Prólogo

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— ¿Has oído hablar del incubo de la clase A?

— ¿El incubo de la clase A?      

El que preguntó primero asintió con la cabeza y acortó la distancia que lo separaba de su compañero para poder hablar un poco más bajo entre ellos. La hora del almuerzo en la U.A. siempre resultaba un poco más interesante cuando temas como ese salían al aire.

— Dicen que hay un chico en el departamento de heroísmo, en la clase A, que disfruta de acostarse con cualquiera que se lo pida. Nadie más que sus amantes sabe de quién se trata, pero por lo que he oído, parece que sabe disimularlo perfectamente.

— ¿Estás jugando conmigo?...   

— ¿Te parece que estoy jugando?

—... ¡Pero eso está prohibido! — Respondió alarmado.

— ¡Baja la voz! — Susurró el otro y tiró de su oreja. —. Sé que está prohibido, pero aún así, los rumores dicen que solo lo hace de noche. Quizá por eso no lo descubren aún...

— ¿Y qué hay con sus padres? ¿Crees que lo sepan?

— Es más que obvio que no, idiota. ¿Tú le dirías a tus padres que te acuestas todas las noches con un chico diferente?

El muchacho negó con la cabeza.

A decir verdad, toda esta historia parecía ser más un simple rumor, chismes de pasillo, que algo totalmente verídico. Le costaba pensar que un estudiante del departamento de heroísmo tuviera la voluntad como para prostituirse sin importar todos los riesgos que eso implica.

— El incubo de la clase A... me pregunto quién será ese muchacho...


Muy alejado del comedor de la academia, en uno de los dormitorios de la misma, el calor y la obscenidad era lo único que reinaba.

— Mhh... mierda... sí sigues así me harás terminar pronto...

Debajo de él, arrodillado, un joven de cabellera bicolor se encargaba de devorar su falo de una manera voraz, subiendo y bajando por toda su extensión, y deteniéndose eventualmente a lamer y acariciar aquel par de testículos que de su pene colgaban.

Tal y como el otro muchacho advirtió, fue solo cuestión de segundos para que su virilidad comenzara a disparar su cálida y viscosa semilla directo a la garganta del heterocromatico, quien no tardó en tragarse cada gota de semen que de su pene salía.

— U... uh... — Suspiró pesado cuando terminó de eyacular en la boca del contrario.

Shouto, por su parte, solamente se levantó del suelo, se relamio los labios  y caminó hasta el futon en el que dormía para recostarse boca abajo, manteniendo su trasero levantado.

— Mi turno...

El juego, lejos de terminar, solo estaba por comenzar...

Servicio al cuartoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora