Peldaños de algodón

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Peldaños de algodón

Un día estamos en la cúspide de la satisfacción y al día siguiente
te encuentras anhelando volver arriba, miras la cima con ojos
llorosos, deseando volver a inhalar ese aire puro que sentiste
aquella vez. Juraste que era tu sitio, tu mundo, tu vida, no deseabas
más, solo permanecer ahí, a su lado.
¿Valdrá la pena volver a subir?
¿Valdrá la pena después de haber sido empujado?
Creíste que solo te daba la mano a ti para escalar; de vez en cuando
recuerdas los golpes que sufrías en la cabeza subiendo y como él
solía curar tus heridas, siempre decías que estabas bien, que no era
nada. Sin saber que al final, cuando ya el cansancio de haber
escalado, te cegaba la razón y te ablandaba el corazón…
Te aferraste a sus manos sanadoras y que en más de una ocasión te
mantuvieron caliente contra las fuertes brisas que intentaron
empujarte. Tal vez debiste dejarte caer, tal vez eran señales, te
negaste a verlas, deseabas subir donde todos habían subido al menos
una vez.
Es curioso como nuestros deseos suelen interponerse a nuestras
necesidades.
Aquellas manos cálidas que te curaban y te mantenían con buena
temperatura, terminaron soltándote mientras intentaban aferrarse a
otras.
¿Valdrá la pena volver a subir?
Mientras caes precipitadamente todos esos metros que habías pasado
con él, se van maquinando en tu mente como una forma de aferrarte
al peldaño, la forma de caer donde iniciaste, ves como todo lo que
subiste se vuelve más lejano y desconocido, las curvas donde más de
una vez se golpeó tu cabeza, parecen ser ahora de algodón, ya el
dolor más grande lo habías pasado.
Miras hacia arriba, donde jurabas que era tu sitio, tu mundo, tu
vida, no deseabas más, solo permanecer ahí, a su lado.
Estiras tus brazos y suspiras, dejas que pase lo que tiene que pasar,
romperte el cráneo en pedazos contra el suelo.
Todo lo que te hacía suspirar, ahora se lo ha llevado un suspiro de
existencia.

Sanando de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora