☆ Abandono

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—Jotaro —

Ambos jóvenes se miraron por un par de minutos. Jotaro no entendía la razón por la que su pareja se encontraba parado justo frente a su puerta, durante una lluvia torrencial. Comenzó a preocuparse, cuando pudo percibir el olor de la sangre del menor, dulce y tentador.

Las lágrimas se asomaban por los ojos violetas de Kakyoin, conteniendo un poco el sentimiento al apretar los labios.

El cerebro del moreno finalmente hizo clic para actuar, aproximándose al menor para comprobar que estuviera bien. Imaginando mil y un escenarios que encontrarán explicación de lo sucedido. Angustiado de que haya sido una represalia por parte de Dio.

—¿Estás bien? —entre sus manos tomó el rostro del ojivioleta, buscando cualquier herida.

El olor de la sangre seguía actuando en Jotaro como un catalizador a sus instintos como carnívoro. Sin embargo, sabía controlar esos impulsos, sobreponiendo por encima el bienestar de su pareja que cualquier otra cosa.

—Nori, ¿qué te pasó? —Esta vez preguntó con más exigencia, encontrando la fea herida en su labio inferior. La mejilla estaba enrojecida producto de un golpe. —¿Quién te hizo esto? —su voz se volvió más demandante, comenzando a mostrarse molesto.

El pelirrojo no contestó la pregunta, cerrando los ojos. Seguía sin querer ver y admitir su realidad.

Recargó su cabeza contra el hombro del moreno, en un intento de detener lo que sea que tratara de hacer ahora. Solo de ese modo, Jotaro pudo calmar el naciente deseo de venganza. Rodeó su delgado cuerpo en un abrazo, recibiéndolo con calidez y sin importar mojarse. Si él necesitaba un lugar a donde acudir, siempre tendría sus brazos para acogerlo.

El pelirrojo pudo finalmente desmoronarse al sentirse atrapado por el mayor, llorando en silencio.

Estaba destrozado por el abandono, el rechazo, la humillación y la traición de las personas que creía que lo amaban incondicionalmente. Por un momento pensó que al fin era libre de tener que ocultarse a vista de sus padres. Pero tan solo fue nada.

No dijo nada al respecto. Solo se dejó guiar entre tambaleos por el mayor, llevándolo a dentro de la mansión.

Estando en la privacidad de la habitación del pelinegro, pudo secarse lo mojado de la lluvia. A veces, quedándose con la mirada perdida en sus recuerdos, en cada y una de las palabras exactas que le escupió su padre, como estacas que se clavaban más en sus pensamientos.

—Nori —lo llamó suavemente, logrando obtener su atención —¿Qué sucedió? —

Después de unos segundos en silencio, el menor pudo construir una frase que explicara el tema.

—Mi padre... —Buscó las palabras que resumieran todo —se enteró de lo nuestro —era más doloroso decirlo, porque era una confirmación de sí mismo.

Antes de que el ojiverde preguntara, Noriaki lo volteó ver.

—Naoko, mi... exnovia — rio irónicamente entre dientes —Nos vio y... todo se fue al carajo —suspiró. 

Jotaro entendía ahora el nivel de gravedad de las cosas.

—Disculpa por llegar sin avisar —Kakyoin habló con tono de sarcasmo. Jotaro sabía que cuando hablaba de este modo era una forma de sobrellevar las emociones negativas como el enojo o la tristeza.

Pero lo que más le importaba en este momento al pelinegro, era saber que él estaba bien, hablando físicamente. Así que se aproximó y, con un extremo de la toalla, limpió un poco la herida en el labio del chico; siendo lo más cuidadoso que podía.

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⏰ Última actualización: Aug 23 ⏰

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