|MONSTRUO|

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2012.

El ojeroso había tenido una semana terrible.
El alcalde injustamente le había quitado sus tierras y desafortunadamente era lo único que él tenía.

Un lunes por la mañana se encontraba solo, caminado sin rumbo, con la esperanza de encontrar a alguien que pudiera ayudarlo...Pero, ¿Alguien querría ayudarlo?... Las personas han cambiado.
Antes podían compartir, pero la codisia y envidia se apoderaban de su debil carne.

El ojeroso caminó y caminó.

Era tarde, su única alternativa era quedarse ahí, junto a un gran árbol. Esperando a que algún milagro ocurriese.

Y pasó.

A la mañana siguiente, al despertar notó la presencia de un extraño ser.
Obviamente nunca había visto cosa igual. ¡Era un monstruo!, entonces recordó lo que alguna vez su madre le contó... "La bella y la bestia" pensó él retrocediendo con cuidado para no asustarlo pues dormía placidamente junto a él.

¿Y si despierta? ¿Qué haré?

Pensó y pensó, no había solución, pero aún así decidió arriesgarse levantando con sumo cuidado el brazo de el otro para no despertarlo.

Con más fuerza, el mounstro lo agarro como a un oso de peluche.
Realmente era grande, aproximadamente dos metros de estatura y muy ancho y peludo, unos ojos color avellana y unas garras filudas, que al parecer nunca habían sido cortadas.

Una segunda vez. Pero nada. Ya era prisionero de aquel ser.

Pasaron los minutos y aún nada. ¿Dormiría para siempre?...
Y con esa idea decidió moverlo con más fuerza, fracazando de nuevo pero con una diferencia...¡Lo despertó!

Todo fue tan rápido, aves y demás animales empezaron a salir de distintos lugares, el pequeño estaba asustado, quería que todo eso fuese solamente una pesadilla pero no fue así.

Las mismas garras que lo tuvieron preso, rasgaron su vestimenta haciendo que se desmayase.

-¿Qué hace un humano aquí? ¿No sabeís que estas son tierras prohibidas para seres como tú?.-dijo una voz que no se lograba ver.

-Lamentablente no lo sabía...Perdóneme, yo solo quería descanzar...-tartamudeó el ojeroso hechándose a llorar.

-¿No te habeis contado sobre éste lugar? ¿Acaso no sentisteis la diferencia de lo humano y lo mágico?.-aún no se veía a nadie.

-Ya le dije...Soy tan solo un pobre desterrado, no tenía la menor idea de éste mágico lugar, Yo...solo quería dormir, solicito su perdón...-merodeaba intentando encontar a aquel hombre.

-¿Sabeis quién soy? ¿Sabeis que no podeis salir de aquí si no cumples con algún deseo mío?.-cuestionó con sierto interés.

-Dígame su deseo y lo haré...-tartamudeó nuevamente, un poco dudoso, pero era su única opción.

-...¿Tenías tierras verdad?...Bueno, vereis, de aquí a unos 24 árboles tengo un terreno que está sin frutos. Haz crecer frutos, los mejores, como si fueran para vos. Te doy un mes.

-¿Lo dice en serio?...¿Cómo empiezo? ¡Dígame algo! ¿Tienen reglas...normas?

La voz había desaparecido y otra vez estaba solo.

El mes ahí había comenzado y debía empezar a sembrar para poder marcharse pronto.

Al caminar iba contando los grandes árboles, uno por uno, con sumo cuidado.
Temía que si llegara a contar mal "la voz" le diese otro castigo aún peor.

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