Capítulo 2

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Alessandro Fiore "Lobo"

Cuando Ivet termina su baile me quedo unos minutos callado, simplemente mirándola.

Nunca en mis 24 años de existencia había visto bailar a alguien con tanta dulzura y sensualidad como lo ha hecho ella.

—¿Ya está, no?— respira agitada mientras me mira a los ojos.

—Sí.— saco 2.000 euros de mi cartera y se los coloco en la palma de las manos. —Tú dinero.

—¿2.000 euros?— mira el dinero con los ojos muy abiertos y niega con la cabeza varías veces. —Es mucho dinero, ni siquiera he bailado como debería.

—¿Cuánto ganas por noche, Ivet?— me levanto de la silla y me acerco a ella, cortando su respiración.

—E-eh... 500 euros, más o menos.

—Y 2.000 euros te parece mucho.— sonrío de lado. —Venga... hazme el favor de ponerte ropa cómoda que nos vamos al hospital de tú madre ¿vale?

—No hace falta, con este dinero me encargaré de buscarle un mejor sitio.

—Creo que no te he preguntado bella, te he dicho lo que tienes que hacer.

—Está bien.— cruza sus brazos y se acerca unos pasos hacía mi. —Con una condición.

—¿Qué condición?

—Primero; no puedes decirle a mi madre donde trabajo.— me mira a los ojos y se apoya en la mesa. —Y segundo; tienes que decirme cómo te llamas.

Una carcajada se escapa de mi boca.

—La primera condición te la acepto, la segunda va a ser imposible.

—¿Por qué?

—Es mejor que nadie sepa mi verdadero nombre.

—Entonces... no me moveré de aquí.— se sienta en la silla.

—Deja de comportarte como una cría y vámonos.

—No voy a levantarme.— me mira seria.

—¿Quieres ver como si?

—¿Quieres ver como no?

De camino en el coche hacía el hospital puedo escuchar la risita victoriosa de Ivet.

—Así que Alessandro Fiore.— mueve la cabeza sonriendo. —¿Sabes que tienes un nombre muy bonito como para esconderlo detrás de un nombre de animal?

—No me gusta que me llamen por mi nombre.— conduzco tranquilamente mientras mantengo la vista en la carretera. —Si alguien se entera de mi nombre, no me temblará el pulso en despedirte.

—Tranquilo... este será nuestro secreto.

Al llegar al hospital me sorprende la dulzura con la que Ivet trata a su madre y la admiración con la que su madre la observa.

Eso hace que recuerde a mi madre y una sonrisa acompañada de un quejido de dolor se muestra en mi rostro.

FLASHBACK

—Alessandro, hijo.— mi madre agarra mis mejillas desesperada. —Tienes que irte ¡lejos de aquí! ¡ahora!

—No voy a dejarte sola mamá. No pienso irme.— apoyo mis manos encima de las suyas.

—Esto es asunto mío.

—Es asunto nuestro.

Sedúceme bailandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora