Capitulo 3: Dagas y su letalidad.

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Eran las tres de la mañana y no podía dormir, estaba haciendo un ejercicio de respiración pero no estaba funcionando. Me levanté, fui hasta el baño y me lavé la cara, tendría que acostumbrarme a dormir cuando se pueda, en la guerra sería difícil las comodidades. Me observe en el espejo, ya habían tomado mi mano hace dos semanas y tendría muchas consecuencias por eso, espero que él cumpla su palabra. Busqué la ropa que me había entregado Clarisa, el vestido color terracota y el chaleco blanco con la cruz roja. La doble y coloque en un bolso. Me cambié mi pijama por ropa de día y fui hasta la cocina con mi bolso, desayuné un té con tostadas con mantequilla casera que hace Marisa. Cuando termine, deje una nota diciendo que volvería luego del almuerzo pero que me dejaran comida. Busqué mi abrigo y salí de mi hogar. Comencé a dar vueltas por el parque hasta encontrarme con el lago, me senté en uno de los banquillos y suspire, la mañana estaba fresca pero no hacía mucho frío. 

Respire profundamente concentrándose en mí misma, respire varias veces, hasta encontrar mi paz interior. Medite y medite, uno de los libros prohibidos por la iglesia hablaba sobre meditar, lo había leído y a mi me funcionaba, podía hablar con alguien cuando meditaba, para mi era Dios, me gustaba pensar eso. Respire nuevamente y me concentré en observar mi cuerpo desde mi mente, sentía toda una energía revitalizadora dentro de mí, generando paz y fuerza. Hoy él no quería hablar, así que decidí solo "sanarme", como lo llamo yo, a mi misma. Cuando estaba finalizando sentí unos pasos acercarse, respire hondo y abrí mis ojos.

- No sabía que mi prometida no podía dormir por las noches. - Suspiro en mi oído y me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.

- Yo no sabía que el mio me seguía por todas partes. - Se sentó a mi lado y me besó castamente.

- A veces, cuando de la noche a la mañana me comprometo con una dulce enfermera.

- Eso te pasa muy seguido. - Nos reímos. - Si, no podía dormir así que decidí venir a ver los patos. - Mentí y mire al lago, no había ningún pato.

- Bueno, que buena imaginación tienes. - Se rió.

- Espero te acostumbres. - Lo observé por unos segundos. - La boda debe ser lo antes posible. - Asintió. - Por si nos llaman de la guerra antes y debemos estar casados.

- Si lo sé, juro darte protección y es lo que voy a hacer Eleonora. - Rodeo mis hombros con sus brazos. - Y por cierto... - Sonrió cómplice. - Debe suceder antes de la semana que viene, ya que nos convocaron a los dos. - Parpadee, lo mire, parpadee.

- ¿Qué? - Él me observa temeroso de que lo golpee.

- Los rumores son rápidos, Clarisa te estuvo enseñando por dos semanas, yo ya tengo formación militar y hay muchas caídas. Necesitan gente, y nosotros somos perfectos. - Lo observé seria, su mirada se estaba apagando. - Bueno, si no quieres podemos..

- ¡Al fin! - Se sobresaltó con mi grito. Comencé a saltar y girar a su alrededor.

- ¡Qué bueno! Pensé que lo rechazarías. - Me sentó en su regazo. - Madre se enteró ayer y ya comenzó a preparar todo para hacerlo dentro de tres días. No tienes que tener un vestido maravilloso, simplemente con uno que se vea bonito. - Dijo

- ¿Quién piensas que soy Octavio? ¡Claro que para mañana mismo está listo mi vestido! - Él sonrió y yo era una mentirosa, la modista vendría en estos días. - Solo debo darle un empujón con dinero y estaría listo. - Sonreí.

Soldado Caído, en tus redes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora