La temporada navideña había comenzado y junto con ella los preparativos para las vacaciones familiares, viajaríamos a un lago maravilloso cerca del sur de México, a este le acompañaba un bosque que por alguna razón prohibía la entrada a cualquier persona, me causaba mucha curiosidad el saber por qué. Papá había llegado con los boletos y nos iríamos dentro de 4 horas. Empacar se vuelve una tarea muy estresante cuando tienes a un adulto gritándote en el oído cada 5 minutos; horas más tarde recorríamos la carretera que parecía no tener un fin. Habíamos llegado tras 12 largas horas de viaje y fui el primero en bajar, estaba impresionado por el lujo de aquel lugar. El hotel al que habíamos llegado era antiguo pero inmenso incluso ahora que la noche había llegado, convenientemente estaba situado junto al lago, sus paredes eran del blanco más pulcro que había visto y las rosas rojas que lo adornaban tenían un olor exquisito. Después del tardado proceso de registro llegamos a las habitaciones, eran muy ostentosas y limpias, podía verme reflejado en el brillo del piso, no tardé en tomar un baño, momentos más tarde estaba listo para recorrer el hotel, la curiosidad era mayor a mi cansancio. Le avisé a mi padre que saldría y su única contestación fue: - No regreses tarde, Oliver.
Bajé por algo de comer al restaurante, entonces volteé por accidente a mi izquierda descubrí que el jardín del hotel era parte de aquel bosque restringido y sólo una vieja barda metálica los separaba, entre esa inquietante penumbra visualicé a una figura humana, tal vez era el cansancio jugándome una broma pero lo que no debo ver es lo que siempre atrapa mi atención, entonces dirigí mis pasos hacia la barda pero lo único que pude ver fue el espesor de los árboles, justo cuando volteé escuché una suave voz, la cuál me hizo volver la mirada al bosque, así fue como me encontré con unos ojos verdes muy intensos, su piel era tan blanca que contrastaba con su larga cabellera negra, poseía una complexión sumamente delgada y su altura era considerablemente fuera del promedio, el chico tenía una belleza inigualable. Había algo extraño en él, pero no podía denotar que era. Su dulce voz interrumpió el silencio incómodo que había tomado lugar. - ¿Te gustaría entrar?
Mi intuición ahogaba gritos para hacerme quedar de mi lado, sin embargo, me había perdido de tanto por tener miedo, así que crucé aquella barda, del otro lado el chico me recibió con una sonrisa apenas visible, cuando lo tuve más cerca noté que tenía múltiples cicatrices en el cuello y tenía un aroma parecido al de las rosas del lobby, vestía una camiseta de mi banda favorita y fue de ese modo que sostuvimos una plática durante mucho tiempo, Aleister de manera inesperada tomó su celular y comenzó a reproducir una canción. - Podríamos jugar a las escondidas.
La idea era muy tentadora y jamás había jugado en la oscuridad, así que sin darme el beneficio de la duda corrí adentrándome al bosque, escuché su risa suave detrás de mí y eso me hacía estar aún más emocionada. Entre jugueteos habíamos estado divirtiéndonos por algún rato, ni siquiera me di cuenta de que habíamos llegado al centro del bosque, pero el ambiente estaba muy pesado en ese lado, habían miles de muñecos de trapo espeluznantes colgando de los árboles y de repente el aire se había tornado helado, y logré ver más figuras humanas en el frente, caminé hacia atrás paralizado por el miedo, comencé a correr, las escondidas habían dado paso a una persecución en la que sólo podía respirar pánico y oler mi propia desesperación, había logrado encontrar la barda y pude trepar nerviosamente, estaba casi del otro lado y sin darme cuenta sentí una puñalada en la espalda que me hizo caer, al volver la mirada allí estaba Aleister con una mirada hórrida y una sonrisa aterradora, entre gritos de desesperación intentaba deshacerme de su agarre pero su fuerza era descomunal, estaba arrastrándome hacia los adentros del bosque, en mi intento por sobrevivir pude escapar, me escondí pero no duraron mucho en dar conmigo de nuevo, pero ahora no era Aleister quien había venido por mí sino una especie de gigante, sabía que era humano pero no como el resto porque este presentaba múltiples deformaciones en el cuerpo, sus desiguales ojos me miraban con ira, me tomó de las piernas, me subió a sus hombros y se desplazó al centro del bosque, grité hasta que mis pulmones se sintieron cansados pero estos eran ahogados con sollozos de dolor por cada corte que hacían en mi cuerpo, rogaba porque me dieran una muerte rápida pero sólo se reían de mí, arrancaron mi ropa y me colgaron, estaba agonizando con cada mordisco que daban, mi cuerpo estaba inmerso entre vómito y córneas dilatadas. A pesar de las lágrimas mezcladas con sangre nublando mi vista pude contemplar como colgaban otro muñeco, pero lo único diferente de este muñeco fue la ropa, era la mía. Por fin había descubierto lo que el bosque ocultaba.
"La curiosidad debería ser el mayor defecto humano, pero al menos, este muere sabiendo".