[Historia II]

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"Días de lluvia"

El olor a lluvia impregnaba el lugar como el presagio de la tormenta que se avecinaba, las nubes negras eran el escenario y el viento frío sería el testigo de lo que pasaría.

Un rayo cayó a la lejanía.

A pesar de que nunca le había gustado la lluvia, no podía ignorar el sonido celestial que provocaba al caer al suelo ni el exquisito olor que desprendía. Tal vez si le gustaba la lluvia, pero no lo que esta traía consigo para su familia.

Para los que llevaran su sangre.

Miró la ventana de la pequeña cabaña a la que llamaba hogar. Quizá no volvería a ver ese panorama nunca más.

—No tienes que ir —farfulló la mujer a sus espaldas. Con sus ojos acuosos y la mirada dolida le pedía que no se fuera, ella no quería perderlo a él también. No quería perder a otra persona que amaba. —Podemos huir, encontrar un lugar seguro, uno donde no haya tormentas.

El hombre la miró como si no la hubiera visto en mucho tiempo. Con tanto amor, un dolor en el pecho y unas ganas enormes de acceder a su petición.

Sus ojos le parecieron perfectos al igual que su cabello y rostro, era la mujer más hermosa que había visto aún a sus cincuenta y cuatro años de edad. Acarició su mejilla dándole a entender que no retrocederá a su decisión, no esta vez.

Miró al niño dormido que descansaba en el sofá, con la respiración tranquila y totalmente ignorante de lo que pasaba a su alrededor, la cobija se había resbalado. Con cuidado la colocó nuevamente sobre su pequeño cuerpo. Acarició su cabello y el menor sonrió entre sueños.

No tenía el valor para despedirse adecuadamente de su nieto.

—Cuídalo. Y si algo me pasa...

—No te pasará nada.

El hombre negó suavemente.

—Si algo llegase a pasar... —la miro con pena. —Dile que lo quiero mucho y que siempre lo protegeré. ¿De acuerdo?

La mujer asintió a su petición.

—Vendré cuando acabe la tormenta. Lo prometo.

Besó a su esposa y se despidió en silencio de su nieto. Tomó el abrigo, las llaves del auto y su escopeta, abrió la puerta y el frío lo golpeó como una ola.

La puerta se cerró a sus espaldas y su esposa rompió en llanto.

El sonido de las llantas cruzando el suelo mojado era su única compañía, si quería acabar con esto tendría que buscarlo y no esperar a que lo encuentre.

Cuando él era un niño su madre solía contarle la misma historia cada noche desde que su padre murió; esa historia era lo único que ahora podía recordar de ella. Su voz adormilada contando la historia de una bruja en medio de la lluvia.

Le decía que esa bruja era tan malvada que lanzaba maldiciones a cualquiera que viera en su camino, sea un niño, un adulto o incluso otra bruja. No discriminaba a la hora de maldecir. Decía que ella había maldito a sus antecesores y que ahora una bestia de tormenta nos buscaba los días de lluvia para acabar con los que llevan nuestra sangre.

Una historia bastante turbia para contarle a un niño de cinco años.

Durante su niñez le creyó, pero al ir creciendo pensó que su madre sólo le decía eso para que no saliera los días de lluvia por temor a que se enfermara.

Ojalá hubiera sido sólo una historia para asustar a un niño.

Lo creyó realmente cuando vio a su único hijo quemado en el suelo de la calle principal del pueblo.

Hojas Arrancadas [Mini-Historias]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora