con más fervor, sabiendo que todas las noches tendida a solas en esa cama de musgo iban a ser vengadas.

"¿¡Aquí!?" exclamó él cuándo tuvo un segundo para recuperar el aliento, "¿Es que no queda nada sagrado para ti, mujer blasfema?"

Contesté su pregunta mordiéndole el cuello. El gemido que soltó fue suficiente respuesta. Noté una nueva oleada de rubor subiéndole a las mejillas y sonreí para mis adentros.

"Agnieszka." dijo, y me cogió de las manos. Yo casi solté un gemido, pero se me quedó pegado en los labios después de ver sus ojos. Estaba súbitamente serio.

"Agnieszka." repitió, "Me presentas a tus padres. Me llevas a tu cabaña y luego me atacas el cuello. No hace falta ser un mago ilustrado para saber qué pretendes."

Me mordí los labios, "¿No es lo que vos queréis?"

¿Había estado leyendo mal todas las señales? ¿Había sido todo producto de mi imaginación, y desesperación, y él sólo quería ser amable con sus vasallos?

Sarkan respiró profundamente, apartando su mirada. "Podrías tener tantos hombres como quisieras. Con tu poder y tu estatus. Y no eres un despojo para la vista cuando quieres arreglarte..."

Abrí mucho los ojos. Eso era el mayor halago que me había hecho. No era que no había leído bien sus señales, por lo tanto. Era que se sentía inseguro. El Dragón consideraba que había mejores opciones que él. Contuve mi risa.

"Le quiero a vos." expresé. Mi voz un hilillo débil y asustado.

Sarkan suspiró y posó su mano sobre mi mejilla. El mundo se detuvo.

"Admito que te he echado de menos." confesó y me besó.

Yo acepté el beso con dulzura, mi corazón estallando. El beso empezó suave y lento pero poco a poco se fue convirtiendo en algo más. Al igual que las brasas de la noche anterior que, con un poco de viento y brizna seca, se transforman en una rugiente llamarada. Me volví a enganchar a su cuello y él me sujetaba por las caderas. La cabeza me daba vueltas.

Epílogo - Un Cuento OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora