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Pan vivía alejada del mundo, siempre creyó que las personas a su alrededor eran aburridísimas, y prefería estar encerrada en su habitación leyendo alguna historia que la llevase a paisajes mágicos y aventuras que la hicieran perderse por horas. Desde que Pan conoció las letras paso sus días leyendo, y desde que se dio cuenta que podía viajar a través de su imaginación, lo hizo, y vaya que lo hizo de una manera grandiosa. Había conocido a genios en sus botellas, había estado en barcos de piratas, había viajado a la luna y recorrido el universo en una tarde, había hablado con ancianos legendarios que le entregaron un sinfín de ideas que ella deseaba llevar a cabo en el mundo real. Había nadado con ballenas tan grandes que nunca nadie le hubiese creído que existían, y se había hecho amiga de un tiburón viejo que se la pasaba viajando de un lugar a otro. Había peleado con orcos y rescatado princesas de castillos, había aprendido a entender el lenguaje de los animales, se había subido en el unicornio más lindo del mundo. Conocía pócimas mágicas porque había conocido a brujas y hechiceras que le enseñaron a hacer conjuros. Había sido transportada en el tiempo al pasado y al presente, y había probado platillos nunca antes hechos por el hombre. Había tanto en los libros que a medida que los leía deseaba tener más para poder seguir disfrutando de ellos. Pan era feliz leyendo, pero era incapaz de tener amigos de su edad, su madre le había contratado profesores particulares por petición de ella, y así se la pasaba. Entre sus estudios y sus libros.

Un día cuando su madre salió y quedó sola en casa, sonó el timbre. Ella sabía que no debía abrir la puerta a nadie si su madre no estaba, pero por una extraña razón esta vez Pan desobedeció y abrió la puerta. Gran error pensaría ella después, ya que lo que iba a suceder con su vida, era un giro inesperado.

Hola, soy tu vecino de al frente, mi nombre es Demia, te gustaría jugar conmigo, he visto que nunca sales de tu casa, y pensé que...

Pan no lo dejo terminar y le cerró la puerta en las narices. Luego se dio cuenta de que sus manos estaba sudando y que su corazón latía desenfrenadamente. Y fuera de la puerta de su casa se escuchaba los gritos del vecino.

-Mañana voy a venir otra vez a invitarte, así que no te escondas de nuevo.

Pan escucho aquellas palabras y se alarmó, no debía haber abierto la puerta, ahora el vecino del frente la estaba vigilando e invitando a jugar con él.

La aventura de PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora