LA BODA

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Apagué la computadora, saqué un espejo de mi cosmetiquera y vi el reflejo de mi cara que mostraba cansancio. El brillo en mis ojos era el que delataba mi alegría. Lo había logrado. Después de mucho trabajo, al fin lo estaba logrando.

Me quité el exceso de brillo facial, porque el hecho de que estuviera cansada no significaba que me tenía que ver derrotada. Me puse lipstick rojo porque me hacía sentir poderosa y guardé todo, sin un orden, en mi bolsa. Salí de la oficina lista para quitarme el estrés con unas cervezas y ponerme al día con mi amiga Paulina. Era viernes y el cuerpo lo sabía.

Entregué el coche en el vallet parking. El clima era bastante agradable, refrescaba pero no era necesario un suéter. Le sonreí a la señorita de la entrada y le dije que ya me estaban esperando, reconocí a mi amiga en una mesa. Ella me vio en la puerta y levantó la mano para que la ubicara.

—¿Cómo te fue? —los gritos de Pau hicieron que algunas personas voltearan a vernos.

—Increíble, mucho mejor de lo que esperaba. —nos dimos un abrazo, un beso en la mejilla y me senté en la silla que estaba frente a ella.

—¿Sí estaba guapo? —Pau tenía los ojos muy abierto y asentía con la cabeza esperando muy ansiosa por mi respuesta. Yo puse la bolsa en el perchero.

—Nada que ver —mi cara reflejó decepción y dejé caer los hombros— pero eso no importa. Está casado y es de los que usan argolla en la mano izquierda, lo que sí, es que hicimos mucho click... laboralmente hablando. Pensamos muy similar y estoy segura que haremos un buen equipo, la reunión se extendió por 3 horas ¿puedes creerlo? no podíamos parar de compartir ideas. Estoy convencida que la vamos a romper con este proyecto. —sonreí complacida recordando esa reunión de negocios. Me había ido mucho mejor de lo que pude haber esperado.

—¿Les gustaría pedir una entrada? ¿Ya saben que quieren de tomar? —el mesero nos interrumpió, ambas pedimos una cerveza y una pizza especial al centro.

—¿Podría quitarle por favor las anchoas? —nunca me había gustado su sabor salado, no entendía por qué las agregaban como un plus a todos los platillos especiales, eran como las pasas en las comidas de Navidad, las agregan para darles más importancia y al final todo mundo se las termina quitando.

—Por supuesto, en un momento les traigo su orden. —el mesero sonrió para confirmar que había entendido lo que pedimos, se fue, y Pau siguió hablando.

—Que bueno María, me da gusto por ti. Es horrible cuando trabajas con alguien que no quiere hacer equipo. Aparte esta oportunidad es única en la vida, al rato ya no me vas a querer ni hablar, serás mi amiga "la famosa". —hizo comillas con los dedos y las dos nos empezamos a reír. 

Pau retomó la conversación, haciéndose un poco la disimulada, tomó la carta de alimentos para esconderse y no me vio a los ojos una vez que volvió a hablar— Mmmm cambiando de tema... este... ¿Ya estás lista para la boda? —aunque estuviera cubierta por la carta, la imaginé mordiéndose el labio inferior nerviosa. Sabía que ese era el tema por el que ella quería que nos viéramos y que no se iba a esperar hasta el domingo para que le contara los detalles de la boda que sería al día siguiente. Pero si ella se hacía la disimulada yo también podía hacerme la desentendida.

—¿Por qué no estaría lista? Es solo una boda. —agradecí al mesero mi bebida y le di un sorbo intentado parecer lo más despreocupada posible.

—Ay María por favor —dejó el menú sobre la mesa y entonces sí que me vio a los ojos. Habló con un tono tan decidido que me hizo remover incómoda en mi silla—no te hagas la boba, es LA boda... ¿Siempre sí irás acompañada de Erick? —también ella bebió de su cerveza para darme tiempo de responder.

María y su mar de recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora