★⋆~♬ Un susurro del viento ♬~⋆✭
>>Próximo destino: Perfectura de Shizuoka<<
Anunció una voz proveniente de un parlante dando a enteder que el tren llegaría pronto.
Se levantó de su asiento tomando su bolso y caminó hasta el límite cerca de las vías. Aguardó unos segundos hasta que ya podía escuchar el tren casi llegando. Miró hacia atrás, no había nadie.. Nisiquiera fue a despedirse de ella, tampoco sus padres, o alguno de sus muchos compañeros y amigos, nadie..
Desvió la mirada a su muñeca, o más bien a la pulsera que llevaba. Era infantil de sobre manera, hecha con cuentas de flores, unicornios y estrellitas, y por si fuera poco parecía que la habían sumergido en un embase de brillantina. No eran cosas de su gusto, tan siquiera usar joyas era de su gusto, pero ¿quien podría negarse a un regalo de su pequeña y adorable prima? Kyoka no podía. Sabía que Eri la había hecho para ella con todo el amor del mundo y ella se encargaría de portarlo de igual manera. No se la ponía con frecuecia, la niña tampoco se lo reclamaba, pero entre las pocas pertenencias que agarró en ese momento se vio en la necesidad de llevarla. Quizás así no la extrañaría tanto o se preocuparía de más ya que no tenía planes de pensar en sus problemas, aunque fuera solo por 3 días, quería despejar su mente.
Finalmente el tren llegó, las puertas se abrieron, y para su suerte muy pocas personas además de ella tenían el mismo destino.
Dio un último vistazo hacía atrás y suspiró antes de subirse al tren y tomar un asiento. Sacó su celular y conectó un de sus jacks en este, mirando por la ventana y dejando que la musica la acompañara en su camino..
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Tras un viaje de 1 horas y 20 minutos al fin había llegado, su ciudad de nacimiento, el lugar donde había vivido los que ella creia los años más hermosos de su vida.Tardó otros 15 minutos en llegar a la que sería su morada durante ese fin de semana, una casita de estilo japones tradicional no tan grande, pero que a pesar de sus años y su estilo rústico a Kyoka le fascinaba.
Dejó las zapatillas en la entreda y se quedó quieta un segundo recordando como antes esas zapatillas eran pequeñas sandalias acompañadas de otro par más grande.
-Ya llegué, abuela..-
Dijo pasando finalmente al salón. Todo estaba sorprendentemente limpio para ser una casa que nadie, más que ella, había visitado en años. Dejó su bolso en un sillón y echó un vistazo a su alrededor, pero no escuchaba nada. Era de esperar, la casa estaba algo apartada del resto del pueblo, y a esa hora ningun niño iba a jugar por allí.
Pudo percibir un olor agradable, incienso, miró a la pequeña mesita de centro y efectivamente había algo de incienso encendido. Era algo extraño, pero cada vez que iba a esa casa la encontraba igual: limpia y con un tenue olor a incienso.
Miró el reloj de pared, era antiguo como todo allí, pero al igual de misterioso aún funcionaba. Eran las 6:50 p.m, casi hora de cenar. Pensó en salir a comer, pero luegó recordó que había traido unas bolsas de ramen instantaneo y prefirió cocinarse algo ella misma.
Primero fue al baño y dejó llenando la bañera de agua caliente a la vez que se dirigia a la habitación. Esta ya iba tirando más al tiempo actual, al menos en lo que eran la cama y el armario hasta el cual abrió ya esperando lo que encontraría. Tomó de la percha un vestido, era sencillo y de color beige claro, a cualquiera que la conociera no le paresería de su gusto, pero la pelimorada era una caja de sopresas. Abrazó la prenda por un momento aspirando su aroma, olía a lavanda. Ese era otro gran misterio, aunque no llevara muchos cambios de ropa consigo el armario siempre tenía que ofrecerle, y aun si después de usarla solo dejara la ropa tirada sin más, cada que volvía siempre estaba de nuevo en su lugar, lavada, perfectamente doblada, y con un fresco olor a lavanda.
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Un susurro del viento
أدب الهواةCualquiera pensaría que buscaba estar sola, pero solo buscaba una compañia más allá e lo normal. Aquella cabaña era capaz de sacar todos los problemas de su mente y terminaban siendo secretos que el viento le susurraba al oido