Prólogo

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Todos los cuentos son iguales. Y ya me empiezo a cansar de las princesas que visten esos vestidos pomposos de seda, y hermosas joyas que decoraban sus elegantes y perfectas pieles de porcelana. O de esos altos castillos con pasillos infinitos, y altas torres que hacen cosquillas al cielo con sus afiladas agujas. Y de los inmensos salones de bailes en los que se celebraban increíbles fiestas, a las que terminaba acudiendo un hechicero o una bruja. Ah, si, también odio a ese brujo, que no tiene nada mejor que hacer que lanzar maldiciones sin ton ni son a todo el reino, porque el rey olvidó mandarle la invitación al baile de cumpleaños de su hija, o porque no quiso aceptar una rosa ofrecida por una vieja. Odio esas maldiciones sin sentido, que dotan de vida a los muebles de la casa, o sumergen a las princesas en un profundo sueño del que no despertarán, sino con un beso de amor verdadero. Y, por supuesto, odio al príncipe azul que debería dar ese beso. Es algo que he llegado a aborrecer el color que usan para nombrarlo. Y no, no lo aguanto. No aguanto el estereotipo de príncipe azul, ¿que tienen en contra del color azul, para usarlo para nombrar a los estúpidos de los príncipes?
Ahora mismo, odio el color azul con toda mi alma. El azul del cielo, del mar... y de los príncipes.
Sin duda, prefiero a un príncipe naranja.
~...~...~
¡Hola¡
Bueno, hasta aquí el prólogo de esta historia.
Espero que os guste!! ^_^

Mi príncipe naranjaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora