Único

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Inspirado en Mugen Os Sano Manjirō.
Dedicado a HikariSoon
gracias por el apoyó, esperó que te guste.

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El cielo celeste sin nubes adornaba de forma resplandeciente sobre el agua color azulado, el sol regalaba pequeñas motas de luz que hacían parecer mágico el lugar, no había un solo peatón mientras ambos jóvenes adolescentes sentados en la orilla tomaban discretamente sus manos, las mejillas de uno de los dos estaban coloreatadas de un precioso rojizo que se veía aún mas hermoso de lo que ya era a los ojos de la otra persona presente. El cabello de Mikey ondeo gracias a esas pequeñas brisas de verano,  los labios de Takemichi regalaban una sonrisa reprimida gracias a lo nervioso que estaba, Mikey se recargo en el hombro del dueño de aquellos ojos que compartían color con del agua, el corazón de Takemichi se acelero aún mas.

— Mikey. — Lo llamo nervioso, cosa que notó gracias al pequeño temblor que tenía, Mikey no dijo nada al respecto, sabía que una idea estaba por se transmitida, lo mejor en esa situación era esperar.

— Dime. — Sonrió, lo amaba tanto, cada pequeño gesto, cada palabra saliente de su boca, cada reacción, Sano Manjirō con solo quince años lo entendió, estaba perdidamente enamorado de Hanagaki Takemichi.

— Tú... — Tomo aire, un pequeño titubeo se escucho en su voz mientras trataba de acallar torpemente un grito nervioso  — ¿Siempre estarás conmigo?

¿Qué clase de pregunta era esa? No era obvió, Manjirō apreto la mano de Takemichi para después comenzar a dibujar pequeños circulos en la palma con sus dedos con la mirada expetante de Takemichi sobre él.

— Por supuesto, nunca te abandonaría, Takemichi es mío y yo soy de Takemichi. — Respondieron seguros los ojos ónix mientras se posaban en los océano, una sonrisa florecio en aquellos ojos, una sonrisa sincera y llena de esperanza, cosa que provocó que el corazon de Mikey corriera de pronto y sin dudarlo planto un suave beso en los labios del contrario.

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La alarma estruendosa resonó en la habitación que aún permanecia a oscuras gracias a las cortinas cerradas, los ojos onix se abrieron de poco en poco tratando de acostumbrarse a la oscuridad, su mente trajo consigo aquel sueño, aquel recuerdo tan lejano que ahora no parecia mas que una fantasía, un sueño provocado por su propio y vil egoísmo.


— Mentiroso, lo engañaste. — Se dijo a sí mismo, recordando las promesas que su yo de quince años hizo pensando inocentemente que llegaria a cumplir solo para terminar apagando cruelmente aquellos ojos océano. Estuvo acostado suficiente tiempo para levantarse desganado y caminar hacía la sala de estar.

— Buenos días enano. — Saludó Draken mientras removia la comida en el refrigerador buscando inútilmente algo comestible aparte de los dorayakis, Taiyakis, cereal y leche que habían en ese departamento.

— ¿Kenchin? ¿No deberías estar con Emma? — Cuestionó removiendo los cojines del sillón. Emma y Draken tenían casi dos años de casados, ya eran casi cuatro años que Mikey vivía solo, ya eran casi siete años sin verlo, lo último que recuerda de ese día son los gritos de Chifuyu, la mirada de decepción en los ojos de Mitsuya, de Izana y de Shinichiro, la mirada llena de odio de Senju e Inui, la bofetada de Hina, las palabras llenas de veneno de Yuzuha, las lágrimas en los ojos de Hakkai y Emma, el suspiro de Draken, los ojos fríos de Hanma junto con los de Kokonoi y Kakucho, la mirada en blanco de Kazutora y el intento inútil de Baji para calmar a su novio, aveces el tiempo parece tan rápido que al recordar duele todavía mas.

Crecer | MaiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora