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Jenny, cariño, eres mi mejor amiga.
Ojos curiosos miraron a su lado, observando un rostro conocido. La ansiosa mozalbete acomodó inconscientemente su cabello rubio que caía en cascada hasta atravesar el puente de su nariz. Ordenó los lápices en su pupitre y se encargó de verse lo más natural posible.
Extraño, ya que la persona que atravesaba la puerta de aquella aula de clases no era nadie más que su amiga kuromi. Como ya era costumbre, la pelinegra, amargada como siempre, paso de largo de extremo a extremo hasta tomar su lugar al lado de su compañera, My Melody.
Pero hay algunas cosas que no conoces.
Inefable sentimiento, no puede ser explicado con palabras. Intenta clavar la mirada en su cuaderno, pero poco a poco las ecuaciones se hacen aburridas, y busca refugio en los orbes negros de la persona que se sienta a su lado. Choca suavemente la punta de sus zapatos de charol contra el piso. Y en un intento de tal vez verse un poco atractiva, mueve un mechón rubio por detrás de su oreja y lleva el borrador de su utensilio a su boca. No tarda en llamar la atención de la pelinegra, que la mira brevemente y sigue chateando en su celular.
¿Por qué tomo prestado tu lápiz labial tan a menudo?
Repasa lentamente la línea carnosa con el cilindro de cacao.
—¿Sabes?, deberías comprarte ya tu propio labial—
Palabras de reproche.
Un asentimiento y un corto sonido a favor. Podría hacerlo, pero era mejor sentir un casi beso indirecto.
Estoy usando tu camisa como funda de almohada.
Repasó con el pulgar el dobladillo de la blusa. Esa que un año atrás Kuromi le había prestado en una ocasional pijamada, y descaradamente se quedó. Prometiéndole diariamente devolvérsela, hasta que finalmente la pelinegra la olvido por completo. Acomodo con suavidad su almohada, deslizando la camisa y así imitando una funda. Se recostó, soñando con un futuro cuajado en las estrellas que colgaban del espejo del tocador.
