Cuando Hagrid entró en la desastrosa cabaña en medio de la nada esa tormentosa noche de verano para llevar a Harry Potter a comprar los útiles escolares que necesitaba para asistir a Hogwarts, lo último que el semigigante se imaginaba que encontraría era, precisamente, lo que se encontró.
Justo cuando el guardabosques se giró para darle al pequeño Harry el pastel de cumpleaños que él mismo le había hecho se congeló al ver las horrendas cicatrices de quemaduras que cubrían todo el cuello del niño y se perdían por debajo de la ancha camiseta que estaba usando, camiseta que claramente no lo mantenía abrigado del frío de la tormenta, sino todo lo contrario.
Hagrid tragó a través del enorme nudo que se le había formado en la garganta al ver esa cicatriz y, decidido, le sonrió al niño y le entregó el pastel. Harry, que estaba mucho más delgado de lo que era sano para un niño de su edad, notó el semi gigante con disgusto, le sonrió de forma encantadoramente inocente e hizo un gesto con su mano. Hagrid no entendió y siguió esperando a que el niño le dijera algo, pero cuando no lo hizo el semigigante frunció el ceño.
—Harry, ¿estás listo para ir a comprar el material escolar? —preguntó el guardabosques.
Harry dejó el pastel a un lado y empezó una rápida sucesión de gestos con las manos que descolocaron al semigigante. Pero, aun así, ningún sonido salió de la boca del niño.
—Un momento, un momento...—Hagrid puso sus enormes manos en frente de su cuerpo—No... No entiendo eso que haces con las manos, Harry, tendrás que hablar.
Harry lo miró con los ojos un poco abiertos detrás de esas enormes y medio destrozadas gafas, como si le sorprendiera... algo. Luego ladeó la cabeza pensativo y se giró, buscando alguna cosa a su alrededor. Se detuvo mirando hacia el suelo, después de pensarlo un poco volvió a levantar la cabeza y señaló a Hagrid, cuando el semi—gigante asintió, el chico señaló el suelo y luego, como queriendo probar lo que estaba tratando de decir, se sentó y volvió a señalar a Hagrid, esperando hasta que el semigigante se sentó también.
—Vale, tendrás que explicarme de qué va esto, porque no lo entiendo, chico. — dijo el semigigante.
Harry asintió y luego señaló el suelo, cuando estuvo seguro de que el otro hombre estaba mirando el suelo, empezó a escribir al revés, para que el hombre lo entendiera. Pronto hubo un mensaje pintado en el polvo del suelo.
"No puedo hablar. Soy mudo."
Y fue en ese instante en el que Hagrid supo que las cosas no iban a salir para nada como Dumbledore esperaba.
Harry Potter no habría sido capaz de decir ni una sola palabra por la impresión ni aunque hubiese podido hacerlo. El Callejón Diagon era un lugar completamente... bueno, mágico. Ni siquiera la fascinación que el niño había sentido por todo el oro que había visto en esa, em, bóveda del banco con aquellos seres bajitos, ¿duendes?, podía compararse con la emoción que se apoderaba de él mientras se paseaba por aquel espacio lleno de gente y miraba escaparates o compraba las cosas que necesitaba para esa escuela mágica a la que sus padres habían asistido.
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Speechless (One-shot)
أدب الهواةHarry Potter, que había estado aislado durante casi toda su vida, jamás habría podido imaginar lo que conocer a Draco Malfoy en una tienda de túnicas antes de su primer año en Hogwarts iba a significar para él. ...