EL CONTRATO

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Mi socio y yo inhalamos aire al mismo tiempo antes de pasar al edificio corporativo de Energy Punch, dijimos nuestros nombres a la persona de recepción y vi nuestro reflejo en el cristal de la puerta de entrada. Wicho por supuesto llevaba su uniforme, que consistía en una t-shirt gris de cuello redondo, jeans azul obscuro, converse negros, y para la ocasión, había optado por agregar un saco sport también en color gris, lo usaba solo con el primer botón abrochado. Él decía que como Steve Jobs y Mark Zuckerberg no valía la pena desperdiciar minutos intentando combinar outfits y todo el tiempo iba vestido casi igual, como un retrato. Invertía su energía en otras cosas que según él consideraba más productivas. Pero a mí sí que me gustaba la moda, y más desde que Erick era mi amigo, con él pasaba horas comentando las alfombras rojas, pasarelas y nuevas colecciones de los diseñadores cada temporada. Para esta reunión yo había seleccionado un vestido ajustado en color beige de manga ¾ con un discreto escote V, me quedaba justo a la altura de la rodilla. Según yo, confirmaba toda mi pinta de "mujer joven ejecutiva" lo combiné con un cinturón grueso en tono café chocolate, la bolsa de mano y el portafolio de la computadora eran del mismo tono azul cielo y las zapatillas color nude alargaban visualmente mis piernas haciéndome parecer incluso descalza.

Por supuesto que fui a la estética a que me hicieran el pelo y mi maquillaje era muy natural. Al menos por el vestuario, ya parecía que la reunión había sido todo un éxito. Wicho y yo nos dimos una mirada de aliento antes de presionar el botón del elevador que nos llevaría a firmar nuestro destino profesional.

Roberto, el directivo con el que ya había conversado previamente, nos recibió con un abrazo, nos invitó a tomar asiento y también nos ofreció café, pero ambos preferimos una botella con agua. En cuestión de segundos llegaron las personas del departamento de legal y nos explicaron el contrato, escuchamos atentos, estuvimos de acuerdo y firmamos emocionados. Nos sentíamos seguros de estar sellando nuestro ingreso a las ligas mayores. Recibimos una copia del contrato, la cual me preocupé por guardar de inmediato en mi portafolio, los abogados abandonaron la sala y Roberto nos externó lo emocionados que estaban por trabajar con nosotros, agregó que quería presentarnos a otro de sus directivos, mencionó que no era común que él estuviera presente debido a que era una persona muy ocupada, pero al parecer ese importante director quería conocernos aprovechando su estadía en la ciudad. Levanté mis ojos de la computadora cuando la puerta se abrió y por esa abertura se fue todo el oxígeno de la sala, del edificio y de todo el país.

En un traje azul marino, combinado de forma impecable con una camisa azul cielo y una corbata con distintos tonos de azul y con la que también me dieron ganas de ahorcarlo, entró el Licenciado Gustavo (que es como lo llamó Roberto), hizo una sonrisa muy franca, enarcó la ceja izquierda y nos dijo: —Mucho gusto.

¿Era ésta una maldita broma? ¿Había alguna cámara oculta? ¿Me quedé dormida y estaba teniendo una pesadilla?

Wicho se puso de pie y saludó muy entusiasmado a Gustavo pero yo no fui capaz de levantarme de mi silla, se veía tan estúpidamente guapo que me tuve que recordar cuanto lo odiaba. Busqué en el fondo de mi cerebro entre todos mis recuerdos, su voz diciéndome que necesitaba tiempo y que debíamos separarnos, ese coraje fue el que me dio fuerza para sonreír, para abrir mi boca y contestar:

—Mucho gusto Licenciado Dos Santos.

—¿Se conocen? —Roberto me volteó a ver confundido.

—Tuvimos amigos en común —respondí utilizando las mismas palabras que él había pronunciado en la boda de Darío, cuando lo presenté con Erick.

—¡Vaya, que suerte! —para Wicho era como si los planetas se acabaran de alinear y las cosas se estuvieran poniendo mejor de lo que hubiera esperado.

María y su mar de recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora