PRÓLOGO

70.3K 4.7K 3.7K
                                    

Sus manos aún temblaban. No había sangre, ni rastro alguno de lo que había hecho, pero aún temblaban. Todo su cuerpo lo hacía tras aquella confesión.

La mujer estaba en medio del salón. Tenía los labios entreabiertos, las rodillas frágiles por el peso que se quitó de los hombros solo para que se atara a sus tobillos y la hundiera aún más. Pensó que caería hasta que él la sostuvo. La tomó por los brazos con fuerza para sacudirla.

—¡¿Pero qué hiciste?! —Ella logró oír cuando sus oídos se despejaron y el pitido ahogado cesó. El desgarro en su voz le causó otro escalofrío.

—Y-yo... —Empezó a decir aún sabiendo que sería incapaz de repetirlo—. Yo no pensé que... N-no quise que realmente sucediera. Ella... —Las lágrimas empezaron a caer por su rostro—. Estaba enfadada, cansada, y ella... ¡Y-yo no quise!

La mujer estiró las manos, temblorosas y frágiles, como si aquel gesto fuese capaz de ahorrarle al menos la mitad de culpa que la atormentaría el resto de su vida.

Ella buscó los ojos de él esperando encontrar algún indicio de comprensión, pero solo halló la expresión más pura del pánico. Y cuando ocurrió aquello, cuando se sintió juzgada como más de una vez se había sentido, acudió a lo que siempre solía hacer cuando perdía el control.

—¡Es tu culpa! —Ella lo empujó. Golpeó su pecho una y otra vez, con la rabia abriéndose paso entre el miedo—. ¡No me veas así! Yo solo... Hice lo que cualquiera en mi situación habría hecho. —Lo golpeó de nuevo—. ¡No me veas como si fuera un monstruo!

—¡Cálmate, maldita sea! —La tomó de las muñecas—. Necesito que te calmes.

Él todavía no lograba asimilarlo del todo cuando ella siguió:

—No es mi culpa. No lo es... —susurró antes de dejar de pelear por mantenerse de pie. Él la sujetó por la espalda para que no cayera al suelo—: Dímelo. Di que no es mi culpa. Por favor.

Con la mirada perdida y la piel helada, él dejó de prestar atención a los murmullos de aquella mujer que buscaba escapar de sus errores, solo para que los suyos empezaran a trepársele por la espalda.

Quería culparla, decirle que había cometido una atrocidad, que ella era un monstruo y él no tenía responsabilidad alguna. Pero sí la tenía. Y no fue hasta ese momento que cayó en cuenta de ello. Tenía la misma culpa de alguien que, sabiendo que su perro mordería a los invitados, no le colocaba bozal. Y aún peor, decía que no solía morder porque quería pensar que no lo haría.

Pero ya era tarde. No había nada más por hacer y revelarlo no cambiaría nada. Él ya la había perdido.

Una lágrima solitaria y cargada de resignación cayó por su rostro y aterrizó en el cabello de la mujer que aún lloraba apoyada en el mismo sitio donde estaba su corazón. Frío, rígido, y roto.

Tras un largo suspiro, el hombre alzó una mano y acunó su mejilla, haciendo que sus miradas se conectaran. El tacto no fue delicado ni tierno, fue contenido y tan doloroso como podía serlo.

—Escúchame bien —le habló a los ojos con convicción, abundante tristeza, un poco de asco, pero mucho dolor—. Esa noche nunca sucedió. ¿Lo entiendes? Jamás pasó.

Ella asintió desesperada, aferrándose a sus palabras como si fuesen escritos en piedra y en aquel salón, oscuro y triste, juraron no volver a hablar de lo que ella una vez hizo y lo que una vez él permitió.

Y más importante, juraron que morirían antes que su hijo supiese la verdad.

---

Hola de nuevo :) ¿Nos extrañaron?

¡¡Qué emoción empezar con el tercer libro de Atados!! Prepárense porque en este se aclararán todos los misterios, dudas y secretos. Si creían que quedaba un poco de estabilidad emocional, pues despídanse de ella. Vamos con todoo.

Díganos aquí una manita levantada o algo para saber quienes siguen aquí por favor jajaj

El primer capítulo lo pondremos el viernes así que atentosss.Por el momento digieran este intenso prólogo ;) 

Lxs queremos y extrañamos muchísimo. ¡Estamos de vuelta!

-Donna y Gio 

AZAR © [3º parte de ALBA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora