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Era un día de invierno más, la lluvia caía a raudales en la calle y hacía tanto frío que era imposible salir a la calle con menos capas que una cebolla. Naoto estaba aburrido en su puesto de trabajo tomandose un café solo, negro como el carbón, acompañado de un cigarrillo que sabía que no podía fumar allí, pero que como estaba solo le daba igual. Ciertamente estaba disfrutando de  la soledad de la comisaría ya que durante el día siempre había gritos tanto de sus compañeros como de los delincuentes que solían frecuentarla.
Toda la paz se terminó cuando su compañeró llevó esposado a una conocida cara una vez más.
Naoto rápidamente apagó el cigarro e hizo aspavientos para poder deshacerse del humo y del olor del mismo.
-Naoto, no te esfuerces en disimularlo. Sé que has estado fumando, puedo olerlo- le dijo su compañero que era para él casi como un hermano por el tiempo que llevaban trabajando juntos. -No te preocupes, sabes que tu pequeño secretito está a salvo conmigo- sonrió. -Por cierto te traigo un regalo que tiene pelo rosa y se revuelve mucho. Le hemos pillado intentando robar una tienda mientras patrullabamos. Sé que es un engorro, pero tiene que pasar la noche en el calabozo. Lo dejo a tu cargo, no seas muy duro con él- le dijo despiéndole con la mano.
-¿Otra vez aquí, Haruchiyo?- preguntó con aire aburrido, ciertamente se había acabado la tranquilidad para él.
-Sabes que odio que me llames así, Sanzu me gusta más. Es más aesthetic, va más con mi personalidad- contestó burlón.
-En tu ficha pone Haruchiyo y yo me voy a atener a llamarte así.
-Uy sí, será a lo único que te atengas, porque de lo de fumar a escondidas de tu jefe no, ¿verdad?. A pesar de estar esposado, parecía que Sanzu era el que tenía la sartén por el mango en aquella situación. Naoto le conocía bien, sabia que frecuentaba el barrio bajo y hacia cosas de dudosa moral, pero les había sido imposible encontrar algo lo suficientemente incriminatorio como para darle una sentencia más larga que no podría cumplir en una destartalada comisaría de la pequeña ciudad.
-No me provoques, Akashi- amenazó Naoto. -Aquí el que lleva las riendas soy yo. No estás en situación de recriminarme nada, pareces un perrillo al que ha abandonado su dueño una vez más.
-Que no te provoque más, dices... o qué, ¿me vas a dar con la porra, papi?- espetó el pelirrosa sin un ápice de vergüenza o miedo a la autoridad que se erigía ante él.

Naoto ante esa falta de respeto le empujo bruscamente, haciendo que Sanzu se golpeara la espalda contra la pared mientras le apoyaba el antebrazo a la altura del cuello.
-Tú no sabes bien con quién estas hablando, ¿verdad?- dijo apretando un poco más su agarre. -Puedo hacer que te encierren una semana por desacato a la autoridad. Y allí van a ser mucho peores que yo.
-No te preocupes amor, me gustan cuando son rudos conmigo.
-Dios, Haruchiyo. Eres un asqueroso- resopló mientras le soltaba. -Venga entra en el calabozo, y haz el favor de no darme la noche. Tengamos la fiesta en paz- finalizó dejándole encerrado y sentándose en una silla en frente de él.
-No, si yo no quiero darte la noche, quiero que me la des tú a mi. La porra que uses la dejo a tu elección, me viene bien cualquiera de las dos- insistió Sanzu.
-Yo no estaría tan seguro de que te vaya a gustar exactamente la que elija, loquito. No soy especialmente amable- sentenció el pelinegro.
-Solo de escucharte decirme eso, uno que yo me sé, se está despertando. ¿Seguro que no me quieres ayudar a que vuelva a dormirse?- preguntó el teñido lascivamente señalandose a la entrepierna.
-Oh por dios Sanzu, cállate de una vez. Déjate de juegos y déjame hacer bien mi trabajo. Pasarás esta noche aquí y mañana pronto te dejaré libre. Incluso te puedo prestar un libro o una revista con tal de que me dejes tranquilo.
-Que bien suena mi nombre en tus labios. A ver, repítelo- ordenó desde dentro de la celda.
-¿Si te llamo por tu nombre me vas a dejar en paz?- interrogó esperanzado el policía. Sabía que el otro no se iba a callar e iba atormentar su preciada paz si no cumplía aunque sea un mínimo de lo que demandaba. Era así siempre que le detenían y tenía que pasar la noche vigilándole.
-Puedo hacer eso por ti, Nao. ¿Puedo llamarte Nao?. Suena como si fuéramos más cercanos, me gusta más. De ahora en adelante vas a ser Nao para mí.
-Haz lo que te plazca Sanzu- dijo alargando el nombre para que el pelirrosa se quedara a gusto. -Buenas noches.
Tal y como prometió Haruchiyo, le dejó tranquilo. Se acurrucó en una esquina de la celda y se hizo un ovillo. Con la chaqueta que traía y que no le habían confiscado al entrar se hizo una especie de almohada y rapidamente se durmió.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2022 ⏰

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NAOSANZU 《Comisaría》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora