De Sangre y Poder

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Antes de...

Diez cabezas, colocadas en astas, quedaban a la mira del pueblo en la Plaza Mayor.

El aire frío y helado había estado amenazando en los últimos minutos. La presión aumentaba y la gran cantidad de nieve arrojada entre el piso, hacía que la caminata fuera más difícil. Todo había sido culpa de la gran tormenta que había ocurrido ayer. Y ahora el triste y solitario clima de hoy parecía estar de luto, parecía como si quisiera llorar.

El revuelo de la noche anterior había dado como resultado la masacre de los Strassa, la familia imperial que solía gobernar a Sverk. Ahora sus cabezas relucían en la plaza, mientras el revuelo de las personas hacía un gran eco, gritos de miedo y angustia resonaban. Había soldados tratando de detener el escándalo, no importaba la manera, no importaba la violencia que ejercía, en realidad, ya nada lo hacía.

Recuerdo el cómo mi madre me sujetaba mi mano con fuerza y no dejaba que viera aquellas imágenes, aunque era imposible, por todo el caos y movimiento; aún recuerdo lo muy poco que llegué a observar.

Sangre. Sangre inocente derramada.

Alcé mi mirada al cielo gris, y poco a poco llegué a visualizar pequeños copos de nieve cayendo entre las lejanías. El cielo estaba llorando.

El himno que conocía muy bien resonó en los tambores y gritos de guerra, logrando que el escándalo dejara de habitar en el recinto. Mi padre subió a aquella tarima para alzar la voz y autoproclamarse como Zar de Sverk. Mentiría si dijera que él no estaba sonriendo, como si fuera un campeón, un ganador, la más grandeza que ha abarcado. «Nunca lo fue, siempre será un asesino»

Mi madre apretó más mi mano, lo cual empezó a doler, pero ante la insistencia de qué debería darme más miedo, una mano adolorida o mi padre que sonreía con suficiencia, mientras atrás de él posaba las cabezas de los Strassa; así que lo dejé pasar y traté concentrarme en mejor ver la tela del vestido que sobresalía de la gigantesca piel del abrigo de mi madre o, quizás, del encaje que adornaba sus tacones, que muy apenas hacían vista por las telas y la gran nieve que había bajo nuestros pies.

«Ahora, pensando en aquel recuerdo, mi madre debió de estar congelándose los pies y todo por mantener la postura y elegancia que una mujer de elite debería ser»

Al acabado el discurso no sabría decir si los gritos que se escucharon eran de gloria y felicidad o de ira y sufrimiento.

­―Vamos, Lukyan, es momento de irse ―habló mi madre, sin mostrar ninguna emoción emergente.

Sabía que la voz de mi madre ya no sonaba como normalmente recordaba lo hacía, era algo rota, triste y desganada.

Ejerció aquella presión, y rápido nos encaminamos entre el frío y la nieve a poder adentrarnos a lo que próximamente sería mi nuevo hogar.

«Aquel día, había dejado de ser un prestigiado noble en la cuna de la alta sociedad de Sverk.

Tal vez no imaginaba lo que estaba a punto de suceder, de quién estaba a punto de ser.

Ese había sido un día dónde la sangre manchó la nieve, dónde el poder había sido alcanzado y ahora, sólo quedaba lágrimas y dolor»

Un Reino de Sangre y PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora