Prólogo

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El deseo de proteger a todos es inestable y se tuerce con facilidad.

Cuando se debe perder para ganar, cuando se debe llorar y gritar para sonreír y reír la decisión se piensa dos veces. Todos aseguran tener en la punta de su lengua la respuesta más noble y trágica: perderlo todo con tal de una victoria segura, pero ¿cuántas personas tienen una determinación tan pura? ¿Cuántas personas condenan a sus seres amados para el beneficio general? Demasiados pocos, se pueden contar con los dedos de las manos.

Sin embargo no todos tienen una determinación tan firme. Dudan en algún momento, acusándose de mala voluntad si no eligen la correcta.

Todos desean que un sacrificio de tal magnitud no sea necesario, rogando, pidiendo para que no tenga que hacerse realidad.

El amor es egoísta. En pequeña magnitud, consigue que algunas ideas y deseos inunden nuestra cabeza.

Como desear que ciertas personas no se vayan de tu lado. Que no se marchen.

Como anhelar que ese momento, tan efímero y lleno de felicidad jamás acabe. Que jamás se pueda olvidar.

Pero todos los sueños están hechos con la premisa que despertar es inevitable.

La razón esta hecha con tal de considerar mejor las opciones, contraria a las tempestuosas emociones.

Los deseos, sueños y anhelos son importantes, pero es el deber lo principal a cumplir.

Eso se me inculcó desde que nací. Porque para un Ubuyashiki, sus deberes son trascendentales y significan tanto, que ignorarlo sería una grave ofensa.

Un Retazo De GliciniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora