Basado en "Algo es mejor" de Mon Laferte.
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Los ojos grises de Viktor estaban fijos sobre el rostro placentero de Horacio cuando éste llegó al tan presentado clímax entre gritos y gemidos. Jadeaban pesado, mucho más de lo común, tanto que a cada exhalada se escuchaba un ligero quejido de parte de ambos. No era de extrañarse, el calor del ambiente era mayor ese día dadas las altas temperaturas que se habían presentado durante esta semana en el estado de California. Pese a ello, ni el calor del mismo infierno les impedía caer rendidos sobre el sofá dónde había comenzado la sesión de besos y caricias que se habrían tornado a una degustación de sus pieles a las una y veinte de la tarde.
Cayeron abrazados sobre los cojines del sofá, dándose pequeños besos a cada segundo para no olvidarse jamás. La mano izquierda del ruso delineó con delicadeza la espalda de su amado, sintiendo sus dedos subir y bajar al deslizarse sobre dicha musculosa piel que tanto le encantaba ver. La respuesta del cuerpo de Horacio le hacía arquear la espalda, alzando un poco la cadera y con ello, obligándolos a separarse más abajo también. Ante ésto, Horacio soltó un suspiro que escondía un quejido por la sensación, pero volvió a apoyar su cabeza en el pecho contrario.
La calma que sentían ambos era fabulosa, y a diferencia de otras ocasiones en que aquellos relajos los ponían en guardia, sin llegar realmente a disfrutar de sus momentos a solas. Ahora sí podían, disfrutar de la soledad en compañía nunca había parecido tan buen panorama, y cómo no, si cuando Viktor miraba a Horacio—y viceversa— sólo encontraba calma.
La mano del ruso siguió deslizándose por las curvas que hacían estos músculos, llegando a la cintura y cadera dónde podía notar mejor el contorno de su pareja por la parte de la espalda. Ahí reposó, dejando escapar otro suspiro que hizo coro con el de Horacio. Ahí estaba su rostro sonriéndole perezoso, y fue ahí apenas cuando notó que él también delineaba sus curvas con la yema de sus dedos, tan embelesado como él en sí mismo.
Pronto se vieron saliendo de aquella cabaña que habían arrendado para descansar durante el día antes de seguir con su viaje. Tenían la radio del vehículo encendida a pesar de que podían poner música con sus propios teléfonos a través del bluetooth, pero Horacio había optado por escuchar algo distinto y disfrutar del momento. Y era gracioso, porque la música era animada pero tampoco tanto, mas aún así el moreno bailaba mientras manejaba. Movía sus hombros de lado a lado al ritmo de la música, tanteaba con los dedos sobre el volante y tarareaba lo que se aprendía de la música.
Viktor agradecía haber decidido eso: seguirlo e ir con él, acompañarlo donde fuera que quisiese ir. Ahí estaría, a su lado, ayudándolo con lo que fuese necesario y alimentándose de esa energía y esas risas que le llenaban el corazón.
Lo había notado desde hace bastante. Algo había cambiado dentro de él en los últimos años, en el último tiempo que habían estado más juntos, trabajando codo a codo, saliendo de encubierto, y finalmente, planeando salir de todo el mundo federal de una vez y hacer realidad esa sorpresa: descansar. De esa misma forma, al notar el tipo de persona en la que se estaba convirtiendo, mucho más cuidadoso con los demás y consigo mismo, ya no teniendo como opción la muerte en sus misiones, sino que salir con vida él también y no sólo a quienes quería proteger. Ser egoísta con su vida y aspirar a vivir más, a probar más, y a atreverse a cosas que jamás habría imaginado.
—¿Es mejor? —Horacio reía tras haber terminado de cantar.
—Algo —le molestó Viktor, ganándose un pequeño empujón en el brazo.
Volvió a reír y notó cuán sencillo era ahora soltar cada risa en momentos tan banales como ese. Posó su mirada grisácea sobre Horacio una vez más, convenciéndose de que todo ese trabajo personal que había tenido, su crecimiento como persona individual había tenido grandes frutos, y gracias a ello, algo también había cambiado entre ellos como para ahora estar escapando juntos por el país.
Tenían en cuenta que pronto serían buscados por los federales, aunque a esas alturas del partido ya poco les importaba. Los que querían estaban a salvo y sabían que podían contar con ellos en caso de cualquier inconveniente. Mientras, preferían pasar el rato tirados sobre el capó de la camioneta en que viajaban y mirar las estrellas por la noche cuando encontraban dónde acampar. En esos momentos, Horacio sacaba una lata de bebida de cooler que llevaban con suministros y bebía la coca cola fría, aprovechando también la temperatura fría de la noche.
Las estrellas eran sumamente bellas, su brillo deslumbraba sobre sus rostros, más cuando la Luna hacía presencia por la noche y perfilaba el rostro claro de Viktor, dejando a Horacio más enamorado cada día de aquel ruso de cabellos plateados. «Es como si la Luna y él hubiesen sido uno», pensaba grabándose en su cabeza aquella imagen tan perfecta junto a él.
La autopista pronto cambiaba de carrera a ciudad al seguir con su viaje. El cambio escenográfico los fascinaba al llegar al fin a ese paraíso que parecía ser Malibú, tanto que la emoción podía con el más joven y se acercaba para besar al ruso que mantenía su atención en la autopista. Apenas encontraba un semáforo en rojo, Horacio le tomaba del mentón y le hacía desviar el rostro hacia él para así poder recibir esos tibios besos.
Disfrutaron de la ciudad, de la playa y del ambiente, pero tampoco se dieron el gusto de quedarse mucho. De todas formas, era un lugar demasiado concurrido y preferían mantenerse viajando y así, disfrutando el uno del otro.
—I go crazy, crazy, baby, I go crazy. What can I do, honey? I feel like the color blue.
—¿Y cantando así te burlas de mí, perro? —Horacio adoraba reclamarle en cuanto a canto, pues Volkov era el primero molestándole por cómo cantaba a pesar de la vergüenza que le daba.
—Pero, vamos a ver, si yo canto como los ángeles —se burlaba el ruso mientras seguía tarareando la canción de Aerosmith—. I'm loosing my mind...
Los largos dedos de Viktor apretaron el volante mientras continuaba cantando con la vista fija en la carretera, a lo que Horacio posó su mano izquierda sobre la derecha de él para acariciarla suavemente. Aunque adorara molestarlo, amaba escucharlo cantar mientras manejaba. La calma y confianza demostrada en un acto tan sencillo como ese le llenaba el corazón de amor para una eternidad.
Y también lo supo otra vez: ir con él, hacer su camino a su lado, seguirlo donde fuese. No, forjar el camino juntos había sido la mejor decisión que había tomado. Al diablo los altos mandos.
Él también había cambiado. La confianza que parecía que los años le habían arrebatado había vuelto, la esperanza de ser feliz, de estar tranquilo, de huir, todo era mucho más llevadero con alguien a su lado. Algo había cambiado. Ya no se dejaba influenciar por quien estuviese a su lado a menos que fuese positivo para su parecer. En esencia seguía la misma persona, pero algo había cambiado y era mejor.
Nuevamente les caía la noche en la carretera. Esta vez decidieron alejarse un poco del camino para tener más privacidad, aprovecharon el terreno para dejar la camioneta más alejada y montaron la tienda de campaña para dormir esa noche. Inflaron un colchón inflable con ayuda de la camioneta y sacaron sólo una manta debido al ambiente cálido. Y claro, porque estando juntos no necesitaban más calor que el uno del otro.
Horacio no tardó en acomodarse sobre su pareja dentro de aquella tienda de campaña, ignorando los sonidos que hacía el colchón al moverse inquieto sobre él. Sus labios se besaban y aprovechaban cada centímetro el uno del otro, daban rienda suelta a sus manos para tocar cada centímetro de piel ajena, deshaciéndose de las ropas, disfrutando de la soledad que compartían para poder llenarla de sonidos de amor.
Se quedaron mirando agitados, centrados en el brillo de sus miradas y en lo maravillosa que podía ser la luz nocturna sobre la piel del otro.
—No hay nada como tú y yo —le susurró Horacio sobre los labios.
Viktor sonrió y continuó besándolo, bajando por su cuello a sus clavículas. —Nada como tú y yo.
No había duda que algo había cambiado en ambos tras verse envueltos ahí, haciendo el amor a mitad de la carretera sobre un colchón inflable que rechinaba en cada movimiento, sus espaldas se encargarían de recriminarles por la mañana, pero por ahora sólo quedaba disfrutar el uno del otro antes de seguir con aquel viaje y seguir conociendo juntos una vida de la que se habían privado, de forjar una vida distinta a como habían sentenciado los planes al inicio de todo, y sobre todo, de seguir cambiando ellos y entre ellos, para que ese "algo" fuera cada vez mejor.
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Short stories
FanfictionCompilado de short stories de distinto tipo de gtarp que publico (o no) en twitter.