Prefacio

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Un fantasma recorre Europa: El fantasma del comunismo. La mera sombra de mi imperio, una aparición fugaz que ahora lamento como el despertar de un buen sueño o una dulce memoria de la infancia. Una de las pocas positivas que conservo, eso si, pues no fue la mía sino una infancia llena de desdicha. Desde los primeros días de escuela hasta los momentos más íntimos compartidos con la familia, el huerto de mi memoria está infestado de malas hierbas. No muy Católico, zapatero y mal bebedor, mi señor padre, en paz descanse, descargaba sus vicios en el joven Josef de no más de dieciséis años. En los posteriores años, lleno yo de remordimiento y anhelo de venganza, me formé para llegar a la cumbre. Ahora bien, no me malentiendan, no siempre fue mi alineación la misma y fue por casualidad, puede que por la mano de Dios, que me topé en mis locos años de facultad con ciertos escritos, un santo grial que me guiaría durante el resto de mi vida. No era esta sino la obra del mismísimo filósofo Karl Marx. Fue incluso antes de leerlos que comprendí que el Manifiesto Comunista había sido escrito para mí, que yo había sido enviado a este mundo para leer aquellas páginas y hacer de ellas mi única verdad. Que dulce aquella combinación de palabras, que preciosas consonantes formaban su nombre y cuan armoniosa resultaba la denominación "Materialismo histórico". Estaba cautivado. Jamás en la vida habían tenido mis ojos la suerte de posarse ante tales palabras, y nunca unas palabras habían calado en mi corazón como estas lo hicieron entonces. Descubrí, tras debatir con uno de mis condiscípulos sobre la cuestión, que mi adorado Marx había fallecido apenas unos años atrás. ¡Cuanta fue mi pena entonces, que nunca podría conocerle y mostrarle mi admiración! Las siguientes semanas pasaron como años y sintiose como si el muerto hubiese sido yo. Más no podía dejarme caer en el pozo de la tristeza eternamente. Debía levantarme, y proclamar desde lo más alto que yo, Josef Stalin, era Comunista, que con el mayor de los orgullos veneraría por siempre los escritos del Señor Karl Marx, y que lograría aplicar sus enseñanzas aunque me costara la vida.

Mi historia a partir de entonces es más odiada que conocida y a pesar de que, personalmente, considero que no está correctamente contada, no es el más apropiado momento para tratar de corregirla. Una cosa es verdadera: yo he sido el mayor revolucionario y mejor secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, y he gobernado los territorios rusos con puño de hierro, martillo y hoz.  Que menos que un gran final para una gran leyenda y que mejor que una narrativa romántico-dramática caricaturesca para contarla. 

El Manifiesto Comunista 2: El Fanfic, por Joseph Stalin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora