II

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Salí de mi casa sin avisar a nadie por que no me apetecía tener que dar explicaciones después de lo que me acababa de enterar.
Entré en el garaje y saqué la bicicleta que solo utilizaba para poder ir al lago ya que estaba a veinte minutos andando y a diez minutos en bicicleta.
Siempre pensé que mi madre nunca me ocultaría cosas así por que siempre nos contábamos todo pero por lo visto no era del todo cierto.
Llegue al bosque en el que me tenía que meter para llegar al lago y allí encontré a todos sentados en el borde del lago y en la gran roca. Tania se giró, me vió y se levantó de la roca viniendo corriendo hacia mi y abrazándome muy fuerte.
Tania era una chica en la que se podía confiar, sabía hacerte sentirte bien con cualquier tontería, era una chica que desprendía felicidad y acababas cogiéndole el gusto a estar con ella. Tenía la suerte de que fuera mi mejor amiga, como si fuera la hermana que nunca tuve.
- Cariño - me susurro mientras me estrechaba en sus brazos y lloraba - No llores por favor.
No podía dejar de llorar, habría podido contenerme pero me había tenido que abrazar. Y claro, si me abrazan cuando estoy destrozada pues no puedo impedir que las lágrimas caigan. Intenté dejar de llorar por que no me gustaba que la gente me viera en plan débil.
- Lena, deja de llorar y cuéntame que a pasado para que estés así, por que eso no es normal - me pidió Tania.
No era nada normal que yo llorase por que no era de esas chicas que lloraban por todo, podía ponerme triste por un sin fin de cosas pero casi nunca lloraba por nada ni por nadie. Las únicas dos veces que lloré fue cuando mi padre se fue y cuando Rodrigo me jodió la vida, pero nunca más he vuelto a llorar o al menos nunca más me he sentido tan mal como para pasarme mucho tiempo llorando.
Cuando conseguí dejar de llorar le conté todo lo que había pasado y ella me estuvo consolando repitiéndome una y otra vez que no era tan malo como parecía, que tenía que perdonarla, que lo por miedo a lo que yo pudiera pensar por que no sabía como reaccionaría después. Sabía que por una parte tenía razón, lo hizo por mi bien, pero me dolió mucho más que nos lo hubiera estado ocultando durante tanto tiempo y ahora así como si nada, sin haberle conocido si quiera, nos fuéramos a vivir con un desconocido.
Pasé toda la tarde con los chicos y me intentaron animar haciendo el tonto como solo ellos sabían hacer. Estuvimos en el lago y poco después nos fuimos al parque central. Era el parque más bonito que había en la ciudad, tenía mucho color y muchas veces tenía ganas de tener una cámara y fotografiar el paisaje tan bello que había, a los niños sonreír, a las parejas que caminaban por allí, a los pájaros que volaban como si estuvieran en una carrera, a mis amigos sonriendo con esas sonrisas tan reales que aparecían en sus caras,... me gustaba la fotografía y tenía planeado estudiar sobre eso y poder sacarme una carrera de fotógrafa.
Estuvimos caminando por el parque y nos sentamos en un trozo de césped libre mientras que Gonzalo y Álvaro iban a comprar comida para picar y para pasar el rato.
A las nueve salimos del parque y nos despedimos. Yo me fui con Tania y con Álvaro que eran los que vivían en la misma calle que en la mía. El primero en separarse de nosotras fue Álvaro. Seguimos caminando nosotras dos y hablando de tonterías.
En el camino tuve la muy mala suerte de encontrarme con Rodrigo que iban con dos amigos suyos y cuando me vió se acercó hacia nosotras
- Venga chaval, ya te puedes ir marchando - dijo Tania poniéndose delante mía para que Rodrigo no pudiese acercarse a mi.
- Déjame hablar con ella , Tania - le rogó Rodrigo a Tania.
- No vas ha hablar con ella cabrón... - le contesto pero yo la corté por que si no paraba esto Tania iba a llegar a las manos y era algo que mejor que no pasara.
- Tania, da igual, déjale que hable - la dije a ella.
Tania se alejó y se llevó consigo a los dos amigos de Roberto pero se paró y me esperó en un lugar donde pudiera verme bien por si pasaba algo.
- ¿Que quieres Rodrigo? No tengo mucho tiempo así que date prisa - le pedí.
- Tania, yo... lo siento mucho - me dijo mientras me miraba fijamente a los ojos - Se que fui un gilipollas y que te hice daño pero me equivoqué y tuve que darme cuenta tarde de que había perdido a quien de verdad quería. Perdóname por favor.
- Lo siento pero me tengo que ir - le dije por que no quería contestarle.
- Por favor créeme, te quiero y no quería hacerte daño, estaba bebido y no sabía lo que hacía - me rogó cogiéndome de las manos.
- Rodrigo ya no puedo - le dije soltándome de su agarre - no puedo confiar en ti, me engañaste.
- Déjame demostrarte que te quiero, déjame demostrarte que nunca quide hacerte daño - me pidió.
- Vale, como quieras pero no quiere decir que te haya perdonado ni que vaya a darte una oportunidad - le dije.
- Lo sé - me contestó - Adiós Lena, te juro que te voy a demostrar todo lo que en su día no te demostré - me dijo mientras de inclinaba y me daba un beso en la mejilla.
Después se fue con sus amigos y Tania me pidió que la contara todo lo que me había dicho. Ella en un principio se lo tomo mal por que no debería haberle dado esa oportunidad pero luego empezó a decir que a lo mejor lo decía de verdad y que me quería.
Después de todo de lo que me había enterado, las palabras de Rodrigo consiguieron que estuviera mejor por que quisiera o no, todavía le seguía queriendo y eso no podía negarlo.
Cuando llegué a mi casa encontré a mi madre en la cocina haciendo la cena, pero no me di cuenta de que estaba llorando hasta que me acerqué a ella y se me rompió el corazón pensar que podría estar llorando por mi culpa.
- Mama... - la dije mientras la abrazaba - Lo siento, no debería haberme puesto así pero es que creí que me contabas todo y me dolió enterarme de que habías estado ocultándome esto durante tanto tiempo.
- Lena... - me dijo mi madre devolviéndome el abrazo y abranzandome muy fuerte - La que lo siente soy yo, no debería haberos ocultado esto durante tanto tiempo, tendría que habéroslo dicho.
Después de esto mi madre y yo estuvimos bien y durante la cena volvió a estar todo bien, sonreíamos y hablábamos sobre tonterías. Mi hermano ya estaba bien, se le veía felíz.
- Bueno mama, ¿Quién es el hombre que has estado escondiendo? - la dije divertida para saber quien sería el hombre que había conseguido que mi madre le quisiera.
- Se llama Leonardo O'Donnel - dijo mi madre y sin querer escupí lo que tenía en la boca al escuchar ese apellido.
- ¿O'Donnel? - la pregunté - Dime por favor que no has dicho O'Donnel.
- Si, ¿Pasa algo? - me preguntó mi madre mirándome como si mirara a un extraterrestre.
- Oh no, no, no puede ser - dije mientras apoyaba los codos en la mesa y me cogía la cabeza por que me estaba mareando - no puede ser.
- ¿Qué pasa Lena? - me preguntó mi hermano mirándome preocupado.
- Mama, ¿Leonardo O'Donnel no será el padre de Connor O'Donnel, no? - la pregunte mirándola con miedo a su respuesta.
- Pues si, creo que si. Tiene un hijo y se llama Connor - dijo mi madre mirándome preguntándose que me pasaba - ¿Por qué?
- Mama, Connor es la persona que más odio en todo el instituto, es un creído que mira a la gente con superioridad - la expliqué y me levanté de la mesa - lo siento se me a quitado el hambre.
Dicho esto subí a mi habitación y me puse a andar de un lado a otro en mi habitación sin poderme creer todo esto. Nada podía salir peor. Todo iba de mal en peor.
Lo de mi madre podía dejarlo pasar pero lo de que iba a vivir en la misma casa que Connor O'Donnel, eso sí que no iba a dejarlo pasar.
Llamé a Tania por que tenía que contarla esto o si no iba a estallar. A los dos 'bips' cogió en móvil.
- Tania, tengo que contarte algo - la dije.
- ¿Qué pasa?¿Es sobre tu madre? - me preguntó.
- No, bueno... si, el hombre con el que nos vamos a ir a vivir es Leonardo O'Donnel, el padre de Connor O'Donnel - la conté y ella gritó desde la otra línea del teléfono.
- ¿¡El mismo Connor de nuestro instituto!? - preguntó gritando, ella era una gran fan de Connor.
- Si, el mismo - la dije.
- ¡Que suerte! - dijo ilusionada y feliz.
- Yo no diría eso, para mi va a ser como si viviera en el mismo infierno - contesté.
Seguimos hablando durante media hora de mi muy mala suerte y de diversas cosas. Cuando colgué me quité la ropa y me dí una ducha rápida. Me puse mi pijama de ositos azúl y me hice un moño.
Me metí en la cama y me puse a pensar en todo lo que había pasado hoy. Había empezado como un día normal y había terminado completamente diferente. Todo iba a cambiar y me asustaba pensar que ya nada iba a ser igual que antes.
Primero lo de mi madre con el hombre ese, la discursión que había tenido con mi madre, la declaración de Rodrigo y ahora me entero de que voy a irme a vivir con el chico al que más he podido odiar en toda mi vida.
Esto es mala suerte y lo demás son tonterías.
Seguí pensando sobre todo hasta que acabé durmiéndome.

El infierno no siempre es tan malo como pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora